Viajes a Cuba
Quienes llegan hoy a la isla no buscan una utop¨ªa sino un negocio, pero queda mucho por hacer
Las estad¨ªsticas m¨¢s confiables hablan de un crecimiento de la pobreza, la desigualdad y la emigraci¨®n joven m¨¢s acelerado que el del mercado, las inversiones, los cr¨¦ditos y la productividad interna. Retratan un pa¨ªs econ¨®micamente estancado y pol¨ªticamente inerte, gobernado por un partido comunista ¨²nico y un pu?ado de l¨ªderes octogenarios. Pero a¨²n as¨ª, la vida diplom¨¢tica en La Habana es cada vez m¨¢s intensa y su impacto se percibe m¨¢s all¨¢ del circuito consular, en la peque?a zona gentrificada de la ciudad, en paladares, galer¨ªas, clubes de salsa y mansiones de la nueva ¨¦lite.
En los ¨²ltimos a?os han viajado a Cuba m¨¢s estadistas y pol¨ªticos del capitalismo global que en toda la historia de ese comunismo caribe?o: Hollande, Kerry, el papa Francisco, l¨ªderes europeos, senadores, representantes y gobernadores de Estados Unidos. En los sesenta viajaban ide¨®logos de la descolonizaci¨®n y la Nueva Izquierda, Sartre y Wright Mills. En los setenta, jerarcas del socialismo real: Brezhnev, Ceausescu, Honecker. En los ochenta hubo un brev¨ªsimo lapso reformista y Felipe Gonz¨¢lez y Mija¨ªl Gorbachov pasaron por all¨ª. En los noventa lleg¨® el turno del altermundismo, de los Chomskys y los Galeanos, los Saramagos y los Ch¨¢vez.
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Hasta hace poco, la diplomacia cubana se dedicaba a construir alternativas globales. Fuera armando guerrillas en Am¨¦rica Latina o en ?frica, solidariz¨¢ndose con los nacionalismos del Tercer Mundo, pactando con los sovi¨¦ticos o alentando el neopopulismo, Fidel Castro hizo de Cuba un lugar de peregrinaci¨®n de todos los radicalismos: montoneros y comunistas, te¨®logos de la liberaci¨®n e islamistas, guevaristas y allendistas, separatistas vascos y panteras negras, neozapatistas y globalif¨®bicos. S¨®lo quedaron fuera los trotskistas y los anarquistas.
Lo que significaba Cuba para esos viajeros pod¨ªa ser tan distinto como un socialismo libertario y un totalitarismo estalinista, pero la seducci¨®n part¨ªa de una sociedad no capitalista y no democr¨¢tica, aunque situada en el coraz¨®n de Occidente. Hasta la ¡°batalla de ideas¡± (1998-2006), cuando en los obsesivos desfiles se distingu¨ªan hijos del ayatol¨¢ Jomeini y banderas de las FARC, Cuba fue santuario de una izquierda extremista que, sin embargo, ya ve¨ªa la isla como s¨ªmbolo o aliado geopol¨ªtico y no como modelo a seguir.
Hoy es otra cosa. Los que viajan, pol¨ªticos o empresarios, galeristas o productores, estrellas o turistas, buscan m¨¢s un mercado que una utop¨ªa. Quienes venden la isla, desde el poder, han aprendido a ofrecer al viajero lo que ¨¦ste busca: una anomal¨ªa amigable, un lugar intenso y superficial, adelantado en su atraso, sin Internet, ni derechos pol¨ªticos, pero con reggaet¨®n y lindas playas. El cubano de a pie recibe al viajero con una mezcla de orgullo y melancol¨ªa, admira a Obama y desconf¨ªa de Ra¨²l, sabe que no vive bien, pero no tiene c¨®mo mejorar.
Esa Cuba expuesta al contacto con el viajero es, en todo caso, una minor¨ªa o una burbuja de la capital y otros polos tur¨ªsticos. La mayor parte de la poblaci¨®n vive en moneda no convertible, con salarios miserables, a expensas de subsidios que no llenan la canasta de consumo. Si la econom¨ªa no se abre al cr¨¦dito y la inversi¨®n, incluyendo fuentes del capital cubanoamericano, y a la peque?a y mediana empresa, la disparidad social crecer¨¢. Para que eso suceda el r¨¦gimen pol¨ªtico debe flexibilizarse, algo que aterra a la ¨¦lite del poder.
La Cuba diplom¨¢tica es muy distinta a la mayor¨ªa ciudadana, pero, tambi¨¦n, a la Cuba oficial de Granma, la Mesa Redonda y el PCC, donde pareciera que el muro de Berl¨ªn no ha ca¨ªdo y Ch¨¢vez no ha muerto. Lo ¨²nico en com¨²n es que esos tres pa¨ªses depositan sus esperanzas en el exterior. La nueva clase espera por el capital for¨¢neo, los ciudadanos por las remesas o la loter¨ªa de las visas y el oficialismo por el ¡°fin del bloqueo y la ley asesina¡±. No es extra?o que la mayor expectativa de unos y otros sea un viaje de Barack Obama.
Si es verdad, como anunciaba hace d¨ªas el New York Times, que Obama visitar¨¢ Cuba en marzo, durante su gira por Colombia y Argentina, donde, por cierto, respaldar¨¢ a Gobiernos que La Habana considera ¡°neoliberales¡±, no est¨¢ de m¨¢s recordar que el presidente llegar¨¢ d¨ªas antes del VII Congreso del Partido Comunista, donde deber¨¢ prepararse la sucesi¨®n de poderes de 2018. Ser¨ªa muy extra?o que Obama no acompa?e su visita con un llamado a la reforma pol¨ªtica y a la extensi¨®n de libertades p¨²blicas en la isla. M¨¢s extra?o ser¨ªa que los gobernantes cubanos le hagan caso.
Rafael Rojas es historiador.
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