La violaci¨®n de guerra o el virus del rechazo
La guerra de independencia de Bangladesh concluy¨® hace m¨¢s de cuatro d¨¦cadas, pero miles de mujeres que fueron v¨ªctimas de violencia sexual han sido penalizadas por la sociedad
Dicen que toda guerra tiene sus h¨¦roes y sus verdugos. Y en el medio queda un ej¨¦rcito de olvidados, v¨ªctimas de un conflicto que nunca buscaron pero se encontraron de frente. Cuando en 1971 Bangladesh se separ¨® de Pakist¨¢n tras nueve meses contando millones de muertos y refugiados, Rajavala Devi tal vez sintiera un alivio. Pero 44 a?os despu¨¦s no ha podido deshacerse del lastre de lo vivido en ese periodo porque cada d¨ªa la sociedad se lo ha recordado. Es como si tuviera un virus incurable. Rajavala tiene hoy 80 a?os y aunque casi no ve ni oye, te agarra entre sus brazos esperando quiz¨¢s que el contacto f¨ªsico sirva para atenuar el dolor que carga. Ella es una de las decenas de miles de mujeres que sufrieron la violencia sexual de los soldados paquistan¨ªes y milicianos afines, una estrategia sistem¨¢tica del terror que rompi¨® familias, desencaden¨® miles de abortos y llev¨® a la gran mayor¨ªa de las v¨ªctimas a un silencioso ostracismo tras el conflicto para sortear el estigma social.
Ahora, d¨¦cadas despu¨¦s de los hechos, el Gobierno banglades¨ª ha decidido conceder a este colectivo el estatuto de luchadoras de la libertad, que en la pr¨¢ctica supone recibir una pensi¨®n y situarlas a la altura de esos guerrilleros armados con rifles que por las noches atacaban al ej¨¦rcito enemigo en sus barracones o lo emboscaban entre arrozales mientras las birangonas, (mujeres valientes, en bengal¨ª) como se las conoce en Bangladesh, permanec¨ªan desprotegidas en las aldeas.
Traumas inolvidables
"El dinero del Gobierno me servir¨¢ de gran ayuda. Nunca he tenido suficiente ni para comer", dice mientras esboza una mueca que aspira a parecerse a una sonrisa y muestra el precario estado de las cuatro paredes de metal sobre suelo de tierra entre las que vive en una aldea de medio millar de habitantes junto a la ciudad de Sirajganj, en el norte de Bangladesh. "Por aqu¨ª entra el agua cuando llueve", indica tras encender una vela para deshacer la oscuridad.
"Se llevaron a varias mujeres que nunca m¨¢s volvimos a ver. A mi marido lo ataron a un ¨¢rbol y a m¨ª me condujeron a ese bosque de bamb¨²" V¨ªctima de violaci¨®n
Los militares se paseaban por all¨ª porque su campamento estaba cerca. Pero un d¨ªa, en lugar de pasearse, decidieron prender fuego al pueblo. "Se llevaron a varias mujeres que nunca m¨¢s volvimos a ver. A mi marido lo ataron a un ¨¢rbol y a m¨ª me condujeron a ese bosque de bamb¨²", recuerda. A medida que progresa el relato, sus ojos cansados se nublan. Se toca el cuerpo, la cabeza ¡ª"aqu¨ª, aqu¨ª y aqu¨ª"¡ª para se?alar el pecho que perdi¨® y las heridas que conserva de las agresiones sufridas tras resistirse. A su regreso del bosque ya nada era igual. Su beb¨¦ de mes y medio hab¨ªa sido asesinado y ella estaba marcada de por vida.
Persecuci¨®n de minor¨ªas y traidores
Las atrocidades se cometieron contra todo tipo de comunidades que fueron consideradas traidoras con la idea de Pakist¨¢n, aunque en el caso de Rajavala, el hecho de ser hind¨² fue un agravante en una contienda en la que la religi¨®n desempe?¨® un papel importante. "Las minor¨ªas religiosas fueron especialmente atacadas", explica el profesor de Historia por la Universidad de Dacca A.M. Delwar Hossain, que en los ¨²ltimos a?os ha dedicado buena parte de su tiempo a defender los derechos del colectivo, un trabajo que se considera clave en la decisi¨®n del Gobierno de revisar ahora su situaci¨®n. En torno a un 20 % de las 60 mujeres a las que ha estado proporcionando ayuda, como dinero o cabezas de ganado, son hind¨²es. "No hay un recuento exacto de cu¨¢ntos casos hubo. La estimaci¨®n es que unas 200.000 mujeres fueron violadas en la guerra, pero a la gran mayor¨ªa no se las tiene localizadas. Es comprensible. A las birangonas se las ha tratado como prostitutas. Ha habido una actitud muy negativa. Tras el conflicto muchos de sus maridos se divorciaron de ellas. Otras han tenido enormes problemas para casarse o han sido abandonadas por sus familias", subraya.
