Los hermanos Chiroma regresan a casa
Tres historias de ni?os desplazados por la violencia que han vuelto a ver a sus familias
La crisis humanitaria en la regi¨®n del lago Chad se reduce a estas tr¨¢gicas estad¨ªsticas: miles de muertos, dos millones de desplazados, cientos de secuestrados y millares de personas obligadas a huir para salvar sus vidas, a menudo perdiendo el contacto con sus familias.
El Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja (CICR) trabaja para restablecer el contacto entre familiares mediante la localizaci¨®n de personas, reagrup¨¢ndolas con sus parientes desaparecidos. Tras varios meses de b¨²squeda en las zonas m¨¢s afectadas del pa¨ªs por el conflicto entre Boko Haram y el ej¨¦rcito nigeriano, conseguimos que dos hermanos, una madre y su hijo, y una ni?a, se reunieran de nuevo con sus familiares despu¨¦s de sufrir meses de separaci¨®n a causa del conflicto armado en el nordeste de Nigeria.
Hermanos repatriados de Camer¨²n
Conozco a Ahmed y Yussuf Chiroma, dos hermanos de 12 y 11 a?os, en el aeropuerto de Yola antes de tomar el vuelo del CIRC con destino Maiduguri, donde se encontrar¨¢n con su abuela tras meses sin noticias de ella. A pesar de lo que han vivido, son dos ni?os alegres, y el m¨¢s peque?o, Yussuf, me toma la mano nada m¨¢s verme. Me cuenta que cursaban sus estudios en una escuela de Kousseri (Camer¨²n) cuando en abril de 2014 la violencia armada alcanz¨® Kumshe, su ciudad natal en el noreste de Nigeria. Descubrieron que sus padres hab¨ªan huido y desde entonces no han tenido se?ales de ellos.
"Regresamos a Nigeria en agosto. Sin noticias de nuestros padres, no ten¨ªamos modo de contactar nuestra abuela, Maryam, que vive en Maiduguri", me comenta Yussuf con la madurez de un chico de m¨¢s del doble de su edad. "Cuando llegamos a la frontera, nos llevaron a un campo de desplazados internos transitorio en Mubi".
All¨ª, Ahmed y Yussuf encontraron a sus hermanos mayores, Bakura y Foke, de 18 y 15 a?os de edad respectivamente, que tambi¨¦n fueron repatriados de Camer¨²n. Sin embargo, los hermanos menores fueron trasladados m¨¢s tarde a otro campo en Yola, en el estado de Adamaua, mientras que los mayores fueron llevados a Maiduguri, en el estado de Borno. "Perdimos el contacto con nuestros ellos. Estuvimos en Yola cuatro meses con otros ni?os no acompa?ados y recibimos tres comidas al d¨ªa. A¨²n as¨ª, Ahmed y yo ech¨¢bamos de menos a nuestra familia y solo quer¨ªamos ir a casa de nuestra abuela", me dice Yussuf, sentado en el patio de la casa de su abuela en Maiduguri.
Un hijo buscando a su madre
A Ibrahim Mustaf¨¢, de 17 a?os, tambi¨¦n lo conozco en el aeropuerto de Yola. Es un chico t¨ªmido y muy observador. Por sus gestos, se nota que tiene muchas ganas de despegar y volver con su madre. Es muy amigo de los hermanos Chiroma, con los que vivi¨® en el mismo campo de desplazados en Yola durante varios meses.
Ibrahim fue enviado por su madre hace tres a?os a una escuela en la ciudad de Maroua, Camer¨²n. En la distancia, hablaba con frecuencia con ella por tel¨¦fono. Pero a mediados de agosto fue repatriado a Nigeria. Durante el viaje, perdi¨® su tel¨¦fono y con ¨¦l todo contacto con su madre. "Nos llevaron a Mubi, donde estuvimos unos pocos d¨ªas antes de que nos trasladaran a un campo de Yola. Fue dif¨ªcil para m¨ª, porque no ten¨ªa dinero para comprar comida ni agua y no pod¨ªa llamar a mi madre. Pens¨¦ que nunca volver¨ªa a ver a mi familia", me dice Ibrahim todav¨ªa angustiado.
