?Que Dios nos coja confesados!
La religi¨®n marca el paso de dos de los candidatos de las primarias republicanas en Estados Unidos
Los candidatos a la Casa Blanca Marco Rubio y Ted Cruz, republicanos e hispanos, entre otras afirmaciones, han declarado respectivamente: ¡°No podemos cumplir con un gobierno que nos obliga a pecar. Las reglas de Dios siempre est¨¢n por encima¡±, y ¡°Me llaman un extremista, pero no¡ yo hago lo que Dios me dice que haga. ?l me habla. Literalmente¡±.
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No se pasmen, estamos en los proleg¨®menos de las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos de Norteam¨¦rica, la mayor potencia mundial jam¨¢s conocida y cuyo presidente tiene en sus manos armas de destrucci¨®n masiva.
La cuesti¨®n es grav¨ªsima por tantos motivos, pero me detengo en los tres, a mi juicio, principales.
Dicho sea con el mayor respeto pero en uso de la libertad de expresi¨®n.
El primero manifiesta que tras ese pensamiento, expresado por un l¨ªder, hay millones de votantes que piensan como ¨¦l e incluso van m¨¢s all¨¢, en este llamemos proceso de iluminaci¨®n. Se trata, por tanto, de una creencia no aislada sino ampliamente compartida que, gracias a la democracia de los votos, concede un poder casi absoluto a otro votante y candidato iluminado por Dios.
El segundo motivo significa que, para ese credo, la democracia est¨¢ directamente relacionada con Dios. Es decir, el gobernante no decide lo que el pueblo decide sino lo que Dios le ilumina, no al pueblo, sino a su representante: ¡°Hago lo que Dios me dice que haga¡±, expresi¨®n del candidato Ted Cruz.
La tercera consideraci¨®n es la primera en orden de importancia pues constituye la premisa de todo el razonamiento. Dicho brevemente, se trata de una cadena l¨®gica de razonamientos que llevan al absurdo de la conclusi¨®n anterior.
Detr¨¢s de Marco Rubio y Ted Cruz hay millones de votantes que piensan como ellos e incluso van m¨¢s all¨¢
Naturalmente hay que partir de la creencia absoluta de que Dios existe, por tanto, los agn¨®sticos y los no creyentes quedan excluidos de ese club. Aceptando dial¨¦cticamente que existe, ?por qu¨¦ no?, hay que convenir que habla. Cient¨ªficamente no se ha demostrado c¨®mo, ni cu¨¢ndo, ni a qui¨¦n. Algunos defienden, con argumentos para ellos cient¨ªficos, me refiero a los profetas y a los te¨®logos, que desde luego Dios ha hablado y su palabra est¨¢ escrita en diversos libros sagrados. La Biblia y el Cor¨¢n, por citar los m¨¢s le¨ªdos.
Aceptado lo anterior, ?por qu¨¦ vamos a negarlo?, la consecuencia es m¨¢s grave, porque todo libro, por muy clara que sea su prosa y dicci¨®n, est¨¢ sujeto a la interpretaci¨®n.
Y aqu¨ª est¨¢ la clave del problema: necesitamos al int¨¦rprete de la palabra divina, al int¨¦rprete de Dios. Por tanto, todo depende de lo que diga el int¨¦rprete. Dicho en vulgar paladino, de lo que diga el sacerdote, el profeta o el pol¨ªtico ¡°que hablan por boca de Dios¡±. Y su palabra es verdad absoluta e inmutable.
A partir de ah¨ª te dicen desde c¨®mo debes conducir, comer, vestir, cu¨¢nto dinero debes dar al necesitado, e incluso cual debe ser tu comportamiento sexual. Penetran hasta lo m¨¢s ¨ªntimo de tu pensamiento. Se trata de un c¨®ctel de normas de convivencia donde se mezclan indistintamente, en un totum revolutum, las normas morales, religiosas, ¨¦ticas, sociales y jur¨ªdicas.
Obvio, porque ¡°las reglas de Dios siempre est¨¢n por encima¡±, dice el candidato Rubio. Pero yo (pol¨ªtico) soy el que las interpreta, tras recibir la iluminaci¨®n divina. ¡°El me habla. Literalmente¡±, reitera el candidato Cruz.
?Fant¨¢stico! Todo resuelto, gracias a tama?a simplificaci¨®n.
Ni la ciencia ni la tecnolog¨ªa han demostrado que Dios habla, ni con milagros ni a trav¨¦s de fen¨®menos naturales
Sin embargo, en la sociedad del siglo XXI, ni la ciencia ni la tecnolog¨ªa han demostrado que Dios habla, ni mediante milagros o ni con ayuda de los fen¨®menos naturales; l¨¦ase, terremotos, susamis, sequ¨ªas o desertizaci¨®n. A lo sumo, cabe afirmar prudentemente que la ciencia, aun, no da respuesta satisfactoria y experimental a ciertos fen¨®menos, mas no significa que sea Dios el causante de los mismos. Salvo que Dios sea algo todav¨ªa m¨¢s desconocido y para tranquilidad de conciencia, muchos humanos le atribuyan esos poderes sobrenaturales (sic, todav¨ªa inexplicables).
Ciertamente no est¨¢ mal como razonamiento tranquilizador, al menos el efecto placebo es innegable.
Pero lo grave es pensar que, democr¨¢ticamente a los pol¨ªticos, y moralmente a los sacerdotes, les damos el inmenso poder de decisi¨®n sobre tantas cosas de nuestras vidas.
De progresar estos pensamientos, a los no creyentes solo les queda acogerse al sabio refranero popular. ?Qu¨¦ Dios nos coja confesados!
Ignacio Arroyo Mart¨ªnez es catedr¨¢tico de Derecho mercantil.
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