Los clubes son responsables
Las directivas guardan un silencio llamativo ante los desprop¨®sitos de los jugadores
Con demasiada frecuencia, los jugadores de f¨²tbol de ¨¦lite en la Primera Divisi¨®n espa?ola protagonizan conductas reprobables ¡ªcuando no predelictivas¡ª, impropias de deportistas conscientes de su responsabilidad. El caso m¨¢s reciente es el del jugador del Bar?a Luis Su¨¢rez, que roz¨® el matonismo en el ¨²ltimo partido contra el Espanyol; o del espanyolista Diop, que al t¨¦rmino del encuentro declar¨®: ¡°Si hubi¨¦ramos sido violentos algunos jugadores habr¨ªan salido en camilla¡±; o el est¨²pido desaf¨ªo entre varios para proseguir el enfrentamiento tras el partido. No se trata de los roces habituales dentro de un campo de f¨²tbol, que pasan y se olvidan; el partido discurri¨® por cauces de hostilidad y resentimiento, preparado por declaraciones inoportunas de directivos de ambos equipos, en los que, sin duda, jug¨® un papel importante lo que representan ambos clubes en el ¨¢mbito pol¨ªtico catal¨¢n.
Pero hay m¨¢s. Dos jugadores del Real Madrid han protagonizado episodios preocupantes, adem¨¢s de grotescos. Karim Benzema est¨¢ investigado por la justicia francesa por su implicaci¨®n en un supuesto chantaje sexual a su compa?ero Valbuena; y James, sorprendido en la M-40 circulando a 200 kil¨®metros por hora, forz¨® a la polic¨ªa a una persecuci¨®n cinematogr¨¢fica.
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La acumulaci¨®n de violencias y desprop¨®sitos obliga a preguntarse si los clubes de f¨²tbol disponen de un c¨®digo ¨¦tico que deben cumplir los jugadores; o, si lo tienen, se dignan aplicarlo. Por el contrario, parece que las directivas miran hacia otro lado cuando una de sus estrellas se comporta de manera zafia o directamente ofensiva; y, a veces, salen en su defensa a destiempo, implicando indecorosamente al club en las fechor¨ªas de sus empleados. Los jugadores de ¨¦lite no cobran millones al a?o solo por golpear con acierto un bal¨®n; representan a una sociedad y tienen un papel que cumplir a cambio de sus cuantiosas soldadas. Eso incluye, por lo menos, pagar impuestos, acreditar una conducta razonable dentro y fuera del campo y evitar la incitaci¨®n a la violencia.
Su¨¢rez ya ha sido castigado por el comit¨¦ correspondiente; quiz¨¢ otros jugadores lo sean. Es justo y conveniente. Pero el silencio llamativo y ofensivo es el de sus propios clubes, que son los que, en primera instancia, deber¨ªan sancionar las conductas desbocadas; al no hacerlo, incurren en una clara responsabilidad.
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