Las pol¨ªticas del No
Si Rajoy e Iglesias dejaran gobernar dispondr¨ªan de tiempo suficiente el uno para una profunda renovaci¨®n del Partido Popular y el otro para la consolidaci¨®n de Podemos como un partido para la democracia

Estos pol¨ªticos no tienen remedio, pensar¨¢ cualquiera que se asome al Diario de Sesiones del Congreso y tropiece con las arengas cargadas de baja pasi¨®n destructora que, con ocasi¨®n de la investidura por ellos mismos enviada a pique, pronunciaron Mariano Rajoy, presidente en funciones del Gobierno del Estado, y Pablo Iglesias, autoproclamado aspirante a la vicepresidencia plenipotenciaria de un pr¨®ximo Gobierno. Repleto de sarcasmos y desprecios hacia el partido m¨¢s cercano a sus propias posiciones, sin mostrar preocupaci¨®n alguna por la crisis de Estado que atravesamos, con ausencia de cualquier indicio de inquietud por los efectos de sus pol¨ªticas econ¨®micas y sociales, en el caso de Rajoy; prodigando ultrajes a su competidor para susurrarle luego, en un alarde de cursiler¨ªa: ¡°Pedro, solo quedamos tu y yo¡±, en el caso de Iglesias, las p¨¢ginas del Diario de Sesiones que recogen estos seudodiscursos constituyen un bald¨®n y una verg¨¹enza en la historia de la oratoria parlamentaria espa?ola.
Otros art¨ªculos del autor
Es obvio que el motivo de tanta frustraci¨®n y de tanta inquina como rezuman las dos intervenciones, radica en el hecho de que PSOE y Ciudadanos lograran alcanzar un acuerdo de investidura en el que la raz¨®n pol¨ªtica se impuso a pasiones y rencores personales. Jugando al solitario, Rajoy e Iglesias no lo pudieron soportar y perdieron las formas y maneras. Por la existencia misma del acuerdo, desde luego, pero sobre todo porque se trataba de un pacto que, susceptible de ampliaci¨®n, arrebataba la iniciativa a sus respectivos partidos, lo que fue suficiente para no considerar ninguna de las opciones racionalmente posibles y optar por la pol¨ªtica del NO: puesto que ni uno ni otro pod¨ªan ya llevar la voz cantante en el acuerdo final, mejor proceder a su demolici¨®n.
De ah¨ª que en un penoso ejercicio de la dial¨¦ctica del amo y del esclavo, las ret¨®ricas se encaminaran en ambos casos a humillar al vecino m¨¢s cercano, a destrozar al competidor situado en su propio campo, para obligarle, una vez derrotado, a implorar su apoyo. Despreciados y ninguneados por sus adversarios, Ciudadanos y PSOE no tendr¨ªan m¨¢s opci¨®n que lamer, en el segundo acto de esta representaci¨®n teatral, la mano que con tanta dureza los hab¨ªa castigado.
Ocurre, sin embargo, que los del garrote midieron mal sus propias fuerzas y la solidez del pacto firmado por sus competidores. Con su majestuoso rechazo del encargo de formar gobierno, Rajoy, y con sus ansias descontroladas de asaltar los cielos, Iglesias, ni uno ni otro tomaron en cuenta que el campo de la pol¨ªtica ya no estaba marcado por aquella n¨ªtida divisoria entre izquierda y derecha que aliment¨® durante a?os la crispaci¨®n a la par que bloqueaba la posibilidad de reformas.
