Quiero ser Bowie para no ser como t¨²
Los apasionados seguidores del mito del pop han pasado durante d¨¦cadas la ITV para poder seguir a su dios. Un libro de fotos lo demuestra
¡°Tienes a tu madre hecha un l¨ªo/ No est¨¢ segura si eres un chico o una chica¡±. Cuando en 1974 David Bowie (que falleci¨® el pasado 10 de enero a los 69 a?os) cantaba estos versos de la canci¨®n Rebel rebel, todos lo siguieron. Ellos se calzaron unas plataformas plateadas y ellas se pintaron un rayo atravesando su cara en diagonal. En una Gran Breta?a de cortes energ¨¦ticos, atentados del IRA, uniformes tejanos de machirulo y rock progresivo, hacerlo era lo m¨¢s parecido a salir de Kansas en blanco y negro para llegar a un Oz en tecnicolor.
Las calles se hab¨ªan llenado de Bowie kids desde que el 6 de julio de 1972 un alien¨ªgena con el pelo en llamas y un mono dorado y azul apareciera en el programa Top of the pops interpretando Starman: ¡°Ten¨ªa que llamar a alguien, as¨ª que te eleg¨ª a ti¡±, cant¨® se?alando la c¨¢mara. Y en ese ¡°a ti¡± se identificaron miles de fans que procedieron a robarle la sombra de ojos a su madre, pedir prestado el abrigo de astrac¨¢n a la t¨ªa abuela, cortarse el pelo con el cuchillo de pelar patatas y afeitarse las cejas. No es que les gustara Bowie, ni siquiera que quisieran acostarse con ¨¦l: lo que quer¨ªan (ellos y ellas) era ser ¨¦l para no ser como los dem¨¢s.
A todos esos adolescentes les gustaba Bowie, pero a Bowie le gustaba todo. As¨ª que los Bowie kids tuvieron que pasar la ITV anualmente con cada nuevo look de su ¨ªdolo, ahora fascinado por la est¨¦tica del cabaret berlin¨¦s de los a?os treinta; ahora chiflado por el look soulboy, los trajes color mostaza de g¨¢nster y los violines del sonido Philadelphia; ahora obsesionado por el teatro japon¨¦s y la ciencia ficci¨®n. Porque Bowie, como se explica en la biblia sartorialista The look, de Paul Gorman, renov¨® su armario tanto con el sastre Freddie Burretti (con el que imagin¨® a Ziggy Stardust) como con las formas fantasiosas de los dise?os de Kansai Yamamoto (plataformas de vinilo rojo y kimonos de sat¨¦n).
Los fans de Bowie se vieron abocados a actualizarse m¨¢s que el sistema operativo de un iPhone
Emular a Bowie no es imitar a Bruce Springsteen. Los fans de Bowie se vieron abocados a actualizarse m¨¢s que el sistema operativo de un iPhone, con resultados algo p¨¦simos en las etapas m¨¢s lun¨¢ticas y sofisticadas de su dios, pero vivieron como suya la influencia total (especialmente est¨¦tica) de Bowie en la primera ola del punk, en el postpunk industrial alem¨¢n, en el futurismo tutti frutti de los nuevos rom¨¢nticos, y hasta en los titubeos menos cenizos de los g¨®ticos.
?l hab¨ªa tardado casi una d¨¦cada en convertirse en una estrella mundial, pero como dice Charles Dickens en Historia de dos ciudades: hace falta mucho tiempo para que se forme un rayo, pero luego cae en un segundo. Y entonces arrasa con todo, enciende y calcina por igual. Cuando a Bowie le lleg¨® la fama, ese rayo en la cara, su imagen para el disco Aladdin Sane, se convirti¨® en el s¨ªmbolo definitivo y memorable que se asociar¨¢ a todo su omn¨ªvoro estilo.
Los mitos se perpet¨²an gracias a fogonazos y se?ales as¨ª. Esa imagen ic¨®nica aparece en la novela Stone Arabia, de Dana Spiotta, en un pastel casero de cumplea?os, pero tambi¨¦n en el p¨®ster de la exposici¨®n que el Victoria & Albert de Londres le dedic¨® y sobre todo en las caras de millones de fans iluminados de 1974, 1984, 2015 y 3184.
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