Hillary en mi ¡®mail¡¯
Resulta todo tan amenazante que podr¨ªa ser un gran error no asegurarle a Clinton esos 19 d¨®lares que me solicita todas las semanas por correo
Hillary Clinton ha colapsado mi e-mail. Nunca imagin¨¦, al darle mi direcci¨®n, que nuestra relaci¨®n iba a crecer de esta manera. Cuando alguien me mira furtivamente el m¨®vil, se asombra de ver esos mensajes que siempre empiezan, ¡°Hola, Boris, soy Hillary¡±. ¡°?Y, eso?¡±, me preguntan. Hago como si no tuviera importancia y agrego: ¡°Me tiene loco, no para de escribirme¡±.
El equipo de campa?a de la se?ora Clinton ide¨® esta relaci¨®n electr¨®nica para captar no solo votantes sino, como explican, ¡°crecer felizmente¡±, en direcci¨®n a ser la primera presidenta de Estados Unidos. Al principio, los correos fueron m¨¢s tentativos, parec¨ªan como del censo, preguntando mi edad, orientaci¨®n sexual y si estaba o no en alg¨²n proceso de reasignaci¨®n de g¨¦nero. Supongo que respond¨ª muy efectivamente y me preguntaron si votar¨ªa por los republicanos o m¨¢s bien me declarar¨ªa dem¨®crata. Me declar¨¦ dem¨®crata, porque al fin y al cabo Jacqueline Kennedy lo fue hasta el final. Fue entonces cuando empezaron a llegar esos mails de Hillary, supercordiales, superpragm¨¢ticos y superclase media-alta neoyorquina. O sea, superguay. Yo le respond¨ª, directamente pero con mucha cortes¨ªa e incluso citando detalles de sus dos libros de memorias. Hillary me respondi¨® de vuelta, agradeci¨¦ndome mis apuntes sobre su biograf¨ªa y me explic¨® sus aspiraciones en cada uno de los Estados que recorre durante estas elecciones primarias, que ellos llaman caucus, y que la obligan a estar en campa?a para ser nominada candidata presidencial. Tanta ¨¦pica me tent¨® a escribirle sobre Susana D¨ªaz y Pedro S¨¢nchez y como cada uno de ellos vivi¨® sus candidaturas dentro del PSOE, pero result¨® ser un texto con muchas explicaciones y los americanos lo que leen es sobre resultados. Pero Hillary sigui¨® escribi¨¦ndome.
Y comenz¨® a pedirme dinero. Cada una de las elecciones en cada uno de los Estados, cuesta una fortuna. Y Hillary, con mano de hierro pero con guante de terciopelo, me sugiri¨® que escogiera entre aportar tres d¨®lares hasta un m¨¢ximo de 300. Yo, que todav¨ªa no puedo votarla pero que me encanta tenerla en mi mail, le ofrec¨ª 25, sin dec¨ªrselo ni a mi marido para no levantar pol¨¦micas. A Hillary, siempre estupenda, le encant¨® mi donaci¨®n. Incluso me coment¨® que me ve¨ªa como una persona segura pero cautelosa y que eso le gustaba. Yo pens¨¦ que ah¨ª se acabar¨ªa la cosa, pero cuando lleg¨® a Nevada volvi¨® a contactar para decirme que esta primaria era MUY importante y que mi donaci¨®n iba a suponer una diferencia. Respond¨ª que me gustaba mucho su manera de recaudar fondos y que ojal¨¢ en Espa?a ocurriera algo similar para luego no tener que lamentarse de juicios por financiaci¨®n ilegal y choriceo general. Pero Hillary no me dio tregua. Necesitaba esos 19 d¨®lares para conseguir ganar a sus adversarios en Nevada. No pod¨ªa negarme, volv¨ª a d¨¢rselos, adem¨¢s es tan f¨¢cil, pulsas sobre la palabra DONAR en rojo y tus 19 d¨®lares pueden conseguir que una mujer sea presidente de Estados Unidos. El domingo pasado, Hillary estaba en todos los titulares porque hab¨ªa ganado en Nevada. Y yo estaba feliz.
Siempre he querido conocer Nevada, porque en The Women, esa gran comedia de George Cukor, es el sitio donde tienes que residir dos meses para conseguir un divorcio r¨¢pido. Pero ahora me gusta m¨¢s. D¨ªas despu¨¦s Hillary volvi¨® a escribirme, solicitando otros 19 d¨®lares extra para ayudarla a vencer en Carolina del Sur y acercarse as¨ª a lo que llaman el Supermartes. Esta vez me escribi¨®: ¡°Quiero saber que est¨¢s conmigo. Solo te cuesta 19 d¨®lares y demostrarme que est¨¢s en esta pelea conmigo¡±.
Entonces decid¨ª escribir sobre ello en esta columna. ?Qu¨¦ hago? De aqu¨ª a junio estar¨¦ pag¨¢ndole a Hillary 19 d¨®lares por semana. Y, al final, no puedo ni votar por ella. Pero s¨ª quiero que sea presidenta. Tengo la sensaci¨®n de que pese a que este sistema de recaudaci¨®n es muy transparente, igual te crea una falsa cercan¨ªa con una persona que puede llegar a ser muy encantadora pero muy poderosa. Pero cuando eres presidente es dif¨ªcil que tengas amistades reales. Adem¨¢s, sinceramente, no quiero dejar de recibir sus e-mails.
Porque el mundo que va a encontrar Hillary si es elegida es como para tener amigos, aunque sean imaginarios. La libra esterlina se hunde por ¡°miedo al Brexit¡±. La radio alerta de que no hay suficientes reservas de vacunas para enfrentar una epidemia de zika. El enfrentamiento entre Chiquetete y Raquel Bollo Dorado es brutal. Y Bel¨¦n Esteban pone en duda su propia biograf¨ªa. Resulta todo tan amenazante que podr¨ªa ser un gran error no asegurarle a Hillary esos 19 d¨®lares que me solicita todas las semanas. Como dice Rajoy: ¡°Lo m¨¢s urgente ahora es esperar¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.