Rajoy pensaba que Rivera no pod¨ªa sino servirle como chico de los recados
Rajoy daba por descontado que Rivera, en el campo de la derecha, carec¨ªa de otra opci¨®n que no fuera la de servirle como chico de los recados; Iglesias, por su parte, nervioso porque su vuelo no alcanzaba todav¨ªa la altura del superman que sus expertos en comunicaci¨®n le aconsejan ocultar bajo varias capas de humildad, ten¨ªa por seguro que a S¨¢nchez, en el campo de la izquierda, no le quedaba m¨¢s remedio que aceptar un pacto en las condiciones por ¨¦l establecidas y anunciadas a los cuatro vientos. El final de la pel¨ªcula imaginado por los dos promotores del NO consist¨ªa en un partido, Ciudadanos, fagocitado por el PP, y otro, el PSOE, sobrepasado por Podemos con el resultado de una legislatura con Podemos enfrentado a cara de perro con el Partido Popular.
Este era el escenario que hubiese hecho las delicias de ambos: una reedici¨®n ampliada de la vieja pol¨ªtica como lucha descarnada por el poder en la que dos contendientes no aceptan un marco com¨²n de convivencia sino que pretenden modificarlo a su antojo, destruyendo al otro y mostrando as¨ª con su discurso que la democracia en lo que tiene de equilibrio y separaci¨®n de poderes y de imperio de la ley no goza de gran prestigio entre ellos. Para estos actores de la pol¨ªtica a garrotazo limpio, la democracia solo vale en la medida en que sirva de cauce a la invasi¨®n por la mayor¨ªa, y su cohorte de amigos y nepotes, de todas las esferas del Estado y de la sociedad. Voces de hoy mismo se escuchan que alientan esa concepci¨®n de la pol¨ªtica que pretendi¨® en mala hora enterrar a Montesquieu: act¨²an como due?os de un poder o aspirantes a su ejercicio sin medida ni control, y pretenden conquistar todo el campo para los suyos aunque sea sembrando de cad¨¢veres pol¨ªticos su entorno.
Pero estas pol¨ªticas del NO, adem¨¢s de bloquear caminos de negociaci¨®n y pacto e impedir la formaci¨®n de gobiernos, suelen acarrear o agravar tensiones en los mismos partidos que las practican.
Un partido es algo diferente de las gracietas de asamblea de facultad
As¨ª ha ocurrido en el Partido Popular, envejecido en su cima y corrupto en su aparato central y en varias de sus organizaciones regionales, con la multiplicaci¨®n de voces soterradas que van saliendo a la luz para exigir un cambio en la c¨²pula dirigente. Y lo mismo ocurre en Podemos, con su innata tendencia al caudillismo y, de rechazo, al faccionalismo que, a las primeras de cambio, se ha multiplicado por la dimisi¨®n de l¨ªderes locales y por la naturaleza confederada de sus confluencias regionales/nacionales, todas proclives a romper amarras y volar por su cuenta a la menor oportunidad.
Tal vez si pasaran del No al S¨ª, por muy condicionado que este fuera, o al menos, a la abstenci¨®n, y dejaran gobernar, ya que ellos no podr¨¢n hacerlo al modo que hab¨ªan imaginado, abrir¨ªan espacio y dispondr¨ªan de tiempo suficiente para proceder, en el caso del Partido Popular, a una profunda renovaci¨®n que tendr¨ªa que incluir la reforma de sus estatutos y el abandono de su paralizante verticalismo presidencialista; y, en el de Podemos, a su consolidaci¨®n como un partido para la democracia, que es algo diferente de un movimiento para el mitin, de las gracietas de asamblea de Facultad y del ¡°acuerdo del beso¡±. Tiempo y espacio preciosos para, sin abdicar de su funci¨®n de oposici¨®n vigilante, permitir que otros gobiernen mientras se consolida este nuevo sistema pluripartidista, m¨¢s expresivo por el momento, y mejor adaptado a la diversidad y complejidad de la actual sociedad espa?ola, y quiz¨¢ ¡ªpero eso est¨¢ por ver¡ª m¨¢s id¨®neo para emprender un debate sin exclusiones sobre los motivos pol¨ªticos, econ¨®micos e institucionales que nos han tra¨ªdo a la presente situaci¨®n y los medios para salir de ella.
Santos Juli¨¢ es historiador.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.