La globalizaci¨®n del sufrimiento
Las nuevas guerras se llevan a cabo sin Estados y sin ej¨¦rcitos. Son un asunto cada vez m¨¢s social que militar y responden a la desintegraci¨®n social, el contagio de un mundo interdependiente y el car¨¢cter universal de la desigualdad
Las guerras ya no son lo que eran. Estamos perplejos ante conflictos b¨¦licos y acciones terroristas que no sabemos bien c¨®mo entender y menos a¨²n de qu¨¦ manera combatir. Los atentados del terrorismo yihadista, la misma naturaleza del autodenominado Estado Isl¨¢mico, tienen unas propiedades que no cuadran con las viejas categor¨ªas b¨¦licas. Los nuevos conflictos tienen muy poco que ver con las guerras de nuestra historia: se llevan a cabo sin Estados, sin Ej¨¦rcitos, fuera de toda l¨®gica territorial. Por eso los cl¨¢sicos instrumentos militares pierden buena parte de su eficacia en estos nuevos conflictos. Nos enfrentamos a adversarios que no tienen ni territorio, ni Gobierno, ni fronteras, ni diplom¨¢ticos, ni asiento en el Consejo de Seguridad, ni verdaderas razones para negociar...
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Podr¨ªamos decir que las guerras son un asunto cada vez m¨¢s social que militar. En otros momentos de la historia, las guerras no implicaban m¨¢s que a una ¨¦lite que las llevaba a cabo como si fuera un torneo entre dirigentes; actualmente se insertan en las sociedades y se dirigen m¨¢s a los civiles que a los militares. Se podr¨ªa afirmar que la guerra de los pobres ha sustituido a la competici¨®n entre los poderosos. No se trata de una confrontaci¨®n entre poderes establecidos sino que es, por el contrario, efecto de la fragilidad debida a la ausencia de instituciones, a la precariedad del v¨ªnculo social, a la miseria que encuentra en las sociedades guerreras un medio por el que canalizarse. Son conflictos que se alimentan de patolog¨ªas sociales que trascienden el juego interestatal y que requieren, sobre todo, un tratamiento social. La guerra ¡ªsi es que todav¨ªa puede utilizarse esta palabra¡ª se socializa cada vez m¨¢s. No solamente porque implica a m¨¢s civiles, sino porque sus causas est¨¢n m¨¢s en los dramas sociales que en las estrategias pol¨ªticas de los dirigentes.
Explicar de d¨®nde surgen los conflictos, cu¨¢les son sus causas profundas, no disculpa ni relativiza la agresi¨®n pero sirve para combatir sus causas, m¨¢s all¨¢ de las respuestas que haya que dar en cada momento a sus manifestaciones. Creo que estos nuevos conflictos se explican al menos por tres propiedades: la desintegraci¨®n social, el contagio que caracteriza a un mundo interdependiente y el car¨¢cter global de la desigualdad.
La brutalidad de los contrastes sociales es un generador de desplazamientos masivos
Comencemos por la desintegraci¨®n social y la debilidad institucional. Lo esencial de estos conflictos hay que buscarlo en el recorrido que conduce desde los sufrimientos sociales a una violencia globalizada. El soci¨®logo franc¨¦s Durkheim puso en el centro de su pensamiento la idea de que la falta de integraci¨®n social conduce a patolog¨ªas severas. Aquello que Durkheim consideraba indispensable para las naciones de finales del XIX se ha convertido hoy en algo tambi¨¦n indispensable a nivel mundial. No es exagerada esta analog¨ªa si tenemos en cuenta que la globalizaci¨®n ha alcanzado un nivel de proximidad, visibilidad y densidad social equivalente al que ten¨ªan los Estados europeos a finales del XIX. La paz mundial est¨¢ amenazada por la falta de integraci¨®n social internacional, del mismo modo que las desigualdades dom¨¦sticas lo hac¨ªan en un mundo en el que los Estados nacionales eran casi la ¨²nica referencia para la medici¨®n de la desigualdad. El problema es que, por as¨ª decirlo, el sufrimiento se internacionaliza a m¨¢s velocidad que nuestra capacidad de integrar a ese mundo institucionalmente. Estamos en unos momentos en los que lo internacional es m¨¢s bien intersocial, como sugiere Bertrand Badie. Esta intersocialidad corre m¨¢s deprisa que la decisi¨®n pol¨ªtica y produce sus efectos antes de que la pol¨ªtica se haga cargo de ella.
