Mariano versus Rajoy
Antes de que un pol¨ªtico acabe siendo su propia caricatura deber¨ªa tomar algunas decisiones que lo rediman y, despu¨¦s, dejar el cargo
Mariano no es el mismo. O por decirlo a la manera castiza, este no es mi Mariano que me lo han cambiado. Porque de siempre fue Mariano ese hombre afable, torp¨®n, demasiado grande para su descontrol psicomotriz, que provocaba cierto aburrimiento pero nunca rechazo. En Espa?a, que somos tan de tradiciones, el adversario nos despierta una aversi¨®n tremenda, pero Mariano, por mucho que nos empe?¨¢ramos, no acababa de caernos mal. Los periodistas que trataban con ¨¦l le defin¨ªan como el cl¨¢sico tipo que gana en la distancia corta. Incluso Pablo Iglesias, que no estaba dispuesto a creerse esta leyenda parlamentaria, se acerc¨® un d¨ªa a Mariano y tuvo que rendirse un poco, porque el ser humano Mariano le dijo, ¡°bien, bien, vais bien¡±, y s¨®lo le falt¨® rematar la frase con esa colleja cari?osa que te da un t¨ªo cuando le han informado de que progresas adecuadamente.
He conocido a unos cuantos individuos como Mariano, se?ores a los que la naturaleza ha otorgado una envergadura f¨ªsica que no saben gestionar y acaban consiguiendo que las personas que est¨¢n a su alrededor se pasen la vida temiendo que se caiga, que se tropiece, que se haga la picha un l¨ªo y al ir a decir una cosa diga otra, que se haya abotonado malamente la chaqueta. Ese era Mariano, un hombre siempre al borde del abismo que en el fondo no quer¨ªamos que se pegara la hostia definitiva y fatal. Rectifico, s¨ª que habr¨ªa quien le deseara lo peor, pero sospecho que sus m¨¢s enconados enemigos ven¨ªan de esa derecha furibunda que pensaba que a Mariano le faltaba coraje y agresividad. A m¨ª me daba cierta pena este Mariano zarandeado y en secreto le dese¨¦ el mejor final para un tipo como ¨¦l: que se fuera. Que abrazara la expresidencia. Lo digo sin sarcasmo. Siempre conceb¨ª a Mariano como al presidente m¨¢s dotado para la jubilaci¨®n de la democracia espa?ola. Aznar es un hombre envenenado, imbuido de unos aires de superioridad moral que le impiden tener un m¨ªnimo de empat¨ªa con un pueblo que nunca estar¨¢ a su altura; Gonz¨¢lez estren¨® su retiro con unos hobbies artesanales que rozaban lo zen pero se ha reencarnado en jarr¨®n chino y en estos momentos S¨¢nchez no sabe d¨®nde ponerlo; en cuanto a Zapatero, laureado a pesar de todo por el matrimonio gay y el per¨ªodo feliz de la tele p¨²blica, de vez en cuando irrumpe en la pol¨ªtica internacional con unos viajes un tanto exc¨¦ntricos. ?Tan dif¨ªcil es ese papel?
Yo a Rajoy lo imaginaba en Marianoworld, un universo donde cupieran el puro de sobremesa, el domin¨® con los lugare?os, un Carrusel Deportivo en una radio mal sintonizada, la lectura diaria del Marca y unos paseos fuera de temporada por Ribadumia. A Rajoy lo visualizaba practicando un marianismo contumaz, capaz incluso de ver un partido en un bar, viendo crecer a sus hijos con el asombro de un abuelo m¨¢s que de un padre. Pero estos tiempos convulsos est¨¢n trastornando las cabezas y Mariano, ese hombre hecho desde la infancia para la jubilaci¨®n, de pronto no quiere irse y se est¨¢ empecinando tanto en la permanencia en el cargo que tal vez ni se da cuenta de que los suyos le declaran fidelidad con la boca peque?a. Lo mejor de Mariano era su esp¨ªritu camastr¨®n y esa cosa que ten¨ªa como de pol¨ªtico antiguo, de mucho antes de que saliera al mercado la palabra carisma. ?Se reconocer¨¢ Mariano ante el espejo o ver¨¢ tan s¨®lo a un Rajoy cabreado, agrio, incapaz de reconocer que los hombres rana le rodean y que tiene un ministro del Interior que deber¨ªa ir ya al programa de Iker Jim¨¦nez para explicar la teor¨ªa de la conspiraci¨®n? Esta semana, en un momento m¨¢s marianesco que presidencial, Rajoy declar¨® que los que se dedican a la pol¨ªtica tienen sentimientos y son seres humanos o, citando textualmente, que son sentimientos y tienen seres humanos. Dicho en el orden que el lector prefiera, en eso el hombre ten¨ªa raz¨®n, pero tambi¨¦n es cierto que antes de que un pol¨ªtico acabe siendo su propia caricatura (en el caso de Rajoy, la inactividad y la incomparecencia lo han caracterizado ya como personaje) deber¨ªa tomar algunas decisiones que lo rediman y, despu¨¦s, dejar el cargo. Un presidente tiene que distinguirse por su manera de dejar la pol¨ªtica. Ay, cu¨¢nto viejo pol¨ªtico delirante ronda estos d¨ªas por las tertulias, perjudicando no ya a la imagen de su partido sino a la suya propia. Y para qu¨¦. Con lo sabio que es saber marcharse. Visualizaba yo a Mariano como al expresidente feliz, pero hasta en eso me voy a equivocar. Tal vez si en Pontevedra le retiran el enojoso e innecesario t¨ªtulo de persona non grata el hombre se lo piensa.
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