Carta desde lo desconocido
La costra antisemita se fue limpiando, aunque se mantienen s¨ªmbolos disparatados
Estas Navidades he sobrevivido a numerosos embates de los malvados de la Primera Orden de Star Wars. En cualquier esquina aparec¨ªa amenazador un chaval con su espada luminosa y al servicio entusiasta del Lado Oscuro.
No consigo simpatizar ni con el disfraz ni con el personaje. Tal vez por el espectacular armamento que ahora reparten los Reyes Magos. No s¨®lo esas espadas futuristas de ne¨®n y otros artefactos de simulaci¨®n b¨¦lica bastante convincentes, sino incluso peque?os drones, de juguete, dicen, que los infantes manejan con admirable pericia aeron¨¢utica. Me resulta curiosa la tranquilidad y el divertimiento colaboracionista de los adultos ante los juegos b¨¦licos de los menores. Confieso que mi aversi¨®n est¨¢ algo condicionada por un trauma de la infancia: cuando por fin consegu¨ª que me regalasen un rev¨®lver estilo Far West, ni siquiera ven¨ªa con cinto y funda ni con una m¨ªnima munici¨®n de fulminantes, por lo que ten¨ªa que disparar onomatopeyas. Un llanero solitario llenando globos en el aire, como un poeta de tebeo. Hasta que me di cuenta de que las onomatopeyas, pumba, boom, cataclof, y al contrario de fulminantes y petardos, no se agotaban nunca, e incluso fermentaban en la boca con calibre de vers¨ªculos.
Me resulta curiosa la tranquilidad y el divertimiento colaboracionista de los adultos ante los juegos b¨¦licos de los menores
En ese tiempo ten¨ªamos en la cabeza, como ahora, malvados de ficci¨®n. Pero tambi¨¦n un verdadero malo. Un malo que atravesaba los siglos con toda su maldad intacta. Ni siquiera serv¨ªa para re¨ªr o jugar. Satan¨¢s, siendo el capo di tutti capi, a¨²n ten¨ªa su aureola, con un sinf¨ªn de alias, Lucifer, Belceb¨², Mafarrico, Old Nick o Pr¨ªncipe del Aire; se montaba org¨ªas y aquelarres en cualquier parque natural, viajaba en un periquete de Notre Dame al Kremlin, sal¨ªa bien parado en chistes y carnavales. En fin, un ilustre villano con muchos admiradores, confesos o no. El malo, sin paliativos, era Judas Iscariote.
Con Judas no hab¨ªa bromas ni matices. Ser un Judas era ser un mal bicho, lo m¨¢s ruin, alguien despreciable en quien no se pod¨ªa confiar. En la escuela, un chivato, un traidor: M¨¢s falso que Judas. Ser tachado de Judas era peor que un castigo. Lo peor de lo peor. Hablo de Tinieblas no muy lejanas, cuando el antisemitismo era un ingrediente fundamental en el lenguaje del poder dictatorial: la anti-Espa?a ten¨ªa la forma de una conspiraci¨®n judeo-mas¨®nica. No la hab¨ªa organizado Judas Iscariote, la conspiraci¨®n, pero casi. Ese nombre, y la asociaci¨®n Judas-Jud¨ªo, era el destinatario de un odio inseminado durante siglos y que formaba parte de una identidad brutal. Por eso te sent¨ªas liberado de una jaula mental el d¨ªa en que eras capaz de balbucear en clase de Historia la heterodoxia de que Espa?a se form¨® con una seria aver¨ªa en el coraz¨®n: la expulsi¨®n de los jud¨ªos.
La costra antisemita se fue limpiando, disolvi¨¦ndose en su propio absurdo, aunque se mantienen s¨ªmbolos y cultos disparatados, como el del presunto martirio del Santo Ni?o de la Guardia (v¨¦ase, ?todav¨ªa!, la web de la Archidi¨®cesis de Madrid), una invenci¨®n decisiva en el operativo propagand¨ªstico que precedi¨® al decreto de expulsi¨®n.
No es tan f¨¢cil regresar desde lo desconocido. Se est¨¢ bien en el misterio
Pero Judas sigue siendo Judas. Un malo estructural. El traidor imprescindible en el relato de la muerte de Jes¨²s. Por eso tengo la impresi¨®n, con el libro Judas, de Amos Oz, bajo el brazo, de que soy el ¨²nico que llevo un artefacto de verdad, en medio de tanta pamplina b¨¦lica. Lo que muchos pensar¨¢n: ¡°?Ah¨ª va un pureta con un libro en la mano!¡±. No saben que lo que llevo es un peligro. Los Magos me han recompensado por aquella cicater¨ªa de la infancia.
La novela de Amos Oz te sumerge en la zozobra, en un desasosiego personal y colectivo, en una lenta impaciencia que pone todo en vilo, al acecho, y a la vez detenido en este tiempo de colapso hist¨®rico. En Jerusal¨¦n, donde transcurre la historia, en Oriente Pr¨®ximo, y en esa aldea global que es el planeta Tierra. El personaje central es un joven hebreo, Shmuel Ash, idealista y revolucionario, investigador de un asunto que lo apasiona y perturba, ¡°Jes¨²s a ojos de los jud¨ªos¡±, y obsesionado con la figura de Judas Iscariote. Shmuel Ash escribe en una de sus notas: ¡°Judas Iscariote es el fundador de la religi¨®n cristiana¡±. Podr¨ªa parecer una provocaci¨®n. La gran literatura, y la de Amos Oz lo es con excelencia, est¨¢ para ordenar y desordenar. As¨ª que lo que parece una boutade es en realidad el comienzo de un viaje fascinante hacia lo desconocido.
Yo lo he hecho, el viaje, y escribo desde all¨ª. No es tan f¨¢cil regresar desde lo desconocido. Se est¨¢ bien en el misterio. Sobre todo si en la realidad te espera una multitud disfrazada de los malvados Darth Vader y Kilo Ren con espada cruz de ne¨®n.
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