No seas hist¨¦rica
Durante siglos se ha hecho pasar la maternidad como algo propio de la naturaleza, cuando no era m¨¢s que costumbre o, a lo sumo, cultura
La voluntad tiene razones que el cuerpo no entiende ¡ªni el de carne y hueso ni el llamado cuerpo social¡ª, de ah¨ª que durante siglos se haya hecho pasar por naturaleza lo que no era m¨¢s que costumbre o, a lo sumo, cultura. Como tampoco el lenguaje es inocente, la palabra histeria procede de un cultismo franc¨¦s del siglo XVIII ¡ªhyst¨¦rie¡ª formado a partir del griego hyst¨¦ra, es decir, ¨²tero. Todav¨ªa el diccionario de la RAE se?ala que el t¨¦rmino se refiere a una enfermedad nerviosa m¨¢s frecuente en mujeres que en hombres. En su reciente 300 historias de palabras, Fernando de la Orden y Juan Gil, acad¨¦mico precisamente, recuerdan que en su sentido tradicional la histeria ha desaparecido de los manuales m¨¦dicos, pero que su nombre ¡°permanece ligado a los prejuicios hist¨®ricos sobre la mujer y su sexualidad¡±.
El prejuicio llega hasta hoy pero es muy anterior al triunfo de los galicismos. En el Timeo se afirma que si el ¨²tero ¡°permanece sin producir fruto mucho tiempo despu¨¦s de pasada la saz¨®n conveniente, se irrita y se encoleriza; anda errante por todo el cuerpo, obstruye la respiraci¨®n¡± y termina engendrando ¡°mil enfermedades¡±. Si pensamos que se trata del di¨¢logo plat¨®nico que m¨¢s influy¨® en la ciencia y la filosof¨ªa, se entender¨¢ que la identificaci¨®n entre feminidad y maternidad haya campado en la cultura occidental hasta el punto de que Balzac haga decir a una de las protagonistas de sus Memorias de dos j¨®venes casadas que ¡°una mujer sin hijos es una monstruosidad¡±.
Si desde la Sara y la Isabel b¨ªblicas tener un hijo no era fruto de un acto humano sino una bendici¨®n de Dios, no tenerlo era una maldici¨®n divina, y no querer tenerlo, algo antinatural. No es casual que en algunas versiones de la obra se llame Vieja Pagana a la consejera de Yerma, el gran s¨ªmbolo de la maternidad frustrada. Cuando la muchacha se lamenta con un ¡°que Dios me ampare¡±, la anciana replica: ¡°Dios, no. A m¨ª no me ha gustado nunca Dios. ?Cu¨¢ndo os vais a dar cuenta de que no existe? Son los hombres los que te tienen que amparar¡±. El personaje de Lorca es la encarnaci¨®n en la Espa?a rural del siglo XX del higienismo plat¨®nico que lleg¨® hasta el XIX pero pronto empez¨® a resquebrajarse. Baste pensar en Virginia Woolf y hasta en el Henry James de Las bostonianas. ¡°Cada mujer tiene sangre para cuatro o cinco hijos y cuando no los tiene se le vuelve veneno¡±, dice la protagonista lorquiana, pariente no lejana de la Raquel encadenada de Unamuno.
Si la Vieja de Yerma es atea y otra de las mujeres de la obra es una liberada (¡°no me gusta guisar ni lavar¡±), el marido de la ag¨®nica hero¨ªna es un hombre que vive feliz sin hijos y que a la pregunta de su mujer ¡°?qu¨¦ buscabas en m¨ª?¡± responde: ¡°A ti misma¡±. La literatura reciente en espa?ol parece alejarse de la at¨¢vica tragedia uterina ¡ªmayoritariamente escrita por hombres¡ª sin desentenderse del debate sobre la maternidad (y la paternidad). Libros como los de Jenn D¨ªaz (Mujer sin hijo), Marta Sanz (Daniela Astor y la caja negra), Laura Freixas (El silencio de las madres), Sergio Ram¨ªrez (Sara), Gustavo Mart¨ªn Garzo (Y que se duerma el mar), Gabriela Wiener (Nueve lunas), Carme Riera (Tiempo de espera), Lina Meruane (Contra los hijos), Carolina del Olmo (?D¨®nde est¨¢ mi tribu?) o Santiago Alba Rico (Leer con ni?os) demuestran que se puede querer o no tener hijos sin rendir cuentas, por fin, ni a Dios ni a Plat¨®n ni al diccionario.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.