Iv¨¢n Dom¨ªnguez, ¡®coci?eiro¡¯ anfibio
El director gastron¨®mico de ¡®Alborada¡¯ y ¡®Alabaster¡¯ se form¨® entre la disciplina que impera en los fogones militares. Hoy es un chef habilidoso que se ha propuesto meter a Galicia en un plato.
Queremos ayudarnos de la t¨¦cnica pero no pensar s¨®lo en ella para dise?ar un plato. Lo fundamental es que est¨¦ rico.
El tel¨¦fono son¨® minutos despu¨¦s de que el Presidente del Gobierno hiciera oficial el anuncio: Espa?a se sumaba a la colaci¨®n internacional contra Irak y, entre otros apoyos a la operaci¨®n ¡°Libertad Duradera¡± en el Cuerno de ?frica, enviar¨ªa tres buques militares. Uno de ellos, el petrolero Marqu¨¦s de la Ensenada, estaba anclado en la Base Naval de Rota (C¨¢diz) y su principal misi¨®n ser¨ªa la de reabastecer de combustible a los barcos y aeronaves propios y aliados. No se sab¨ªa con exactitud los d¨ªas que estar¨ªa en alta mar, pero la orden al jefe de cocina del barco fue tajante: ¡°enc¨¢rgate de tener provisiones como para unos tres meses.¡± As¨ª que Iv¨¢n Dom¨ªnguez Pereda, un gallego de entonces casi 24 a?os, con poco tiempo al frente de los fogones de la embarcaci¨®n, recibi¨® un chute de adrenalina con esas palabras y se dispuso a llenar el almac¨¦n de latas, congelados, sacos y cajas.
Hasta entonces, durante las tranquilas maniobras log¨ªsticas a las que estaba acostumbrado el buque, Dom¨ªnguez y las tres personas que conformaban su equipo elaboraban el men¨² para sus compa?eros despu¨¦s de hojear recetarios y de pensar en alguna variaci¨®n de ingredientes. Si ten¨ªan los pasos para hacer un pollo asado, ellos le agregaban un relleno y a la salsa para acompa?arlo le pon¨ªan un toque picante o dulce. Casi nunca cocinaban para m¨¢s de 200 personas y los platos ¡°sencillos, pero sabrosos¡± satisfac¨ªan a todos sin mayor problema. ?Las cosas ser¨ªan distintas en situaci¨®n de guerra? Las cosas, aquella vez, estaban englobadas en la incertidumbre.
A ¨²ltima hora del 19 de marzo de 2003, el Marqu¨¦s de la Ensenada ¡ª123 metros de acero gris, cuatro ametralladoras y un ca?¨®n para autodefensa¡ª zarp¨® con destino a Om¨¢n, donde har¨ªa una escala antes de continuar hacia Dub¨¢i y luego a Bahr¨¦in (lo m¨¢s cerca que estuvo de Irak). El viaje emprendido le llev¨® a atravesar el Mediterr¨¢neo, el Canal de Suez y el Mar Rojo, pero al segundo d¨ªa de haber iniciado su traves¨ªa, una furiosa tormenta sorprendi¨® a la tripulaci¨®n. ¡°Era de madrugada. Las olas entraban con fuerza en el barco y, en el contenedor de las provisiones, los sacos de harina y patatas comenzaron a romperse. Las cajas de latas tambi¨¦n. Todo se amonton¨® y tap¨® los conductos del barco y el agua no pod¨ªa salir. Tuvimos que amarrarnos a unas cuerdas para destaponar todo aquello mientras el barco se meneaba con fuerza. No nos qued¨® m¨¢s remedio que echar muchas cosas al mar y, cuando todo acab¨®, el mareo que ten¨ªamos era insoportable y tuvimos que pasar un buen rato en la cama para recuperarnos. Pero, a reserva de esto, la navegaci¨®n fue tranquila. No obstante, daba de comer cosas que, si las veo ahora mismo, me dar¨ªa un ataque de nervios¡±, dice Iv¨¢n Dom¨ªnguez, doce a?os despu¨¦s de esa experiencia, quien adem¨¢s asegura no haber sido testigo de alguna batalla en aquellos d¨ªas. ¡°Para nosotros todo fue tranquilidad porque les pas¨¢bamos combustible a otros barcos y ya. Ellos eran los que se iban a participar en los ataques.¡±