Su madre, Hafsat Mohammed, es un ama de casa de 30 a?os de edad de Maiduguri que se encontraba en una etapa avanzada de embarazo cuando Ibrahim desapareci¨®. Debido a la tensi¨®n que le provocaba no saber d¨®nde se encontraba su primog¨¦nito, dio a luz a su beb¨¦ algunas semanas antes de salir de cuentas.
"Estaba muy triste, pero segu¨ª orando por Ibrahim todos esos meses. Ten¨ªa la esperanza de que un d¨ªa me llamar¨ªa para decirme que estaba vivo y de camino a casa para conocer a su nuevo hermano", me dice Hafsat, ya sentada junto a Ibrahim en su casa de Maiduguri.
Una ni?a sin noticias de su familia
El conflicto armado que azota Nigeria fue particularmente duro con Halima Hauwa, de 15 a?os. A los 12, tuvo que pasar un a?o viviendo en las monta?as con otros desplazados internos despu¨¦s de que su aldea fuera atacada en 2012.
A Halima le cuesta explicarme todo lo que ha vivido. Su voz se aten¨²a y con un filo de voz y l¨¢grimas en los ojos, consigue decirme que las condiciones fueron muy dif¨ªciles. ¡°Apenas ten¨ªamos comida, agua y un refugio donde cobijarnos durante la temporada de fuertes lluvias. Luego, nos trasladamos a un pueblo en la frontera con Camer¨²n. All¨ª estuvimos otro a?o, pero en enero de 2014, nos atacaron de nuevo y tuvimos que huir a Camer¨²n", relata Halima.
En el campo de refugiados Minawao (Camer¨²n), la joven fue capaz de enviar un mensaje a trav¨¦s de la Cruz Roja a su t¨ªa, Aisha Baha, que vive en Maiduguri. Pasados unos d¨ªas, recibi¨® una foto y una carta de Aisha. "No pod¨ªa creer que hubieran encontrado a mi t¨ªa. Pero fue a¨²n m¨¢s sorprendente cuando me dijeron que iban a llevarme a su casa. Estaba tan emocionada que literalmente di saltos de alegr¨ªa", recuerda Halima, esta vez sonriendo.
En Maiduguri, la t¨ªa de Halima hab¨ªa roto a llorar cuando recibi¨® la carta de su sobrina. "No hab¨ªa sabido nada de ella durante m¨¢s de tres a?os y todav¨ªa estamos buscando a sus padres. Me he sentido fatal todos estos a?os sin noticias de mi sobrina y, honestamente, hab¨ªa perdido la esperanza de encontrarla con vida", contaba Aisha.
Al otro lado de la frontera, en Camer¨²n, Halima tomaba un avi¨®n para reunirse finalmente con su t¨ªa. "Estaba ansiosa durante el vuelo, pero finalmente me sent¨ª serena y en paz. Hab¨ªa llegado a pensar que nunca m¨¢s regresar¨ªa a Maiduguri con mis t¨ªos y primos. Por eso, cuando aterrizamos y vi a mi t¨ªa, no daba cr¨¦dito a lo que ve¨ªan mis ojos. Corr¨ª r¨¢pidamente a su encuentro y no pude contener las l¨¢grimas", cuenta la chica.
"No puedo explicar lo feliz que estamos teniendo a Halima con nosotros en casa. Finalmente, hemos dejado el sufrimiento atr¨¢s. Mi familia nunca olvidar¨¢ este milagro. Cuando mi esposo regres¨® del trabajo y vio a mi sobrina, con una sonrisa le dijo simplemente 'te est¨¢bamos esperando para cenar¡", me dice Aisha en el patio de su casa, con la voz casi rota.
