Ay, Evo

Una expresidenta argentina tuvo en los setenta, siendo ya casada y madre de dos, un amor¨ªo con un diputado. Qued¨® embarazada. El hijo de ambos se cri¨® con su padre, y en los noventa, cuando ella fue mandataria, el chico le rog¨® que lo reconociera legalmente, sin resultados. Otra presidenta, una exreligiosa que gobern¨® Paraguay desde 2008, enfrent¨® demandas de varios hombres que aseguraban que era la madre de sus hijos. Ella reconoci¨® solo a uno, nacido cuando a¨²n era monja. Nada de eso es verdad. Y tampoco mentira. Los casos son reales, pero los protagonistas no fueron mujeres sino hombres: Carlos Menem, de Argentina; Fernando Lugo, exobispo y expresidente de Paraguay. Evo Morales, presidente de Bolivia, acaba de perder, en un refer¨¦ndum, la posibilidad de ser candidato en 2019. Su partido achaca el resultado al esc¨¢ndalo que gener¨® la revelaci¨®n de que Evo hab¨ªa tenido un hijo con Gabriela Zapata (ahora detenida: la empresa que representaba firm¨® contratos millonarios con el Estado). Morales reconoci¨® la relaci¨®n, pero asegur¨® que el ni?o hab¨ªa muerto. Sin embargo, d¨ªas despu¨¦s una t¨ªa de Zapata dijo que estaba vivo. Imaginemos que Evo se llamara Julia y que a Julia, presidenta de Bolivia, le brotaran un ex y un hijo, y que Julia dijera ¡°El ni?o ha muerto¡± y una t¨ªa dijera ¡°El ni?o vive¡±. Dilma Rousseff podr¨ªa sobrevivir a 10 petrolaos y Michelle Bachelet a 11 esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, pero bastar¨ªa un hijo negado o matado por conveniencia de campa?a para transformarlas en estatuas de sal y sumirlas en un hades de escarnio. Evo Morales, en cambio, calla. Deja que sus ministros se encarguen. Sabe que el viento de la historia est¨¢ a su favor: en Am¨¦rica Latina no hay nada m¨¢s desigual que eso que llaman igualdad de g¨¦nero. A un se?or presidente se le comprende cualquier cosa. Ya lo hemos hecho. Lo volveremos a hacer.