Fueron casi dos meses de navegaci¨®n entre la ida, las escalas y la vuelta. Y, durante ese tiempo, en el comedor del barco se serv¨ªan platos con arroz, pasta, verduras, pollo, pescado y conservas. ¡°Era una comida muy b¨¢sica, para gente trabajadora. Nos bas¨¢bamos en los recetarios, como podr¨ªa hacerlo cualquier ama de casa. Y las cantidades de lo que prepar¨¢bamos eran muy grandes. Lleg¨® el momento en que tuvimos que alimentar a 600 personas en un solo servicio¡±, apostilla el cocinero que hoy es director gastron¨®mico del Grupo Alborada. Cuando el buque se detuvo en el puerto de Om¨¢n, adem¨¢s de descansar e irse de fiesta, Dom¨ªnguez tuvo que hacer la compra. ¡°Y ah¨ª comenz¨® el conflicto que terminar¨ªa por propiciar mi salida de la Armada. De repente, un kilo de kiwi costaba oficialmente 18 euros. Me di cuenta de que, en las hojas del presupuesto, las cosas no se correspond¨ªan con los precios reales. O sea: alguien se estaba quedando con una parte del dinero. ?Y nadie me daba una explicaci¨®n! Claro: ?un cabo exigi¨¦ndosela a sus superiores? ?Imposible!¡±
El problema se qued¨® sin resolver y al regresar a Espa?a, despu¨¦s de unas vacaciones para desconectar de la misi¨®n militar, el trabajo en el barco re reanud¨® con el aparente sosiego de siempre. Un d¨ªa el cabo Dom¨ªnguez se cort¨® el pelo en forma de cresta, se tatu¨® un duende en la espalda y lleg¨® a realizar su faena diaria como si tal cosa. Era todo un desaf¨ªo para la jerarqu¨ªa militar (¡°es que yo ya estaba que me quer¨ªa ir y me quer¨ªa ir¡±). Un suboficial le orden¨® que se cortara la cresta. ¡°Que me la corte el peluquero del barco¡±, le respondi¨®. Pero el peluquero del barco era el propio Iv¨¢n. Un teniente le volvi¨® a dar la orden y ¨¦l le volvi¨® a dar la misma respuesta. Entonces se oy¨® una frase por el altavoz del Marqu¨¦s de la Ensenada:
¡ª?Cabo primero Dom¨ªnguez, presente en la oficina del Segundo Comandante!
Iv¨¢n fue y, al instante, solt¨®:
¡ªPrimero esc¨²cheme y despu¨¦s me quito la cresta.
Y le cont¨® sus sospechas sobre el presupuesto (inflado) de la comida en la operaci¨®n ¡°Libertad Duradera.¡±
Pero la indiferencia pudo m¨¢s que la sensatez.
En ese momento, al contrato de Iv¨¢n Dom¨ªnguez le faltaban cuatro meses para caducar y ¨¦l, obviamente, no ten¨ªa intenci¨®n de renovarlo. ¡°Fue muy duro el d¨ªa que me fui. Estaba destrozado. Ninguno de los jefes me apoy¨® y de aquel dinero nunca se supo nada. Me desped¨ª de algunos compa?eros, cog¨ª el coche y me fui directo a Galicia, a ver si en casa pon¨ªa en orden mi cabeza.¡±
***
El hombre que un d¨ªa, en medio de un congreso gastron¨®mico, llegar¨ªa a asar un bogavante vivo con un soplete fue ¡°un chico terremoto.¡± Hab¨ªa nacido en 1979 (a?o de la cabra, seg¨²n el hor¨®scopo chino), en A Coru?a (Galicia), en cuya ¨¢rea metropolitana creci¨® al lado de una madre pintora, un padre trabajador de una tabacalera y dos hermanas menores que ¨¦l. Antes que coger un libro, Iv¨¢n prefer¨ªa irse a la playa para retar a las olas, subido en una tabla de surf. Si hac¨ªa novillos, le cambiaba la chaqueta a alguno de sus amigos para que no lo reconociera su madre (¡°por si me la encontraba por ah¨ª¡±). A veces copiaba en los ex¨¢menes y no se preocupaba si suspend¨ªa dos o tres o siete asignaturas.
