El invierno de nuestros descontentos
Ahora es imposible imaginar qu¨¦ poeta ser¨ªa capaz de arreglar en Espa?a lo que nos espera despu¨¦s de la que est¨¢ cayendo
En los momentos m¨¢s tristes, que son casi todos, del montaje de Los hermanos Karamazov que protagoniza Juan Echanove y dirige Gerardo Vera en el teatro Valle Incl¨¢n de Madrid cae la nieve como un esp¨ªritu oscuro. Parece que esa blancura g¨¦lida, terrible, representa en su hondura cegadora la parte visible de la sangre que va a aparecer a continuaci¨®n, cuando se tuerza al fin la vida dif¨ªcil de esa familia desintegrada a partir de cuya experiencia imposible describi¨® Dostoievski la maldad.
Para Juan Rulfo, la nieve era una aspiraci¨®n; claro, viv¨ªa en M¨¦xico, y para ¨¦l esa realidad que domina las monta?as m¨¢s altas era inalcanzable a la altura del hombre en Jalisco. Por eso la nieve era, en su imaginaci¨®n, una quimera. Para Orson Welles, en ese rosebud nevado que ca¨ªa de la mano del Ciudadano Kane habitaba una misteriosa memoria que a ¨¦l lo hac¨ªa feliz, o nost¨¢lgico, de otra felicidad que ya se iba con la muerte.
El invierno tiene mala prensa, aunque ha producido enormes obras de arte, en todos los siglos. William Shakespeare hablaba del invierno de nuestro descontento, en un pa¨ªs cuya geograf¨ªa est¨¢ acostumbrada a los latigazos del fr¨ªo. En este tiempo, en Espa?a, ha habido una ilusi¨®n ¨®ptica: la gente cre¨ªa que el invierno no iba a llegar nunca. Esa ilusi¨®n ven¨ªa dada porque los partes meteorol¨®gicos del norte daban temperaturas c¨¢lidas en los lugares donde siempre hizo fr¨ªo a estas alturas.
Y de pronto ayer lleg¨® el invierno y la gente se recogi¨® del temor de los temporales. Nunca es para tanto; en Espa?a no pasa como en Inglaterra, que se paraliza todo porque se produce una inundaci¨®n o una sequ¨ªa; aqu¨ª tenemos, en bastantes zonas (sobre todo en Canarias, ojo), un tiempo bastante m¨¢s equilibrado que el que se sufre en el norte de verdad; ya forma parte de la costumbre: si un d¨ªa se detuviera all¨ª el invierno declarar¨ªan estado catastr¨®fico. En Inglaterra, por cierto, hubo demasiado sol en junio de 1975, por ejemplo, y el Gobierno de la ¨¦poca declar¨® al segundo d¨ªa de esa secura ¡°emergencia nacional¡± y puso en funcionamiento un Ministerio de la Sequ¨ªa. Luego se nubl¨® de nuevo y el ministro, que se apellidaba Howe, pas¨® a ser ministro de Deportes.
Lo cierto es que aqu¨ª ha llegado el invierno, que se convierte en met¨¢fora, como aquel infierno tan temido que describi¨® Juan Carlos Onetti. Pasar¨¢, todo pasar¨¢, como dice Milena Busquets; pero ser¨¢ incapaz de llevarse esta ventolera ri?as que no son como las de los Karamazov, sin duda, pero que s¨ª han hecho aparecer, simb¨®licamente, sangre sobre la nieve. De norte a sur un fr¨ªo inclemente, y no solo meteorol¨®gico, est¨¢ sembrando este invierno de nuestros descontentos espa?oles. Dec¨ªa Fernando Vallejo, el escritor colombiano, hablando de la situaci¨®n de hace algunos a?os en su pa¨ªs, que aquello lo arreglaban ¡°medio siglo y un poeta¡±. Ahora es imposible imaginar qu¨¦ poeta ser¨ªa capaz de arreglar aqu¨ª lo que nos espera despu¨¦s de la que est¨¢ cayendo en esta parte del siglo en el que empieza a nevar fuerte.
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