Museos de obsolescencia programada
Las catedrales del arte se replican como si fueran tiendas de Zara
De todos las cataton¨ªas que afectan al individuo moderno, el mal de Stendhal, tambi¨¦n llamado ¡°estr¨¦s del viajero¡±, es la que m¨¢s se parece al sentimiento amoroso. Sus efectos sobre la psique suelen ser devastadores, como tener un reto?o de volc¨¢n alojado en el pecho. El escritor franc¨¦s Marie-Henri Beyle, conocido por el seud¨®nimo Stendhal, detall¨® en un librito de viajes los s¨ªntomas que ¨¦l mismo padeci¨® tras visitar Florencia en 1817: ¡°Hab¨ªa llegado a ese punto de emoci¨®n en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes. Saliendo de Santa Croce, me lat¨ªa el coraz¨®n, la vida estaba agotada en m¨ª, andaba con miedo a caerme¡±. En 1989, la psiquiatra Graziella Magherini catalog¨® la enfermedad, que en su forma m¨¢s perturbadora pod¨ªa derivar en un ¡°virulento cuadro psic¨®tico¡±. Argument¨® que frente a una obra particularmente bella, el espectador se sent¨ªa depredador/presa, un sujeto/objeto observado cuyo ojo no s¨®lo era una lente, tambi¨¦n un espejo. Por esa funci¨®n esc¨®pica de la mirada, el paciente podr¨ªa sustraer la obra de su nicho, incluso atacarla. Entre un centenar de casos registrados, destaco el de una mujer que se ve¨ªa a s¨ª misma dentro de La Santa Cena, depositando una cesta de frutas en el centro de la mesa, justo donde Leonardo hab¨ªa pintado en perfecta simetr¨ªa a Jesucristo.
Hoy la escala de nutrici¨®n art¨ªstica se ha hecho gigantesca y las catedrales del arte se replican como si fueran tiendas de Zara. Somos presurosos turistas, curiosos por todo y por nada. Libres del enfermizo ascetismo cultural, admiramos una alegor¨ªa de El Bosco o la Capilla Sixtina despose¨ªdos del contexto que permite la emoci¨®n est¨¦tica. El misterio, el poder m¨¢gico y lo espiritual del arte han sido suplantados por el espec?t¨¢culo de animaci¨®n cotidiano de los museos en su carrera por ser los m¨¢s visitados pero, sobre todo, los m¨¢s nuevos.
Las ciudades ya no son un sanatorio sin rival, sino circuitos de pinacotecas en permanente ampliaci¨®n o sustituci¨®n. Para seguir siendo consumidos, necesitan un buen lifting. Nueva York, que hab¨ªa perdido su primac¨ªa como centro art¨ªstico del mundo, vive hoy su apogeo como la gran manzana que todos quieren mordisquear. Un renacimiento que comenz¨® en 2004, con la ampliaci¨®n del MOMA a cargo del arquitecto japon¨¦s Yoshio Taniguchi. Diez a?os despu¨¦s, el director del centro anunci¨® que se hab¨ªa firmado un plan de renovaci¨®n que conllevar¨ªa la demolici¨®n del American Folk Art Museum (Museo de Arte Popular Americano) situado en la finca contigua. La reforma, que proporcionar¨¢ un 30% m¨¢s de espacio al MOMA, tiene la firma del estudio Diller Scofidio + Renfro. Pero la depredaci¨®n no acaba ah¨ª. En mayo de 2015, otro de los museos m¨¢s emblem¨¢ticos de Nueva York, el Whitney, traslad¨® su colecci¨®n a una nueva sede, el desgarbado pero muy funcional edificio obra del arquitecto Renzo Piano, ubicado en el Meatpacking District. Su antiguo emplazamiento en la avenida Madison ¨Cun admirado zigurat invertido que firm¨®, en 1966, el arquitecto de origen h¨²ngaro Marcel Breuer¨C acoger¨¢ provisionalmente a un nuevo inquilino el pr¨®ximo 18 de marzo: la colecci¨®n de arte moderno y contempor¨¢neo del museo Metropolitan, que pasar¨¢ a llamarse The Met Breuer. Todo esto mientras se realizan las obras de ampliaci¨®n de la segunda pinacoteca m¨¢s visitada del mundo, alojada en el n¨²mero 1000 de la Quinta Avenida. El brit¨¢nico David Chipperfield ser¨¢ el encargado de dise?ar una nueva ala y ampliar el jard¨ªn de la azotea.
Los vendedores de arte necesitan nuevos contendedores envueltos en el manto de los Tizianos contempor¨¢neos: Chipperfield, Foster, Koolhaas, Gehry¡ La obsolescencia programada ha llegado al museo.
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