Cuando era un adolescente con una melena de rizos alborotados, su padre le dijo que un amigo, sargento de la Marina, le hab¨ªa comentado que el sitio ideal para un chico como ¨¦l estaba en las filas de la Armada. ¡°La verdad, yo necesitaba orden en mi camino. Era un chaval de 17 a?os, rebelde, que no encontraba algo que le atrajese. Le dije a mi padre que s¨ª y su amigo sargento me recomend¨® meterme en la rama de hosteler¨ªa y alimentaci¨®n¡±, subraya Iv¨¢n una ma?ana fr¨ªa, ante una taza de caf¨¦.
Previo examen de ingreso, Iv¨¢n fue aceptado en la Escuela de Especialidades de la Estaci¨®n Naval de La Gra?a (Esengra), en Ferrol. Ah¨ª estuvo durante tres meses, ya sin melena, un poco acongojado por la disciplina militar, pero convencido de los beneficios que ¨¦sta aportar¨ªa a su vida. Todos los d¨ªas se levantaba a las siete y media de la ma?ana para ducharse, afeitarse y desayunar, porque a las nueve en punto ten¨ªa que rendir honores a la bandera. Enseguida comenzaban las clases (de hosteler¨ªa, ingl¨¦s, armamento, maniobras y navegaci¨®n, deportes¡). Los fines de semana se iba a casa de sus padres y, cada mes, recib¨ªa 680.000 pesetas. El orden se impuso en su diario vivir con facilidad y, al concluir ese periodo de formaci¨®n, firm¨® el primer contrato que lo llevar¨ªa a permanecer en las filas de la Armada durante m¨¢s de un lustro.
Despu¨¦s de unos meses de trabajo en la base naval de Ferrol, Iv¨¢n fue incluido en la misi¨®n humanitaria que en el ¨²ltimo tramo de 1998 intent¨® hacerle los d¨ªas m¨¢s llevaderos a los centroamericanos afectados por el hurac¨¢n Mitch. ¡°Fueron unos 80 o 90 d¨ªas en los que me dediqu¨¦ a lavar bandejas mientras naveg¨¢bamos y luego a ser testigo de lo mal que estaba la gente de Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala. Y quiz¨¢ esa fue la experiencia que cambi¨® mi forma de ser. A partir de ah¨ª, se esfum¨® el demonio que era. Mis padres lo notaron cuando volv¨ª. S¨®lo que¡ como era mi primera vez en un barco, ?no veas lo malo que me puse! Mareos, vomitonas¡ ?Horrible! Pero ya est¨¢bamos en alta mar, no hab¨ªa marcha atr¨¢s y tuve que acostumbrarme¡±, cuenta con media sonrisa.
Luego de haberse pasado medio a?o haciendo el curso de cabo y de un periodo m¨¢s en otro buque anfibio, Dom¨ªnguez ascendi¨® a cabo primero, lo destinaron al Marqu¨¦s de la Ensenada y, llegado el momento, decidi¨® no renovar su contrato por aquel ¡°presupuesto inflado.¡± Se fue de la Armada, pero ten¨ªa la disciplina muy bien acendrada. Y eso, ya lo ver¨¢n, se convirti¨® en la clave de su ¨¦xito en la cocina.
***
La verdad, 'Casa Marcelo'? fue como una segunda experiencia bajo la disciplina militar. Marcelo era un maravilloso cabr¨®n en toda regla.? A los dos meses de haber entrado, el jefe de cocina tuvo que irse unos d¨ªas porque se le hab¨ªa muerto un pariente. Marcelo? dijo que yo me ten¨ªa que hacer cargo. ?Menuda responsabilidad, chaval!