Abandono y estigma
El esposo de Rajavala, "un buen hombre", permaneci¨® a su lado hasta que muri¨® a pesar de la oposici¨®n de suegros y parientes. Sin embargo, pocas mujeres corrieron la misma fortuna. "Mi marido nunca regres¨®. Pensaba que estaba infectada. La gente me acus¨® de haber querido estar con los soldados paquistan¨ªes por voluntad propia", lamenta Shamsun Nahar.
La estimaci¨®n es que unas 200.000 mujeres fueron violadas
Shamsun no hab¨ªa cumplido a¨²n la mayor¨ªa de edad en 1971 cuando de repente un d¨ªa, despu¨¦s de semanas pegada a la radio siguiendo los acontecimientos, la violencia y la destrucci¨®n sacudieron su pueblo. A sus sesenta a?os mantiene una mirada joven, casi infantil, pero su cuerpo est¨¢ lleno de achaques. Apenas puede moverse porque tiene una pierna paralizada. "Yo me qued¨¦ sola en casa. Casi todo el mundo, sobre todo los hombres, huyeron ¡ªrelata¡ª. Entonces llegaron cuatro soldados y me forzaron... No s¨¦ qu¨¦ dec¨ªan porque hablaban en urdu y yo solo entiendo bengal¨ª".
Su voz se detiene en la penumbra de esa habitaci¨®n en la que con dificultad entra una suerte de somier y un retrete contiguo. Para intentar rehacer su vida despu¨¦s del conflicto, Shamsun march¨® de su aldea a otro lugar de la regi¨®n y, tras trabajar unos a?os como sirvienta, un hombre mucho mayor que ella acept¨® tomarla como tercera esposa. "No es f¨¢cil ser la tercera mujer de nadie, pero mi condici¨®n era lamentable y ¨¦l quiso casarse conmigo a pesar de conocer mi pasado", sostiene. Tuvieron dos hijas. "Un d¨ªa sin ofrecerme razones decidi¨® divorciarse de m¨ª". Shamsun suspira. Son suspiros de tristeza. De eso hace ya 14 a?os. 14 a?os de soledad que hubieran sido inasumibles sin sus hijas.
Demandas de justicia
"Quiero que se haga justicia", dice, aunque se muestra convencida de que los verdaderos culpables nunca pagar¨¢n por lo que hicieron. En el ¨²ltimo lustro el Gobierno que encabeza la primera ministra Sheikh Hasina, hija de la que se considera la figura central de la guerra de independencia, ha promovido unos juicios por cr¨ªmenes contra la humanidad que en la pr¨¢ctica est¨¢n resultando en condenas de muerte contra l¨ªderes islamistas locales que se alinearon con el r¨¦gimen de Pakist¨¢n. A los condenados se les acusa a menudo de haber dirigido milicias que llevaron a los soldados a las zonas rurales y orquestaron las violaciones y matanzas. Hay voces fuera y dentro de Bangladesh que cuestionan la falta de independencia de estos procesos, aunque lo cierto tambi¨¦n es que la revisi¨®n de la memoria hist¨®rica ha sido un continuo tira y afloja en un pa¨ªs tremendamente polarizado pol¨ªticamente que enseguida se sumi¨® en golpes de Estado y reg¨ªmenes militares en sus primeras d¨¦cadas de existencia.
Los principales mandos castrenses paquistan¨ªes consiguieron de hecho un regreso seguro tras un acuerdo tripartito tres a?os despu¨¦s de la guerra entre Pakist¨¢n, Bangladesh y la India, cuyo Ej¨¦rcito particip¨® decisivamente en las postrimer¨ªas del conflicto para decantar la balanza de lado banglades¨ª y lograr la "liberaci¨®n", nombre institucional que recibe la victoria b¨¦lica.
En los primeros pasos del Bangladesh independiente, las birangonas recibieron cierto apoyo p¨²blico. Se lanzaron programas de asistencia, de integraci¨®n en el mercado laboral para mujeres que hab¨ªan perdido todo sustento familiar. Los peri¨®dicos de la ¨¦poca hablan adem¨¢s de iniciativas gubernamentales para conseguir casar a esas "hero¨ªnas de guerra", apodo utilizado entonces para elevar su moral por el primer ministro, Sheikh Mujibur Rehman, padre de la actual gobernante. Si bien, la prensa tambi¨¦n da cuenta de "disparatadas demandas", como elevadas dotes, por parte de los potenciales pretendientes.
