Ordal¨ªas
Hay aberraciones jur¨ªdicas que se cometen en el presente que recuerdan la irracionalidad del Medievo
A tenor de lo le¨ªdo en el reportaje de M¨®nica Ceberio Belaza, en el proceso contra Romano Van der Dussen, acusado de violaci¨®n, se han cometido defectos que llevaron al ciudadano holand¨¦s a doce a?os de c¨¢rcel y a padecer un infierno jur¨ªdico. Leyendo la noticia, se tiene la sensaci¨®n de que su sentencia estaba dictada antes del proceso y de que todo se desarroll¨® como si se intentara confirmar una sospecha previa. Los sucesivos intentos de Van der Dussen de aportar pruebas a su defensa, no aceptadas, los plazos de reclamaci¨®n agotados ante tribunales sordos a sus argumentos, hacen pensar en las antiguas ordal¨ªas.
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Practicadas durante el Medievo, las ordal¨ªas eran pruebas jur¨ªdicas de origen germ¨¢nico y de car¨¢cter m¨¢gico e irracional, es decir, no testificales ni documentales, ejecutadas bajo la invocaci¨®n divina y destinadas a conocer la inocencia o la culpabilidad de un sospechoso. En la ordal¨ªa del hierro candente, el inculpado deb¨ªa sostener durante un tiempo en las manos un hierro al rojo vivo y solo era declarado inocente si al cabo de tres d¨ªas no hab¨ªa sufrido ampollas. En la ordal¨ªa caldaria, el ordalizado introduc¨ªa el brazo en un caldero de agua hirviendo y solo era declarado inocente si sal¨ªa indemne de quemaduras. En la ordal¨ªa del agua, se arrojaba al sospechoso a un estanque con una mano atada a la pierna contraria y solo era declarado inocente si no se ahogaba. En la del veneno, el imputado deb¨ªa ingerir un t¨®xico y solo era declarado inocente si su cuerpo no sufr¨ªa sus efectos nocivos. En el llamado Juicio de Dios, en fin, era declarado inocente el vencedor en un torneo medieval, por m¨¢s que hubiera una brutal desigualdad entre los contendientes y no siempre la doncella contara con un Ivanhoe.
Como se trataba de pruebas religiosas, se impetraba la intervenci¨®n divina, pues Dios Judgmentlord, omnisciente y todopoderoso, no dejar¨ªa de acudir en defensa de sus fieles, bien para hacerlos inmunes, bien para fortalecerlos contra el dolor f¨ªsico, que solo el inocente estaba capacitado para soportar. As¨ª, la ordal¨ªa resultaba diab¨®lica al pretender la demostraci¨®n de la inocencia con pruebas antinatura que exig¨ªan la incombusti¨®n de la carne o la condici¨®n anfibia.
El juicio divino resultaba diab¨®lico al pretender demostrar la inocencia con pruebas antinatura?
Los resultados eran tan cruentos que fueron prohibidas por la Iglesia en el Concilio de Letr¨¢n de 1215, coincidiendo con una mayor difusi¨®n y aceptaci¨®n del derecho romano por las instituciones judiciales europeas. Sin embargo, no desaparecieron por completo y el mismo Dante Alighieri, que tanto contribuy¨® a la llegada de las luces del Humanismo, justific¨® la variante ord¨¢lica del juicio de Dios en De Monarqu¨ªa (1310).
La ordal¨ªa era la negaci¨®n del h¨¢beas corpus, pues el implicado en ella era culpable hasta que lograba demostrar su inocencia, y poco a poco fue quedando atr¨¢s en la Historia, enterrada definitivamente por la Ilustraci¨®n y, en particular, por la corriente humanista que desencaden¨® el Tratado de los delitos y las penas (1764), de Cesare Beccaria. En el moderno ordenamiento jur¨ªdico universal, la carga de la prueba de los hechos recae sobre el actor demandante, que debe probar sus acusaciones.
Pero cuando parec¨ªa olvidada, reaparece de un modo inesperado en el siglo XX, aplicada en una siniestra variante por los reg¨ªmenes nazi y sovi¨¦tico de Hitler y de Stalin y por gobiernos racistas. En la nuevas ordal¨ªas totalitarias, la v¨ªctima es condenada por ser quien es, no por sus actos. Los jud¨ªos, los kulaks, los negros son culpables por su identidad, independientemente de su comportamiento. Marcados por su raza, su clase social o el color de su piel, a ellos les corresponde demostrar su inocencia.
La literatura ha dado extraordinarias obras sobre este tema, desde El proceso, de Kafka hasta la prol¨ªfica bibliograf¨ªa de los totalitarismos, de Primo Levi a Vasili Grossmann, pasando por Intruso en el polvo, de William Faulkner.
Ahora, de nuevo reaparecen sutiles y peligros¨ªsimas variantes ord¨¢licas, fruto de la modernidad
Y ahora, de nuevo, reaparecen sutiles y peligros¨ªsimas variantes ord¨¢licas, frutos de la modernidad, en ocasiones asociadas a presiones colectivas y a un uso perverso de las redes sociales que generan acoso y nuevas zonas de apartheid. ?Ha influido algo de eso en la condena de Romano Van der Dussen? Era un tipo conflictivo y con antecedentes, era extranjero y estaba en Fuengirola la noche de las violaciones: ten¨ªa, pues, a priori las condiciones para ser culpable.
Al comentar esta aberraci¨®n jur¨ªdica cometida contra ¨¦l, las primeras palabras son para recordar a las v¨ªctimas, a las mujeres agredidas cuyo inconsolable dolor, ansiedad y congoja no calmar¨¢ la revisi¨®n parcial del proceso por el Tribunal Supremo. Para su indeleble sufrimiento no hay reparaci¨®n suficiente. Lo siguiente es desear que se encuentre un modo justo de compensar a Van der Dussen por su sufrimiento y proceder a su rehabilitaci¨®n p¨²blica, si es que eso es ya posible. Hay delitos en los que, independientemente de la sentencia, el imputado queda manchado de forma irreparable, envuelto en la grisalla de la sospecha, v¨ªctima del mal¨¦volo refr¨¢n ¡°Cuando el r¨ªo suena¡¡±, como se?alaba Francisco Tom¨¢s y Valiente en La tortura judicial en Espa?a.
Por ¨²ltimo, conviene recordar la necesidad de mantener un sistema judicial independiente y dotado de medios para luchar en las mejores condiciones contra la eterna dificultad de impartir justicia. Tanto o m¨¢s que por los ¨ªndices del PIB, de ocupaci¨®n laboral, de protecci¨®n social a los dependientes, la calidad de un pa¨ªs se mide por la calidad de su sistema jur¨ªdico. Y en ¨¦l, nunca es vano insistir sobre la necesidad de evitar las ordal¨ªas y mantener en todo momento el respeto m¨¢s exquisito por la presunci¨®n de inocencia. Puede ocurrir que, al aplicar el h¨¢beas corpus, un culpable escape a la condena que hubiera merecido, pero siempre ser¨¢ preferible ese riesgo a condenar a un inocente y provocar una injusticia mayor.
Eugenio Fuentes es escritor. Su ¨²ltima novela es Mistralia (Tusquets Editores).
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