Para ser un profesional de la hosteler¨ªa se requiere vocaci¨®n, pasi¨®n y sacrificios. Estar en una cocina implica, adem¨¢s, tener destreza, creatividad y saber trabajar en equipo. As¨ª le qued¨® claro a Iv¨¢n Dom¨ªnguez cuando al terminar su estancia en la Armada se puso a estudiar ¡°en serio¡± en la Escuela de Hosteler¨ªa Fraga do Eume (A Coru?a), con el firme prop¨®sito de llegar a ser un cocinero innovador. ¡°A diferencia de mis compa?eros, yo ya llevaba cierta seguridad. No me asustaba si ten¨ªa que darle la vuelta a una tortilla de patatas en una sart¨¦n o no dejaba de cocinar si me quemaba. Siempre destaqu¨¦ por estudioso, pregunt¨®n y trabajador. S¨ª, yo que antes suspend¨ªa casi todas las asignaturas y no quer¨ªa tocar un libro, me convert¨ª en alguien s¨²per responsable¡±, comenta Iv¨¢n, quien por entonces comenz¨® a trabajar en una empresa de catering. ¡°Cada fin de semana me iba a una boda o alg¨²n otro evento y as¨ª aprend¨ª a manejar grandes cantidades de comida. De comida bien hecha, no a base de latas, como hac¨ªamos en el barco. Y ah¨ª me di cuenta del esfuerzo f¨ªsico y psicol¨®gico que se necesita para este oficio.¡±
El siguiente paso pr¨¢ctico de su formaci¨®n fue integrarse en el equipo de Casa Pend¨¢s. ¡°Ah¨ª me encontr¨¦ con una cocina mucho m¨¢s cuidada, con una carta de guisos importantes, pero no excesivamente t¨¦cnicos. Aprend¨ª mucho gracias a que me dieron mucha ca?a. Pero mucha, ?eh? Hac¨ªa entrantes, pasteles, limpiaba el pescado, limpiaba la cocina; hac¨ªa de todo.¡± Sin embargo, con su traslado a Santiago de Compostela, el aprendizaje de Iv¨¢n se acentuar¨ªa en Casa Marcelo.
Marcelo Tejedor (Vigo, 1967) es un cocinero que se form¨® con el vasco Juan Mari Arzak y el franc¨¦s Jacques Maxim. Su restaurante, que no ten¨ªa una carta sino un men¨² degustaci¨®n que apostaba por los productores y los productos gallegos, obtuvo una estrella Michelin en 2004, seis a?os despu¨¦s la perdi¨® y en 2011 la recuper¨®. A esa cocina, sutil y elegante, desarrollada dentro de una casa de piedra, a unos pasos de la Plaza del Obradoiro, Iv¨¢n lleg¨® muy nervioso un d¨ªa de la primavera de 2005. ¡°Recuerdo que mis primeros 15 d¨ªas los pas¨¦ en el cuarto fr¨ªo, fileteando sardinas, con las manos arrugadas. Y al terminar ten¨ªa que limpiar todo, pero con bistur¨ª, ?eh?, y en un tiempo limitado. La verdad, para m¨ª, fue como una segunda experiencia bajo la disciplina militar. Marcelo era un maravilloso cabr¨®n en toda regla. Poco a poco me fui integrando al equipo. A los dos meses de haber entrado, el jefe de cocina tuvo que irse unos d¨ªas porque se le hab¨ªa muerto un pariente. Marcelo me llam¨® a su oficina y me dijo que yo me ten¨ªa que hacer cargo. ?Menuda responsabilidad, chaval!¡±
Durante los a?os que Dom¨ªnguez estuvo en Casa Marcelo, pudo presenciar (y participar en) el surgimiento de varios platos vanguardistas, como el cafetocaldo (consom¨¦ en una cafetera), el tomate kinder (relleno de crema), la miniempanada cocinada en una lata de berberechos y el pan l¨ªquido en aerosol, que parec¨ªa magia a base de agua y harina (de trigo o de ma¨ªz): se vert¨ªa el pan con un aerosol (como el de la nata) en un molde, se met¨ªa en el microondas y, en menos de un minuto, surg¨ªa la miga. Las t¨¦cnicas de cocci¨®n de los pescados, la exaltaci¨®n de la merluza de celeiro cocinada de forma simple para brindar su sabor sin artificios o la evoluci¨®n del guiso de la lamprea, tambi¨¦n fueron emblem¨¢ticas para la cocina gallega y salieron de ah¨ª. ¡°Todo eso me form¨® al 200%. Adem¨¢s, lleg¨® el momento en que la complicidad del equipo fue tal que desayun¨¢bamos juntos en el mercado, una hora antes de entrar a trabajar. Y compr¨¢bamos todo lo necesario para cocinar. As¨ª, sin intermediarios¡±, subraya el chef treinta?ero.
El jefe de cocina volvi¨® despu¨¦s de unos d¨ªas, pero s¨®lo para despedirse definitivamente. Entonces, Tejedor eligi¨® a Iv¨¢n como sucesor. ¡°De repente me encontr¨¦ en un barco que no estaba preparado para llevar. Las primeras semanas fueron muy duras. Marcelo se dio cuenta y me dijo: ¡°?lo est¨¢s pasando mal, verdad?¡± Yo, de forma impulsiva, le contest¨¦: ¡°lo estoy pasando mal, pero s¨¦ que lo voy a pasar muy bien.¡± Y cuando dice esto, Iv¨¢n Dom¨ªnguez se emociona, sus ojos se tornan cristalinos y la satisfacci¨®n se refleja en su rostro.
