Una propuesta para Catalu?a
El inmovilismo acrecienta el secesionismo. El refer¨¦ndum a la escocesa se ha celebrado, en parte, y cristaliza divisiones. La reforma constitucional federal es adecuada, pero tard¨ªa. Urge un pacto previo de blindaje catal¨¢n, en forma de disposici¨®n adicional r¨¢pida
Si la cuesti¨®n catalana es asunto clave para Espa?a entera ¡ªy ya todos reconocen que lo es¡ª, urge reencauzarla. Para lo que ser¨ªa de buen tino aprovechar este tiempo transitorio poniendo sobre la mesa nuevas ideas, o actualizar algunas olvidadas.
Porque de la receta aplicada hasta hoy por el Gobierno solo resulta cierta su inutilidad. El inmovilismo no sirvi¨® siquiera como muro de contenci¨®n. Al contrario, oper¨® con frecuencia como acicate y fermento del secesionismo; desaz¨®n de la mayor¨ªa de ciudadanos catalanes (que no es independentista); y levadura de melancol¨ªa de todos los espa?oles liberales.
Am¨¦n de que su traducci¨®n en la ¨²ltima legislatura, el neocentralismo legislativo y administrativo, agrav¨® esos problemas y contribuy¨® a desnaturalizar por fases el af¨¢n autonomista y descentralizador de la Constituci¨®n. As¨ª, imposibilit¨® la reforma (federal) del Senado; impidi¨® la eliminaci¨®n de duplicidades (al mantener ministerios de competencias redundantes); y paraliz¨® la modernizaci¨®n del Estado al comp¨¢s del principio europeo de subsidiariedad, o ejercicio de las competencias en el nivel de proximidad que sea m¨¢s eficiente (hacia abajo o hacia arriba).
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La salida inversa, la celebraci¨®n de un refer¨¦ndum sobre la independencia, a la escocesa, tendr¨ªa en abstracto m¨¢s recorrido, y mediante una lectura amplia, encaje legal suficiente en el art¨ªculo 92 de la Constituci¨®n. Pero ha sido desprestigiada por algunos de sus propios partidarios.
As¨ª, el formateo de la ilegalizada consulta informal del 9-N de 2014 como un verdadero refer¨¦ndum (a cuya legitimidad, por dem¨¢s, no cab¨ªa esperar para levantar ¡°estructuras de Estado¡± previamente decididas); la presentaci¨®n de las elecciones del 27-S de 2015 como un plebiscito; y la desleal interpretaci¨®n de confundir una (abultada) minor¨ªa del 47,8% con una mayor¨ªa, contra toda aritm¨¦tica, degradan la idea y no contribuyen hoy a legitimar pol¨ªticamente la reivindicaci¨®n de un refer¨¦ndum estrictamente sobre la independencia, que sus promotores fraguaron para la secesi¨®n. En cierto modo, ya lo organizaron.
Adem¨¢s, y esto es lo fundamental, una votaci¨®n de ese g¨¦nero consagrar¨ªa la divisi¨®n de la sociedad catalana en bloques cerrados, quiz¨¢ herm¨¦ticos; provocar¨ªa un efecto de emulaci¨®n en otros territorios; y plasmar¨ªa con escasa ventaja el gran riesgo, m¨¢s a¨²n en situaci¨®n polarizada, de graves p¨¦rdidas en un patrimonio com¨²n ¡ªel Estado democr¨¢tico y auton¨®mico¡ª acumulado tambi¨¦n por los catalanes. Incluidos en primera fila los nacionalistas (CiU, pero no solo ella), coautores de al menos el 75% o el 80% del acervo legislativo espa?ol, en mayor porcentaje, pues, que conservadores y socialistas.
De modo que sin rechazar de plano su eventualidad potencial, hay que buscar una salida mejor. A largo plazo lo es, con poca duda, la reforma constitucional federal que en primer lugar propusieron los socialistas (Hacia una estructura federal del Estado, Granada, 6/6/2013). Pero dado el extenso plazo necesario para su tramitaci¨®n ¡ªde al menos dos a?os¡ª no llegar¨ªa a tiempo. Ni de evitar el desangre de energ¨ªas catalanas, que gripa al conjunto. Ni de acudir proactivamente al encuentro de los nuevos j¨®venes, que en peso se pasan al secesionismo ante el car¨¢cter difuso, incierto o dubitativo de las alternativas. Adem¨¢s, la dificultad de alcanzar un consenso amplio en plazo operativo se agudiza en un paisaje pol¨ªtico que cambia a velocidad de v¨¦rtigo. Y la conveniencia de aligerar esta operaci¨®n de la alta fiebre territorial actual parece evidente.
