M¨¢s libres que nunca
No estamos preparados para gestionar el nivel de libertad que nos hemos concedido
La desigualdad parece haberse convertido en el principal reto de nuestra generaci¨®n. El ¨¦xito de El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, s¨ªntoma m¨¢s que causa, es un buen ejemplo de ello. El discurso pol¨ªtico contra la desigualdad es ganador, lo que pone de manifiesto (distinto es que los diagn¨®sticos sobre las causas sean acertados o no) la urgencia de resolver un problema p¨²blico que s¨®lo niegan algunos fan¨¢ticos del libre mercado (que no de la libertad). Al menos en Occidente, la libertad parece un asunto p¨²blico resuelto: mal que bien, las democracias funcionan, los derechos civiles se imponen con la l¨®gica aplastante de los tiempos (y la ayuda de algunos partidos y la oposici¨®n de otros) y disfrutamos de un grado de tolerancia in¨¦dito en la historia. Hay libertad, hay fraternidad, pero la desigualdad aumenta. Parecer¨ªa, pues, que hay un problema p¨²blico prioritario a resolver y es la desigualdad en sus distintas formas.
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Sin embargo, el enfoque p¨²blico del asunto no basta, o no es suficiente al menos, para juzgar la libertad. Si del nivel macro de lo p¨²blico bajamos a lo micro de la vida privada, el asunto cambia. ?Por qu¨¦ si somos m¨¢s libres que nunca se ha triplicado el n¨²mero de pacientes con enfermedades mentales entre 1987 y 2007 y el consumo de medicinas psicotr¨®picas ha crecido exponencialmente en los pa¨ªses desarrollados? En Anatom¨ªa de una epidemia (Capit¨¢n Swing, 2015) el periodista estadounidense Robert Whitaker, ya desde el t¨ªtulo, apunta a la gravedad del asunto. En resumidas cuentas, Whitaker viene a actualizar un diagn¨®stico repetido otras veces, pero al que otros asuntos (la desigualdad que produce la globalizaci¨®n tecnol¨®gica, la crisis econ¨®mica, el cambio clim¨¢tico, etc.) han relegado a puestos inferiores en nuestro orden de prioridades: no estamos preparados para gestionar el nivel de libertad que nos hemos concedido.
Suena feo y es pol¨ªticamente incorrecto, pero as¨ª es. No debe derivarse de ah¨ª, en cambio, ning¨²n deseo de acabar con las libertades conquistadas, pero s¨ª de matizar que la libertad, entendida como una abstracci¨®n virtuosa per se, puede ser devastadora. (Al igual que es err¨®neo considerar cualquier desigualdad como nociva.) O por decirlo en palabras del fil¨®sofo Javier Gom¨¢, ¡°la pregunta ha dejado ya de ser c¨®mo ser libres; sino c¨®mo ser libres juntos¡±, y parte de la culpa de que a¨²n sigamos sin darnos cuenta de ello es la pervivencia de los clich¨¦s del Romanticismo en nuestro imaginario colectivo. ¡°Prohibido prohibir¡±, que se ped¨ªa en Mayo del 68. Frente a ello, Gom¨¢ propone ¡°recuperar el prestigio de los l¨ªmites¡±.
Un diagn¨®stico similar ha hecho el psicoanalista italiano Massimo Recalcati (Mil¨¢n, 1958) en los dos breves ensayos que se han publicado en Espa?a hasta ahora: El complejo de Tel¨¦maco. Padres e hijos tras el ocaso del progenitor y el reciente Ya no es como antes. Elogio del perd¨®n en el amor, ambos editados por Anagrama. No hace falta decir (o s¨ª hace falta, m¨¢s bien) que los l¨ªmites de los que hablan Gom¨¢ y Recalcati no son de orden pol¨ªtico. Nadie pide una ¡°ley mordaza¡± o derogar el matrimonio homosexual. Tampoco abaratar el despido, esa forma un¨ªvoca de ¡°liberalismo¡± de esa contradicci¨®n en los t¨¦rminos que son los liberal-conservadores. Hablamos del orden moral en nuestra vida privada y como ciudadanos con derechos pol¨ªticos. S¨®lo el liberal se preocupa de la libertad, pregunt¨¢ndose por su naturaleza, sus carencias, sus virtudes y sus posibilidades de mejora.