Lo pas¨® bien pero, para ello, tuvo que esforzarse demasiado y sacrificar varios aspectos de su vida personal. Todos los d¨ªas iba de Ferrol, donde viv¨ªa, a Santiago de Compostela, donde trabajaba, y todos los d¨ªas hac¨ªa el camino inverso. En 2007, cuando naci¨® su primer hijo, Iv¨¢n se plante¨® seriamente dejar Casa Marcelo. De hecho, volvi¨® durante tres meses a Casa Pend¨¢s. Pero sinti¨® que ah¨ª no pod¨ªa aplicar todas las novedades que hab¨ªa aprendido en Santiago de Compostela. Y volvi¨®.
Todo iba bien hasta que un d¨ªa de 2010, en medio una discusi¨®n, Dom¨ªnguez se lesion¨® con un cuchillo cebollero. ¡°En un arranque de furia le doy a la tabla con el cuchillo, el cuchillo salta con el golpe y cae y se me clavaba en el tend¨®n tibial del pie derecho. Bueno, pues estuve cuatro meses de baja. Y al volver, ?cu¨¢l fue mi sorpresa? ?Que nos quitaban la estrella Michelin! Hab¨ªa que mirar hacia adelante y me impuse el reto de recuperarla. Y al a?o siguiente lo hicimos. Pero a partir de entonces, Marcelo empez¨® a darle vueltas a un nuevo concepto para el restaurante: convertirlo en una taberna japo-galaica. Y yo dije: eso no es lo m¨ªo. Marcelo me pidi¨® que no me fuera, le ayud¨¦ durante cuatro meses a arrancar eso y me fui.¡±
Quince d¨ªas despu¨¦s ya estaba trabajando en O Loxe Mareiro, un restaurante del Grupo Abastos. ¡°Ah¨ª descubr¨ª que no hac¨ªan falta lujos para dar de comer bien. Que hay que cocinar con cari?o y pasi¨®n. Que hay que estar al tanto de las inquietudes de la gente de a pie y de la labor de los pescadores y los peque?os productores. Durante tres meses trabaj¨¦ los siete d¨ªas de la semana: dos servicios diarios. Fue agotador, pero aprend¨ª un mont¨®n. Luego me fui otros quince d¨ªas de vacaciones y llegu¨¦ a O Retiro da Costi?a. Es uno de los grandes restaurantes que tiene Galicia, con una cocina marinera espectacular, pero creo que yo no estaba capacitado para meterme en una familia que ten¨ªa su particular modo de trabajar. Bueno, la verdad es que esa ¨¦poca, para m¨ª, fue de b¨²squeda, quer¨ªa encontrar mi sitio. Y un buen d¨ªa me llamaron los de Alborada. Vi que es un proyecto s¨®lido, que les interesaba que yo estuviera con ellos y me dieron la oportunidad de formar mi propio equipo. ?Qu¨¦ m¨¢s pod¨ªa pedir?¡±
***
El cabracho es un pescado robusto y alargado de color rojo que tambi¨¦n es conocido como diablo de mar. Deambula, sobre todo, por el oc¨¦ano Atl¨¢ntico y una de sus especies m¨¢s conocidas, el escorpora, es capaz de cambiar su color cuando lo desea. Qui¨¦n sabe si la cresta del cabracho haya inspirado a Iv¨¢n Dom¨ªnguez Pereda cuando su rebeld¨ªa lo llev¨® a hacerse una en el pelo. Es muy probable que s¨ª, porque afirma que es su pescado favorito. ¡°Por esa cara de mala hostia que tiene, muy punki, y por lo sabroso que es¡±, dice con actitud traviesa. Y agrega: ¡°de hecho, dentro de nada, me lo voy a tatuar en un brazo.¡±
Este cocinero de pelo corto y barba de candado luce, en su centro de trabajo y en los congresos y/o eventos a donde asiste como ilustre invitado, unas chaquetillas decoradas por su madre. ¡°Un d¨ªa le dije que le pusiera un parche a la que uso m¨¢s, porque me encanta, y le dijo a mis hijos una tela para que hicieran unos dibujos, luego ella los cort¨® y los peg¨® y la chaquetilla qued¨® incre¨ªble. Ahora directamente las dise?a y las pinta. Porque es una artista¡±, comenta con orgullo.
