Una broma perfectamente seria
Ya que se ha demostrado la disponibilidad de Rajoy para hablar con Puigdemont ?por qu¨¦ no conversan de verdad?
El humor imita a la vida. Le quita solemnidad a lo superfluo y deja desnudos a los reyes y a los s¨²bditos. Y a los presidentes del Gobierno. A Fidel Castro le hicieron bromas que lo dejaron jurando en arameo. A sesudos mandatarios que tienen puertas de acero en sus tel¨¦fonos (como Castro, eso imaginaba uno, o Evo Morales) se les colaron llamadas que los pusieron al l¨ªmite de su paciencia. Eso que pasa pone de manifiesto que tampoco est¨¢n bien cerradas las puertas del poder, y al poder le conviene que ocurra, por lo que le pas¨® ayer a Mariano Rajoy, presidente en funciones del Gobierno.
Ya ustedes saben la historia. Un periodista de una radio musical de Barcelona tuvo la ocurrencia de telefonear a La Moncloa, se salt¨® convenientemente los tr¨¢mites del establecimiento de la llamada y lleg¨® a Mariano Rajoy, teniendo ya en el tel¨¦fono a un imitador del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. Era tan convincente la voz imitada que Rajoy crey¨® que en efecto esa era la voz de Puigdemont y, tras los saludos habituales, se intercambiaron palabras muy educadas. Lo natural. Y quedaron para verse, en funci¨®n de la agenda de la semana pr¨®xima (bastante vac¨ªa para entonces, le dijo Rajoy). Este tipo de di¨¢logos en el que uno sabe que enga?a y el otro ignora que es enga?ado siempre producen verg¨¹enza ajena. A Rajoy le pareci¨® muy poco serio (lo dijo) y el periodista elogi¨® su fair play y lo emplaz¨® a llamar al verdadero Puigdemont. El presidente del Gobierno aguant¨® el tono, no se le escuch¨® irritado y la conversaci¨®n no termin¨®, ni mucho menos, con aquel legendario ¡°?maricons¨®n!¡± con que Fidel Castro dio por concluida la broma que hace a?os le hicieron desde una radio de Miami.
Bromas aparte, esta llamada y todo lo que sucedi¨® en su entretanto hay que tom¨¢rsela perfectamente en serio, porque de su tono y de su desarrollo cabe destacar algunas obviedades. En primer lugar, parece evidente que Rajoy esperaba que esa llamada fuera real, y en su tono resultaba expl¨ªcito que ¨¦l ten¨ªa ganas de hablar con el president de la Generalitat, como no pod¨ªa ser de otra manera (por usar la jerga ahora com¨²n en el lenguaje pol¨ªtico). No puede ser de otra manera porque entre el presidente y el president hace mucho tiempo que hay cosas de las que hablar.
Por el tono de Rajoy, no solo esperaba la llamada sino que la deseaba; ten¨ªa que quitarse de encima algunos impedimentos para dejar la agenda (bastante vac¨ªa) a disposici¨®n de ese encuentro en la cumbre o en la alta sierra. Esa disponibilidad de Rajoy contrasta con la imagen que se tiene del presidente en funciones. Y ya que la tiene, ?qu¨¦ tal si ahora se llaman de veras ¨¦l y Puigdemont, qu¨¦ m¨¢s da qui¨¦n llame antes, y hacen que la gente piense que este pa¨ªs no es de sordos engre¨ªdos que no pueden ni verse ni hablarse cuando en realidad parece que lo est¨¢n deseando? Otra cosa es, claro, que los autores de la llamada sintieran la necesidad de advertir al verdadero president, y no al presidente verdadero, que iban a dar a la publicidad la consecuencia de su truco... Pero, en fin, esas ya son otras historias.
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