En segundo lugar, un mundo interdependiente quiere decir contagioso y desprotegido. Los problemas se expanden y nos afectan a todos. Es un mundo en el que ya no podemos ignorarnos, donde la desatenci¨®n hacia las miserias de otros no nos protege de su influencia sobre nosotros. La indiferencia no es posible, ni material ni ¨¦ticamente. La idea de interdependencia significa precisamente que todos dependemos de todos, el d¨¦bil del fuerte, por supuesto, pero cada vez m¨¢s tambi¨¦n el fuerte del d¨¦bil, cuyo sufrimiento termina por alcanzar al que se cre¨ªa m¨¢s a salvo. ?Qu¨¦ seguridad podemos tener en un mundo en el que todos estamos vinculados con todos, donde la violencia no se detiene ante ninguna frontera, como las enfermedades o la contaminaci¨®n?
Y, en tercer lugar, la desigualdad se ha convertido en una magnitud global. En un espacio visible y comunicado la referencia para valorar la propia situaci¨®n tampoco se para en las propias fronteras. De ah¨ª la intensidad de los movimientos migratorios y la inutilidad de limitarlos cuando las aspiraciones de igualdad se formulan a escala global y los par¨¢metros de comparaci¨®n han desbordado el seno de los Estados. El hambre, el paro, las guerras, la inseguridad sanitaria, la debilidad de las instituciones, todo eso contrasta con las posibilidades abiertas en otros lugares del mundo y desata el movimiento imparable de los desesperados. La brutalidad de los contrastes sociales se ha convertido en un generador de desplazamientos masivos. Un mundo cada vez m¨¢s unificado y extremadamente desigual es fuente de inestabilidad e inseguridad.
Hacen falta pol¨ªticas de regulaci¨®n, solidaridad y cooperaci¨®n de alcance internacional
Si queremos gobernar esta globalizaci¨®n del sufrimiento no tenemos m¨¢s remedio que llevar a cabo una pol¨ªtica social de la globalizaci¨®n, que implica regulaci¨®n, solidaridad y cooperaci¨®n, es decir, introducci¨®n en la agenda de los grandes asuntos sociales internacionales. Hemos dado algunos pasos, pero claramente insuficientes. Hasta el PNUD de 1966, ten¨ªamos un modelo de desarrollo que solo atend¨ªa a variables econ¨®micas. A partir de ese momento, las consideraciones sociales globales entraron a formar parte del an¨¢lisis de la situaci¨®n internacional. M¨¢s tarde, el ?ndice de Desarrollo Humano, que inicialmente ten¨ªa en cuenta un n¨²mero limitado de variables, comenz¨® a ampliar la agenda de la seguridad e incluy¨® las dimensiones sociales. De una manera todav¨ªa insuficiente, el sufrimiento colectivo se ha ido haciendo un hueco en las agendas globales.
Hemos entrado en la era de los conflictos de la exclusi¨®n social, en relaci¨®n con los cuales la intervenci¨®n militar es una soluci¨®n claramente insuficiente. No se combate la violencia de extracci¨®n social con intervenciones armadas. Se tratar¨ªa de dar prioridad a las cuestiones sociales internacionales o, dicho de otra manera, entender las cuestiones internacionales desde la perspectiva de lo social. Hay una cuesti¨®n social global que hay que diagnosticar y gestionar como se hizo con la cuesti¨®n social que se planteaba en el interior de los Estados durante los siglos XIX y XX.
Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica e investigador Ikerbasque en la Universidad del Pa¨ªs Vasco. Acaba de publicar La pol¨ªtica en tiempos de indignaci¨®n (Galaxia Gutenberg).
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