Miles de abortos y ni?os abandonados
Pero exist¨ªan mayores preocupaciones que el matrimonio. Entre 20.000 y 30.000 mujeres quedaron embarazadas, seg¨²n algunos historiadores. Las que pertenec¨ªan a familias bien situadas marcharon en muchos casos a la cercana ciudad de Calcuta, en la vecina India, para practicar abortos, mientras que especialistas extranjeros se desplazaron al nuevo pa¨ªs para instruir a m¨¦dicos de zonas rurales en la interrupci¨®n de embarazos en estado avanzado. "Casi cada v¨ªctima de violaci¨®n ten¨ªa alguna enfermedad ven¨¦rea", dijo el doctor australiano Geoffrey Davis, del Centro Internacional de Investigaci¨®n y Aborto de Londres, al diario The New York Times cinco meses despu¨¦s del final de la guerra. Seg¨²n Davis, las historias de suicidios y abandono de beb¨¦s eran frecuentes en las muchas zonas rurales que visit¨®. Otros ni?os fueron dados en adopci¨®n a ciudadanos de pa¨ªses extranjeros como Holanda a trav¨¦s de diversas ONG.
Solo el hecho de haber sufrido una agresi¨®n sexual es una deshonra en Bangladesh
"Cinco chicas de la aldea se quedaron embarazadas. Abortaron secretamente", explica otra birangona, Surjo Begum. Lo que dice Surjo lo cuentan tambi¨¦n otras mujeres, siempre en tercera persona. "Solo el hecho de haber sufrido una violaci¨®n es una deshonra. Si aquellas que tuvieron que abortar o parieron compartieran su experiencia su vida ser¨ªa imposible", argumenta Mizanur Rehman, un colaborador del profesor Delwar Hossain en Sirajganj.
Surjo ten¨ªa 15 a?os cuando comenz¨® la guerra y la violencia atraves¨® su hogar completamente. Un primo muri¨® y ella sufri¨® junto a una hermana las zarpas de los soldados. "Me cuesta dormir por las noches todav¨ªa hoy. La imagen viene una y otra vez a mi mente y no la puedo borrar. Mi esposo huy¨®. Solo regres¨® despu¨¦s a mi lado por la presi¨®n de un l¨ªder local y porque estaba enfermo de tuberculosis y necesitaba cuidados. Ahora ya hace tres d¨¦cadas que muri¨®", dice.
Surjo, como todas, se derrumba cuando rememora los hechos, pero la conversaci¨®n sirve tambi¨¦n en cierto modo de terapia. "Es muy complicado vivir como si fueras un bicho raro. Solo espero que esta iniciativa sirva de ayuda y no se quede en promesa".
Ayuda s¨ª, pero solo para unas pocas
El Ministerio de Asuntos de la Guerra de Liberaci¨®n de Bangladesh aprob¨® en octubre un programa de ayuda para el colectivo de las birangonas. El plan, cuyas condiciones todav¨ªa se est¨¢n perfilando, contempla conceder una pensi¨®n mensual a estas mujeres de al menos 3.000 takas (unos 36 euros), cuotas en puestos de la Administraci¨®n p¨²blica y asistencia en educaci¨®n para sus hijos, seg¨²n el portavoz de ese Ministerio, Sufi Abdullahil Marouf.
Algunas fuentes del colectivo han expresado en las ¨²ltimas semanas que la dotaci¨®n final de la pensi¨®n podr¨ªa ser algo superior y situarse en torno a las 6.000 takas (72 euros). De momento, las autoridades han identificado a 41 beneficiarias para este programa, 13 de las cuales residen en los alrededores de la ciudad septentrional de Sirajganj. El resto lo hacen fundamentalmente en otras zonas rurales.
"Estamos tramitando unas 500 o 600 solicitudes m¨¢s. Llevar¨¢ tiempo concretar el n¨²mero final de beneficiarias. De las 200.000 mujeres que fueron v¨ªctimas de violencia sexual pensamos que solo una parte querr¨¢ acogerse al programa", explica Marouf. La fuente agrega que el escrutinio de las solicitudes ser¨¢ un "proceso complicado" porque "no hay documentos que certifiquen" la condici¨®n de esas mujeres, de manera que un comit¨¦ de expertos decidir¨¢ caso por caso en funci¨®n de testimonios de lugare?os que vivieron el conflicto.
"Es muy injusto. Una parte de m¨ª se perdi¨® en esa guerra y todav¨ªa no han incluido mi nombre en la lista oficial", lamenta Nur Jahan, que cree que la no inclusi¨®n en su caso se debe a problemas en sus documentos de identidad y certificado de nacimiento, en los que su nombre no est¨¢ deletreado correctamente.
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