Restablecer el contacto y la esperanza
En el campo de desplazados internos en Yola, compa?eros del CICR y la Cruz Roja de Nigeria encontraron a los hermanos Chiroma. Los ni?os les proporcionaron suficiente informaci¨®n para iniciar la b¨²squeda de sus seres queridos. Los Chiroma me cuentan que una persona desplazada en Yola les dijo que ten¨ªa el n¨²mero de tel¨¦fono de su abuela y que el CICR podr¨ªa ayudarles a encontrarla. ¡°Nos contactaron unos d¨ªas despu¨¦s con una imagen de nuestra abuela. Mi hermano y yo est¨¢bamos muy contentos cuando supimos que ten¨ªamos que prepararnos para abandonar el campo y volver a casa", me explica Yussuf mientras juega con sus vecinos en las calles de su barrio en Maiduguri.
En el mismo campo, Ibrahim vio c¨®mo el CICR trataba de ayudar a todos los ni?os no acompa?ados a encontrar a sus familias. Pasados unos d¨ªas, mis compa?eros visitaron a Hafsat en Maiduguri para confirmar que Ibrahim era su hijo. "No puedo decir lo aliviada que me sent¨ª cuando vi la foto de Ibrahim", me comenta Hafsat. "Mi hijo estaba vivo y despu¨¦s de todos estos meses de ansiedad, por fin conoc¨ªa su paradero". El joven, ya en su hogar y rodeado de sus hermanos, asegura que uando la Cruz Roja le mostr¨® una foto de su madre y de su hermano reci¨¦n nacido, se empez¨® a sentir como en casa".
Pero antes del reencuentro, me hab¨ªa embarcado en un avi¨®n con Ibrahim y los hermanos Chiroma, para llevarlos desde Yola al encuentro con sus familiares. Yussuf y su hermano pasaron todo el vuelo mirando la foto de su abuela. Se les ve¨ªa felices y ansiosos por llegar.
Era la primera vez que Ibrahim montaba en un avi¨®n, pero durante el vuelo me asegur¨® que estaba m¨¢s emocionado por la idea de regresar a casa y encontrarse con su madre y hermanos. Nada m¨¢s aterrizar y abrirse la puerta salieron corriendo para abrazar a los familiares que les esperaban a pie de pista.
"Cuando he visto a Ibrahim, he sentido que quer¨ªa llevarlo de nuevo en mi espalda como cuando era un ni?o. No tengo palabras suficientes para agradecer a la Cruz Roja? el haberme ayudado a encontrar a mi hijo", dec¨ªa llena de felicidad Hafsat Mohammed.
Al d¨ªa siguiente visitamos a los hermanos Chiroma en casa de su abuela Maryam en Maiduguri. Mientras Ahmed y Yussuf juegan en la calle con el resto de ni?os, la abuela nos dice que haber encontrado a los chicos ha sido nada menos que un milagro. "Todav¨ªa estoy sufriendo por la falta de noticias de mi hijo, su padre, pero ahora solo tengo l¨¢grimas de alegr¨ªa porque mis nietos est¨¢n de vuelta a casa", dice Maryam entre sollozos.
Antes de irnos, Yussuf me vuelve a coger de la mano para decirme que ¨¦l tambi¨¦n quiere ser parte del CICR cuando sea grande para ayudar a otros ni?os a encontrar a sus familias. Desde entonces no lo he vuelto a ver, pero no consigo olvidar la inmensa sonrisa con la que me despidi¨® mientras nos alej¨¢bamos en coche.
Solo el tiempo dir¨¢ qu¨¦ impacto tendr¨¢n el sufrimiento y los a?os perdidos sin sus seres queridos en las vidas de las personas separadas por el conflicto armado. El deseo es que despu¨¦s de reunirse con sus familias, recuperen tambi¨¦n sus esperanzas y sue?os.
El conflicto armado en Nigeria ha causado en la poblaci¨®n cicatrices f¨ªsicas y psicol¨®gicas dif¨ªciles de olvidar, pero Ibrahim, su madre Hafsat, los hermanos Chiroma, su abuela Maryam, Halima y su familia siempre llevar¨¢n consigo el momento de su rencuentro. Un recuerdo imborrable que marcar¨¢ sus vidas para siempre.
Los nombres de las personas que aparecen en el texto han sido modificados para proteger su identidad.
Jes¨²s Serrano Redondo es delegado internacional de Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja (CICR)
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