¡°La humanizaci¨®n de la vida implica una renuncia a la satisfacci¨®n plena de los instintos¡±, escribe Recalcati
Recalcati, al igual que Gom¨¢ en Aquiles en el gineceo, utiliza la mitolog¨ªa griega para expresar su idea. Si Aquiles y su renuencia a participar en la guerra de Troya explicaba desde la filosof¨ªa la dificultad de pasar del ¡°estadio est¨¦tico¡± de la juventud al ¡°estadio ¨¦tico¡± de la madurez y la incorporaci¨®n al mundo adulto; la espera de Tel¨¦maco a que su padre vuelva de la guerra de Troya en la Odisea expresa desde el psicoan¨¢lisis lacaniano la b¨²squeda del referente que nos falta para aprender a utilizar la libertad en un mundo rebosante de opciones. El propio Recalcati matiza: ¡°La demanda del padre que invade ahora el malestar de la juventud no es una demanda de poder y disciplina, sino de testimonio. [¡] y demostrar, a trav¨¦s del testimonio de su propia vida, que la vida puede tener sentido¡±; ¡°la promesa de los padres es promesa de que hay vida capaz de satisfacci¨®n humana¡±.
Y reclama, con sus palabras, el prestigio de los l¨ªmites del que hablaba Gom¨¢: ¡°La humanizaci¨®n de la vida implica una renuncia a la satisfacci¨®n plena de los instintos¡±. Algo que tiene, adem¨¢s de mala prensa, muchas apps en su contra. Pero Recalcati diagnostica estos s¨ªntomas, y su conclusi¨®n es que, lejos de ser consecuencias del ejercicio de la libertad, son una patolog¨ªa asociada a su ausencia real y a la permanencia en el infantil ¡°estadio est¨¦tico¡±: ¡°Ascetismo y consumismo inmoderado son las dos formas predominantes del supery¨® adolescente¡±. Retirarse a un poblado cu¨¢quero (como hicieron los traumatizados personajes de la pel¨ªcula El bosque, de Syamalan) o entregarse al desenfreno hedonista, no son formas de libertad suprema, sino su negaci¨®n. Por un lado, se le teme y se le reh¨²ye, y por otro, pretendiendo llevarla hasta sus ¨²ltimas consecuencias, se extingue: ¡°No hay aqu¨ª liberaci¨®n, sino tan s¨®lo coacci¨®n, servidumbre, dependencia patol¨®gica. El deseo insaciable s¨®lo genera esclavitud¡±, porque ¡°la naturaleza del impulso instintivo que lo recorre es insaciable¡±.
Y esto enlaza, inevitablemente, con el contexto donde la libertad ha de hacer m¨¢s equilibrios: la pareja, el matrimonio, el amor. En un mundo donde la exaltaci¨®n de lo nuevo tiene un valor supremo, cualquier decisi¨®n de permanencia, de esfuerzo por mantener el v¨ªnculo, parece una antigualla reaccionaria o, por decirlo en t¨¦rminos psicoanal¨ªticos, una forma de ¡°castrar al var¨®n¡±. Sin embargo, Recalcati lo ve justo al contrario, como un s¨ªntoma de una nueva forma de soledad y alienaci¨®n: ¡°Cada vez resulta m¨¢s raro que quienes viven una experiencia de separaci¨®n afectiva importante sean capaces de alternar la p¨¦rdida del objeto con una pausa de soledad, en lugar de apresurarse a sustituirlo por otro objeto¡±. Es el miedo a la soledad lo que nos impulsa a buscar al Otro, no el disfrute de ninguna libertad.
¡°?No es entonces ¡®perdonar lo imperdonable¡¯ el gesto m¨¢s radical del amor?¡±, se pregunta Derrida
Aunque en un mundo lleno de opciones y tentaciones no hay comportamiento puro, virtuoso. Nunca lo hubo, no existe, pero ante el malestar creciente Recalcati reivindica el valor del perd¨®n en el amor. No se lleva a enga?o con su objeto de an¨¢lisis. El ejercicio de la libertad es indisociable del error. Aceptar los l¨ªmites, imponerse una moral propia y estar convencido de ella no garantiza su cumplimiento. Por eso cita a Derrida y se pregunta: ¡°?No es entonces ¡®perdonar lo imperdonable¡¯ el gesto m¨¢s radical del amor?¡±.
Juan Benet expres¨® magistralmente el problema de la libertad y los l¨ªmites que la hacen posible en un p¨¢rrafo de su Ep¨ªstola moral a Laura, una carta en la que argumentaba contra el divorcio de su amiga: ¡°El ansia pura de libertad es casi infrahumana, un puro instinto que como todos los dem¨¢s el hombre se tiene que preocupar de educar para convivir con los suyos. [¡] Lo importante no es llegar al amor tanto como conservarlo, no tanto llegar a la libertad como saber utilizarla¡±. Hay demasiados s¨ªntomas (y estad¨ªsticas) que indican que, cincuenta a?os despu¨¦s, no sabemos hacer ni lo uno ni lo otro, a riesgo de creernos err¨®neamente m¨¢s libres y ser, en cambio, m¨¢s infelices que nunca.
Antonio Garc¨ªa Maldonado es periodista y editor.
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