Catalu?a: de perdidos, al r¨ªo
En el intento de los independentistas por salvar el honor y el poder los costes pueden ser inmensos
La elecci¨®n in extremis de Carles Puigdemont como nuevo presidente de la Generalitat ha evitado el peor de los escenarios posibles para el bloque separatista. Ir a marzo, a unas nuevas elecciones, hubiera supuesto enterrar la pulsi¨®n secesionista durante una larga temporada, tras unos meses de fuerte rid¨ªculo. El colapso hubiera sido solo atribuible a su incapacidad por resolver el rechazo visceral que generaba la figura de Artur Mas en un sector mayoritario de la CUP. La negativa de ¨¦ste a ceder el cargo hubiera subrayado su personalidad eg¨®latra y fijado claramente el oportunismo de su conversi¨®n al secesionismo en 2012. Ir a marzo hubiera debilitado estructuralmente al movimiento separatista y a todo su entramado asociativo y medi¨¢tico. Por muchos esfuerzos que hubieran dedicado los opinadores m¨¢s influyentes del masismo, unas nuevas elecciones no pod¨ªan ser vendidas como una segunda vuelta de las celebradas el pasado 27-S, supuestamente plebiscitarias, y para las que JxS¨ª solicit¨® nada menos que ¡°el voto de tu vida¡±. De entrada porque ERC ya anticip¨® su deseo de no repetir dicha coalici¨®n en ese ambiente de des¨¢nimo. Los partidos separatistas se hubieran enzarzado en una guerra de reproches, atribuy¨¦ndose mutuamente el fracaso de una legislatura pensada para llevar a cabo la ¡°desconexi¨®n¡±.
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Pero por encima de todas estas razones, el inter¨¦s partidista de CDC ha sido definitivo. En marzo corr¨ªa el riesgo no solo de situarse en una posici¨®n subalterna, cediendo la presidencia de la Generalitat al republicano Oriol Junqueras, sino que incluso estaba en juego la posibilidad de perder todo el poder auton¨®mico tras un pacto de las fuerzas de izquierda, a partir del auge electoral de la formaci¨®n de Ada Colau en alianza con Podemos. La implosi¨®n del separatismo hubiera dejado a la llamada izquierda alternativa, que abandera la demanda de un refer¨¦ndum, en una posici¨®n inmejorable para recoger buena parte de esa frustraci¨®n. A la hora de la verdad, la ¨²nica l¨®gica que cuenta en pol¨ªtica es salvar el poder y, si es posible, el honor. Evitar las elecciones en marzo permit¨ªa a CDC reinventarse desde el poder y a Mas salir con honor sin renunciar tampoco un d¨ªa a volver.
Una nueva convocatoria electoral supon¨ªa el colapso del separatismo por una larga temporada. Ahora bien, el destino final sigue siendo el mismo, la frustraci¨®n del independentismo, ya que la secesi¨®n unilateral es un camino intransitable, que no cuenta con el apoyo de la mayor¨ªa de los catalanes. La diferencia es que ahora est¨¢n m¨¢s obligados que nunca a intentarlo. A ir hasta el final con ¡°valent¨ªa pero sin temeridad¡±, dijo Puigdemont, provocando la intervenci¨®n de la Generalitat por parte del Estado e incluso la inhabilitaci¨®n del Ejecutivo catal¨¢n. Saben que en el choque perder¨¢n, pero con la esperanza de enquistar un conflicto en la sociedad catalana de dolorosas consecuencias que les devuelva pronto al poder, ensanchando por el camino su base independentista en unas nuevas elecciones. La diferencia es que, en marzo, el fracaso hubiera sido propio, interno, casi esperp¨¦ntico. Ahora, sin embargo, el fracaso se convertir¨¢ en una derrota frente a un Estado opresor, frustraci¨®n que ser¨¢ socializada y que cuenta con un nuevo presidente mucho m¨¢s dispuesto a inmolarse que el anterior. Su perfil no deja lugar a dudas. Por si fuera poco ha presidido una entidad como la Asociaci¨®n de Municipios por la Independencia, una aut¨¦ntica anomal¨ªa democr¨¢tica, cuya fondo ideol¨®gico es supremacista y xen¨®fobo. El programa de Puigdemont es el de Mas, pero purificado de la sombra de corrupci¨®n del pujolismo.
El veh¨ªculo para superar el rid¨ªculo de los ¨²ltimos meses y acumular nuevas fuerzas va a ser el llamado proceso constituyente, que Oriol Junqueras, vicepresidente del nuevo Gobierno, ya ha avanzado que va a tener episodios de desobediencia y de resistencia pac¨ªfica, de tipo ¡°gandhiano¡±. No est¨¢ nada claro que vayan a lograr el ¨¦xtasis popular. La ventaja del nacionalismo catal¨¢n es que cuenta con el control casi absoluto de las instituciones, del poder en el territorio. El papel de las corporaciones locales va a ser clave en la estrategia del desacato. Su objetivo no amaga nada: socializar el conflicto, sacar r¨¦dito de la frustraci¨®n y el victimismo. Un fracaso que solo ser¨¢ atribuible, claro est¨¢, al maligno Estado espa?ol. De perdidos, al r¨ªo, se dijeron pocas horas antes de que cayera la legislatura. En el intento por salvar el poder y el honor los costes sociales pueden ser inmensos.
Joaquim Coll es historiador y vicepresidente de Societat Civil Catalana.
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