El nuevo rumbo
Est¨¢ en juego estas semanas el cr¨¦dito de toda la izquierda ante un ciclo hist¨®rico diferente
El terrorismo verbal contra un Gobierno de izquierdas suena muy sobreexcitado en los ¨²ltimos d¨ªas, como suena sobreactuado alg¨²n desplante a cuenta de las sonrisas del destino. Por lo visto, nada es ya normal o todo ha dejado de ser previsible, como si los resultados del 20-D hubiesen sacado de su sitio los goznes de algunas puertas. Es verdad que no hab¨ªa costumbre alguna de ver desembarcar en el Parlamento a 40 diputados de un partido seminuevo, Ciudadanos, ni menos todav¨ªa los 69 agrupados en Podemos, nuevo del todo. Ninguno est¨¢ ah¨ª para engordar los m¨¢rgenes del poder sino para disputar con el PSOE el espacio pol¨ªtico que ha dejado un PP cautivo de sus cuatro a?os de ostentosa sordera dura. Junto al PSOE, esos dos partidos cubren casi dos tercios del Parlamento. Con los dos diputados de IU, que deber¨ªan ser respetados como aut¨¦nticos h¨¦roes (porque llevan encima cada uno medio mill¨®n de votos), sale uno menos que el PSOE del G¨¦nesis en 1982: 201 diputados.
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Partir de ese retrato ayuda a comprender los nervios de algunos sectores. Aspiran a que no se note, o se note lo menos posible, el cambio profundo que ha vivido el Parlamento y seguramente hacen lo que deben hacer: alarmismo catastrofista y t¨¢ctico. M¨¢s sorprendente es que la presi¨®n para buscar un acuerdo con el PP parezca llegar desde baron¨ªas altivas del PSOE. Pero tambi¨¦n en Extremadura o en Andaluc¨ªa el votante de izquierda y centro izquierda ha repartido su voto entre dos y hasta tres formaciones. Bajo la presidencia auton¨®mica de Susana D¨ªaz, el PSOE ha sacado un exiguo diputado m¨¢s que el PP (22 contra 21), mientras a Podemos le caen 10, y a Ciudadanos 8.
Una parte de los socialistas, sin embargo, registra sin registrarlo el cambio de ciclo que vive el pa¨ªs y recibe con recelo enf¨¢tico posibles acuerdos con Podemos. Los despachan en privado como aventurerismo irresponsable o potencialmente pendenciero. A Podemos se le suele imputar el populismo descarnado de aspirar al poder como sea porque, como todo el mundo sabe, el PP y el PSOE son actores pol¨ªticos con decidida vocaci¨®n de marginalidad e imperturbables ante la tentaci¨®n del poder. Unos son serios y los otros no, pero yo sigo sin entenderlo.
M¨¢s bien creo que est¨¢ en juego en estas semanas el cr¨¦dito de la izquierda en su conjunto, tanto del PSOE como de Podemos, e incluyo a un sector de Ciudadanos y, desde luego, al mill¨®n heroico de votantes de IU. La percepci¨®n de la necesidad de un cambio de poder ha dejado de ser intuitiva o demosc¨®pica; es pol¨ªtica porque esos 200 diputados encarnan la aspiraci¨®n a un nuevo Gobierno pero encarnan sobre todo un nuevo ciclo hist¨®rico que ata?e a la misma intimidad del Estado. Si algo ense?a el actual Parlamento, con corbatas y sin corbatas, es esa aspiraci¨®n repartida en siglas diversas pero no forzosamente enemigas. La pregunta est¨¢ en si el PSOE prefiere mimar pac¨ªficamente a su votante m¨¢s conservador y envejecido o aspira a armar esa renovaci¨®n de futuro con otras izquierdas, raras, a ratos ingobernables y hasta retadoras, pero nacidas del relevo generacional, de la crisis econ¨®mica salvaje y de la indecorosa gesti¨®n que el PP ha hecho de su mayor¨ªa absoluta.
M¨¢s sorprendente es que la presi¨®n para buscar un acuerdo con el PP parezca llegar desde baron¨ªas del PSOE
Todo nuevo ciclo es, casi por definici¨®n, incierto y vacilante. Pero a partir de sus programas respectivos, no parece dif¨ªcil trazar las l¨ªneas de puntos que acaben dibujando, en innumerables comisiones y subcomisiones, soluciones acordadas en encrucijadas social y democr¨¢ticamente calientes: la despolitizaci¨®n de organismos judiciales, la redefinici¨®n de la funci¨®n del Senado, el emplazamiento de la cuesti¨®n catalana en un plano pol¨ªtico (incluida alguna forma de consulta resolutiva), la revisi¨®n de la ley electoral y sus clamorosas injusticias (incluida la financiaci¨®n de los partidos), la derogaci¨®n de la ley Wert y de la ley de reforma laboral (o su sustancial modificaci¨®n), la reducci¨®n del vengativo IVA cultural. Incluso el PP podr¨ªa acabar sum¨¢ndose a este o aquel acuerdo por necesidad de superviviencia y para evitar la despiadada soledad parlamentaria que se ha ganado solo.
No parecen metas ut¨®picas ni mera fanfarria para PSOE y Podemos, como m¨ªnimo, y tampoco para los 40 diputados que encarnan la urgencia de una renovaci¨®n sist¨¦mica. Renunciar a alguna forma de acuerdo puede hundir en el descr¨¦dito para mucho tiempo el impulso refundador de una democracia tan achacosa y anquilosada como lo est¨¢ hoy el PP, ¨²ltimo testigo del miedo a una democracia puro siglo XXI.
Jordi Gracia es profesor y ensayista.
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