La identidad china de Tapachula
Todas las ciudades tienen su propio sabor local, su idiosincrasia, su personalidad. La marcan, por ejemplo, su gastronom¨ªa o sus fiestas. En Tapachula, en la regi¨®n de Soconusco, en la costa chiapaneca, una parte esencial de su comida t¨ªpica y de sus celebraciones tradicionales son... chinas. En efecto, si uno se acerca por la zona de comidas del mercado San Juan, podr¨¢ constatar la proliferaci¨®n de peque?os restaurantes chinos que preparan la comida a la vista: chao min, shop suey, kai tian o toda una variedad de platos de pato o tortuga, que ya son parte de la imagen de la ciudad. Sus propietarios son descendientes de los chinos que llegaron a las costas de Chiapas a finales del siglo XIX, la mayor¨ªa a trabajar en los cafetales o en el ferrocarril, y que acabaron encontrando, primero en el peque?o comercio y enseguida en la restauraci¨®n, un recurso no solo para sobrevivir, sino tambi¨¦n merecer la mejor consideraci¨®n social.
Algo parecido pasa con el calendario festivo tapachulteco. En cuanto aparece la segunda luna nueva despu¨¦s del solsticio de invierno, se sabe que dar¨¢n comienzo las celebraciones del A?o Nuevo Chino, entre las m¨¢s importantes de la ciudad. Y, como cada a?o, se ver¨¢ danzar a los Dragones por la Avenida Central Norte y por la Poniente, para encontrarse finalmente en el Parque Central Miguel Hernando.
Estos aspectos de la presencia cultural china en Chiapas es uno de los aspectos estudiados por Miguel Lisbona, antrop¨®logo catal¨¢n de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico, en un libro espl¨¦ndido, en que se escruta de manera rigurosa y exhaustiva la historia y la actualidad de la presencia de origen chino en Chiapas: All¨ª donde lleguen las olas del mar. Pasado y presente de los chinos en Chiapas (UNAM, 2015). Su asunto es el asentamiento chino en Tapachula y en otras ciudades de aquel estado ¡ªCintalapa, Huixtla, Ciudad Hidalgo...¡ª, pero podr¨ªa haberlo sido el de los chinos de Mexicali, Sinaloa, Jalisco, Colima, Tamaulipas, Guerrero, Puebla o del Barrio Chino de Ciudad de M¨¦xico, en la calle Dolores, cerca de la Alameda Central. O en Torre¨®n, en Coahuila, o Monterrey, en Nuevo Le¨®n, ciudades del norte mexicano que conocieron progromos antichinos en 1911 y 1913 respectivamente, durante la persecuci¨®n que sufri¨® esa comunidad asi¨¢tica en el siglo pasado y que caus¨® miles de muertes entre sus miembros entre 1911 y 1934.
El caso de la inmigraci¨®n china a ciudades mexicanas viene a ilustrar una teor¨ªa que no ha hecho sino obtener pruebas por doquier y siempre. Aquel al que pudimos llamar "inmigrante" es, al llegar a una ciudad cualquiera, un explorador, un naturalista que analiza la conducta de sus habitantes, a quienes intenta imitar en ciertos aspectos para que le hagan aceptable. Ahora bien, no por ello renuncia del todo a ser quien era. De alguna manera, se deja colonizar por quienes ser¨¢n sus vecinos, pero lo hace muchas veces manteniendo, reforzando, incluso invent¨¢ndose, rasgos identitarios propios, que permiten que su inmersi¨®n en el nuevo contexto urbano se lleve a cabo manteniendo un cierto sentido de pertenencia, al que no le son ajenas redes de ayuda mutua y que se traduce en puestas en escena de una determinada singularidad compartida.
Por decirlo de otra manera: el mantenimiento de ciertas particularidades tomadas o inspiradas en la cultura de origen de los llegados a la ciudad no son un obst¨¢culo para eso que se da en llamar "su integraci¨®n", sino un instrumento para evitar precisamente su desintegraci¨®n, es decir la p¨¦rdida de los referentes que le proveen de un m¨ªnimo de estabilidad y confianza personales.
Ahora bien, como explorador de comarcas que desconoce, tambi¨¦n el "inmigrante" es un colonizador, una especie de contrabandista de productos culturales con el destino indefectible de modificar las condiciones que ha encontrado al llegar. El inmigrante, que se presenta como aculturado por antonomasia, es tambi¨¦n un culturizador. Cuando dos comunidades urbanas, una anfitriona y la otra reci¨¦n llegada, deciden negociar los t¨¦rminos de su copresencia, los repertorios simb¨®licos respectivos son alterados por la acci¨®n de una energ¨ªa que vuelve a mezclar los elementos para producir una nueva configuraci¨®n.
El resultado: esos fen¨®menos de polinizaci¨®n cultural que afectan felizmente a todas las ciudades del mundo. Por mantenernos en el caso de la comida y de la fiesta, pensemos en cu¨¢ntos ejemplos vendr¨ªan a demostrarlo: el auge de la comida peruana en Santiago de Chile; la pizza estilo Chicago; la comida r¨¢pida t¨ªpica de Berl¨ªn: el kebab turco; el carnaval antillano de Notting Hill, en Londres; la St. Patrick's Day Parade de Nueva York, o la Feria de Abril andaluza en Barcelona, sin duda la expresi¨®n de cultura popular m¨¢s masiva en Catalu?a, hoy.
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