Pero cuando Iv¨¢n se arremanga la chaquetilla o hace deporte (¡°corro por el monte con fascinaci¨®n pura¡±) deja ver sus brazos llenos de tatuajes. ¡°Llevo muchas cosas. En la espalda, el duende, que ya no me gusta mucho, la verdad. Tengo un tribal, muy grande, que para que quedara listo tuve que ir dos veces al tatuador. Llevo un dibujo de mi madre, que fue el primero que me hice. En el brazo derecho tengo un peque?o resumen de mi vida: un barco, que significa la Marina, un cocinero, un c¨ªrculo imperfecto, un pulpo, una casa que significa para m¨ª el esfuerzo, una animal que empieza por un lado y termina por el otro. Tambi¨¦n hay una mosca en honor de toda aquella gente se acerca buscando la mierda. Hay estrellas que significan la suerte; un l¨¢piz, que es ese instrumento con el cual escribes la existencia. Hay una cabeza al rev¨¦s con un c¨ªrculo que est¨¢ lleno de circulitos, que es una cabeza llena de ideas, que no deja de pensar. Despu¨¦s, tengo dibujos de mis hijos, como un ancla, peces, un faro, una rosa de los vientos. Y un barco de papel anclado con dos peces, que me hice hace unos d¨ªas y que es el mismo que tiene mi actual pareja. Como todav¨ªa tengo espacio, seguramente me har¨¦ m¨¢s tatuajes¡±, explica.
Lo que ahora mismo tambi¨¦n ocupa un lugar central en su vida es el prop¨®sito de lograr meter a Galicia en un plato. En Alborada (A Coru?a) y en Alabaster (Madrid), los dos restaurantes que est¨¢n a su cargo como director gastron¨®mico del grupo hostelero Alborada, aprovecha la costa mar¨ªtima de la regi¨®n y los productos del campo. ¡°Hacemos una cocina muy personal, artesana. Todo lo que sale de ah¨ª es hecho por tres cocineros, el producto es de cercan¨ªa y lo ecol¨®gico es fundamental para nosotros. Nos rodeamos de lo mejor que tenemos en cada estaci¨®n, entendemos por qu¨¦ los productores alimentan as¨ª a sus gallos o en qu¨¦ momento est¨¢ rico el lenguado. Queremos ayudarnos de la t¨¦cnica pero no pensar s¨®lo en ella para dise?ar un plato. Lo fundamental es que est¨¦ rico.¡±
Quiz¨¢ por esto que ¨¦l comenta, cuando se habla de Iv¨¢n Dom¨ªnguez suele citarse un concepto: Cocina Atl¨¢ntica. Se trata de un tipo de gastronom¨ªa hermanada con la n¨®rdica por la sencillez en la preparaci¨®n, la evoluci¨®n de las presentaciones y las cocciones y la colaboraci¨®n con los productores, as¨ª como por atraer a los comensales gracias a los sabores y a las materias primas y no tanto por las t¨¦cnicas. En esto est¨¢n enfocados tambi¨¦n los coci?eiros del Grupo Nove, del que ¨¦l forma parte, cuyos integrantes (como Javier Olleros, Manuel Costi?a, Pepe Solla, Yayo Daporta o Jos¨¦ T. Cannas) pretenden consolidar la vanguardia y la identidad de la cocina (mar¨ªtima) gallega.
No obstante, lo que ¨²ltimamente ha notado Iv¨¢n Dom¨ªnguez es que al estar al frente de los fogones se ha convertido en un jefe ¡°un poco autoritario, aunque que tambi¨¦n s¨¦ escuchar, ?eh?¡±, reconoce en un claro ejercicio de autocr¨ªtica. ¡°Me gusta la disciplina pero s¨¦ que los dem¨¢s no tienen que ser como uno mismo. Me considero buen compa?ero. Creo que muchas veces soy impulsivo y me gustar¨ªa estar m¨¢s calmado. Tengo altibajos de car¨¢cter, lo mismo estoy muy bien que muy mal, y eso puede descolocar mucho a los que trabajan con uno. Pero de lo que m¨¢s me he dado cuenta es de que la gente tiene que tener vida adem¨¢s del trabajo y no vivir s¨®lo cocinando. Porque eso he hecho yo durante muchos a?os.¡±
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