El mito que se desmorona cuando abre la boca
El hombre que manejaba con fiereza el cartel de Sinaloa atrajo hasta su madriguera a sus captores por una pasi¨®n adolescente
En un viaje a Badiraguato, el pueblo de Sinaloa en el que han nacido los mayores narcotraficantes de M¨¦xico, conoc¨ª a un muchacho que ten¨ªa colgada en la pared, con orgullo de coleccionista, una sart¨¦n que una cocinera hab¨ªa utilizado para prepararle la cena a Joaqu¨ªn El Chapo Guzm¨¢n. Entonces viv¨ªa escondido en las monta?as y sus escasas apariciones entre la gente com¨²n ten¨ªan reconocimiento divino sin necesidad probatoria del Vaticano. Le llamaban El Se?or y le admiraban por haberse convertido en uno de los hombres m¨¢s ricos del mundo habiendo nacido en un lugar pobre y remoto.
Cuando se ha acercado la lente, El Chapo ha perdido carisma. Tras su detenci¨®n en enero se ha conocido una serie de detalles que han banalizado al personaje. Lo cierto es que una leyenda dif¨ªcilmente supera el escrutinio de sus conversaciones de WhatsApp. El hombre que manejaba con fiereza el cartel de Sinaloa atrajo hasta su madriguera a sus captores por una pasi¨®n adolescente: el intercambio de mensajes subidos de tono con la actriz Kate del Castillo. El cerebro anal¨ªtico se hab¨ªa dejado embaucar por la purpurina de una telenovela de segunda categor¨ªa. La destrucci¨®n del mito hab¨ªa comenzado.
El Chapo deber¨ªa saber que solo hay algo peor que un pesimista, y es un taca?o. Su abogado ten¨ªa la orden de comprarle tel¨¦fonos a la actriz que sirvieran para comunicarse en secreto. Hasta tres veces llegaba el capo a preguntar por el precio antes de hacer el env¨ªo de dinero. Ingresaba al letrado el monto exacto. Ni un c¨¦ntimo de m¨¢s. Tampoco es que se le pidiera que fuera Obama, pero en la ?entrevista? que concedi¨® a Sean Penn se le vio incapaz de articular un discurso. En el silencio era enigm¨¢tico, pero fue abrir la boca y el hechizo desapareci¨®.
Las intervenciones en televisi¨®n de su esposa, que presenta al marido como una v¨ªctima que sufre los rigores de un encierro tortuoso, el clavo que recibe el golpe cuando todos pens¨¢bamos que siempre era el martillo, tampoco ayudan. La pared donde est¨¢ colgada la sart¨¦n del chico mit¨®mano se est¨¢ desconchando.
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