El largo plazo de la reforma desangra energ¨ªas e invita a los j¨®venes, en masa, a pasar a ¡®indepes¡¯
Por eso, conviene acelerar. Y poner encima de la mesa la idea de un pacto (previo a la reforma constitucional) que sea sometido a votaci¨®n. Votar un acuerdo es siempre mejor que certificar un desacuerdo. Perseguir¨ªa actualizar el acuerdo territorial de 1978, hoy deshilachado, en un proceso muy ¨¢gil, m¨¢s reconstituyente que constituyente. ?C¨®mo? Mediante la fijaci¨®n de estrictas garant¨ªas de respeto a ¡°las competencias estrat¨¦gicas tales como las econ¨®mico-financieras, educativas, ling¨¹¨ªsticas y culturales¡± ¡ªcomo formul¨® quien luego se dir¨¢¡ª incorporando una capacidad expansiva de alcance y ambici¨®n justamente a acordar.
Este acuerdo deber¨ªa plasmar el reencuentro entre el (pr¨®ximo) Gobierno de Espa?a y el de la Generalitat, o en su defecto, de los partidos dispuestos a ello, o de la sociedad catalana. Porque su misi¨®n central no es solo ni primordialmente engarzar con los secesionistas inamovibles, sino con los instrumentales o t¨¢cticos (que reclaman lo imposible como v¨ªa para lograr, al menos, algo), y con la ingente masa de indignados por la tuerca recentralizadora.
As¨ª que la objeci¨®n de que un pacto de este tipo no satisfar¨ªa a los indepes, o solo por un tiempo, es conspicua, pero d¨¦bil, pues no son sus primeros destinatarios. Y tambi¨¦n porque si dura veinte a?os, albricias. Y porque pactar realidades no exige prohibir sue?os. Y porque casi nadie previ¨® hace unos a?os la evoluci¨®n de los secesionistas vascos, flamencos o quebequeses hacia su pragmatismo actual.
La mejor f¨®rmula t¨¦cnica disponible de cristalizar ese pacto es obra de un padre de la Constituci¨®n conservador, Miguel Herrero de Mi?¨®n. Primero la esboz¨® en su C¨¢diz a contrapelo (Galaxia Gutenberg, 2013), y luego la detall¨® en Para el reconocimiento constitucional de Catalu?a, su espl¨¦ndido discurso ante el C¨ªrculo de Econom¨ªa (9/4/2014), endosado, entre otros, por Uni¨® Democr¨¤tica, que no por perder es hu¨¦rfana en esto de acierto.
La f¨®rmula de Herrero es flexible, r¨¢pida, votable, y abrir¨ªa camino al proceso reconstituyente federal
Consiste en lo que ¨¦l denomina ¡°blindaje¡± de las competencias (enumeradas m¨¢s arriba) mediante una ¡°mutaci¨®n constitucional¡± por v¨ªa de pacto pol¨ªtico entre partidos e instituciones, en la senda de la relectura de la Carta Magna propugnada por Enric Argullol (Desenvolupar l'autogovern, Emp¨²ries, 2000). O bien, lo que resultar¨ªa m¨¢s s¨®lido y cre¨ªble, mediante la aprobaci¨®n de una disposici¨®n adicional a la Constituci¨®n: de nueva redacci¨®n o mediante la ampliaci¨®n a Catalu?a de la actual adicional primera (Euskadi y Navarra).
Las virtudes de esta f¨®rmula son grandes. Es flexible en cuanto a su contenido (de m¨ªnimos, m¨¢ximos o intermedios). Es r¨¢pida porque se vehicula a trav¨¦s de la reforma constitucional expr¨¦s (la del art¨ªculo 167), la misma empleada para la reforma del art¨ªculo 135 (estabilidad presupuestaria).
Por esa v¨ªa, o por la de un pacto pol¨ªtico redirigible a una revisi¨®n estatutaria se puede encauzar el problema. Y reducir la tensi¨®n, requisito imprescindible para una posterior reforma constitucional federal a fondo, que resultar¨ªa pol¨ªticamente inviable sin el concurso activo de los catalanes.
Y ah¨ª ya operar¨ªa un marco general m¨¢s favorable para todos, el dise?o de Granada, tan injustamente olvidado en su detalle (incluso por algunos de sus autores del PSOE): reconocer y constitucionalizar los hechos diferenciales, convertir al Senado en c¨¢mara territorial (a la alemana), reformar y simplificar las competencias centrales y auton¨®micas, federalizar la Justicia e incorporar el esquema de la financiaci¨®n auton¨®mica a la Carta Magna.
Todo esto exige cesiones mutuas, s¨ª. Pero ?por qu¨¦ las rupturas ser¨ªan mejor opci¨®n que las renuncias?
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