El enigma del fundamentalismo religioso
La fe de los credos monote¨ªstas se desliza con relativa facilidad hacia convicciones absolutas. Es l¨®gico volver a los fundamentos, pero hay que hacerlo sin rigidez, sin negar la historia; con una aproximaci¨®n abierta y din¨¢mica
El fundamentalismo petrifica la Biblia y la convierte en autoridad absoluta¡±. As¨ª se expresa, pensando en el cristianismo, el te¨®logo J. Moltmann. Identifica de esta forma una de las tentaciones de las religiones monote¨ªstas: su fe puede, con relativa facilidad, deslizarse hacia convicciones absolutas. Intentemos una m¨ªnima clarificaci¨®n.
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Desde luego, nadie reprochar¨¢ a las religiones que retornen una y otra vez a sus fundamentos. Sus fundadores y el credo al que ellos dieron lugar no puede ser un mero punto de partida que caiga en el olvido. Los or¨ªgenes no se marginan impunemente. Las religiones, como las personas y los pueblos, tienen grandes obligaciones contra¨ªdas con el recuerdo; sin ¨¦l se perece. ¡°Qu¨¦ sea el hombre¡±, escribi¨® el fil¨®sofo W. Dilthey, ¡°solo se lo dice su historia¡±.
Es necesario, pues, que las religiones siempre vuelvan ¡ªsobre todo en tiempos convulsos¡ª a su primera hora, a sus fundadores, a sus libros sagrados en busca de la anhelada identidad. Pero la identidad no es algo cerrado ni enlatado que se acumule solo en los inicios y condene a los nacidos despu¨¦s a ser meros repetidores. El momento fundacional no agota las posibilidades de configuraci¨®n de los proyectos religiosos. El tiempo a?adido, la tradici¨®n, los siglos transcurridos ayudan a perfilar la intuici¨®n originaria. Esos pasos intermedios reclaman tambi¨¦n vigencia y cierta normatividad. Es m¨¢s: se impone incluso una consideraci¨®n amable del momento presente. Las religiones son comunidades narrativas de acogida que ayudan a vivir y morir digna y esperanzadamente. Cuando una religi¨®n margina alguno de estos tres estadios ¡ªlos or¨ªgenes, la tradici¨®n y el momento presente¡ª y se aferra a que el velo se rasg¨® por completo en los mitificados momentos iniciales surge el fundamentalismo. Su pecado no se localiza, pues, en la b¨²squeda de fundamento; es humana y necesaria, sin ella se camina a la deriva. El fundamentalismo se hace fuerte cuando las religiones, adem¨¢s de afirmar leg¨ªtimamente su trascendencia, niegan, ya sin legitimidad para ello, su contingencia hist¨®rica y las heridas que el paso del tiempo ocasiona. La negaci¨®n de la historia es una invitaci¨®n solemne al fundamentalismo.
El peligro fundamentalista afecta a m¨²ltiples ¨¢mbitos de nuestras sociedades. Sin embargo, resulta extra?o que est¨¦ tan presente en las religiones, sobre todo en las monote¨ªstas. Y es que, en palabras del te¨®logo W. Pannenberg, ¡°el fundamentalista es el hombre de la cosa segura¡±. Pero ?qu¨¦ es lo seguro en las religiones? ?No es la fe confiada, sin certezas ni evidencias, su se?a de identidad? El mundo al que se asoman los creyentes es tan misterioso, tan tremendo y fascinante, que deber¨ªa resistirse a la chata objetivaci¨®n fundamentalista. La experiencia religiosa se forja en contacto con s¨ªmbolos, mitos, ritos y leyendas.
La religi¨®n est¨¢tica busca la seguridad y rechaza las fatigas de la duda y de la raz¨®n cr¨ªtica
Se podr¨ªa afirmar, con P. Ricoeur, que es ¡°el reino de lo inexacto¡±. ?C¨®mo se puede ser fundamentalista en un escenario tan resbaladizo, en un universo tan cargado de misterio e incertidumbre? M¨¢s bien parece que la persona religiosa deber¨ªa estar familiarizada con el espesor de lo inefable, con los muchos nombres y rostros de lo divino. Todas las religiones saldr¨ªan ganando si incluyesen en su biblia peque?a el verso de Jos¨¦ ?ngel Valente: ¡°Muri¨®, es decir, supo la verdad¡±. Pero hasta entonces, hasta que no doblemos la ¨²ltima curva del camino, la verdad ser¨¢ una criatura huidiza, especialmente para el fundamentalista.
El fil¨®sofo H. Bergson abord¨® estos interrogantes distinguiendo dos clases de religi¨®n: la est¨¢tica y la din¨¢mica. La primera se agota en la b¨²squeda de seguridades. Su problema es el miedo, que intenta esquivar acumulando certezas doctrinales y pautas inmutables de conducta que defiende con ira, intransigencia y fanatismo. En definitiva, la religi¨®n est¨¢tica rechaza las fatigas de la duda y el ejercicio de la raz¨®n cr¨ªtica.
En cambio, la religi¨®n din¨¢mica est¨¢ familiarizada con las preguntas que ¡°el terror de la historia¡± (M. Eliade) suscita. Sabe que preguntar es ser piadoso. De ah¨ª que, seg¨²n Bergson, la religi¨®n din¨¢mica culmine en la m¨ªstica. ¡°Superhombres sin orgullo¡± llama a los m¨ªsticos, cuya cima son para ¨¦l san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jes¨²s. No puede extra?ar que este gran europeo muriera (1941) pidiendo ¡°un suplemento de alma¡± para un mundo en el que ya se vislumbraba que la mec¨¢nica estaba ganando la partida a la m¨ªstica.
El fundamentalismo isl¨¢mico lee y aplica de forma bastarda ciertos pasajes del Cor¨¢n
Destacados conocedores de la historia de las religiones monote¨ªstas se?alan dos ¨¢mbitos especialmente sensibles al fundamentalismo. En primer lugar, la comprensi¨®n e interpretaci¨®n de sus textos sagrados. Casi tres siglos lleva el cristianismo a vueltas con la ex¨¦gesis de su Biblia. La aplicaci¨®n del m¨¦todo hist¨®rico-cr¨ªtico a los textos b¨ªblicos no ha supuesto su debilitamiento, sino una mayor fortaleza. Algo parecido se espera de la incipiente ex¨¦gesis cr¨ªtica del Cor¨¢n. El libro sagrado de los musulmanes determina r¨ªgidamente todos los aspectos de su vida religiosa y social. Seg¨²n el islam, el Cor¨¢n fue dictado ¨ªntegramente al Profeta Mahoma por un ¨¢ngel en el cielo. Tal vez esta procedencia divina tan directa est¨¦ en el origen del temor a someter el Cor¨¢n a los rigores de la ex¨¦gesis hist¨®rico-cr¨ªtica. Un temor que no es un¨¢nime: existe un islam fundamental que empieza a asomarse a la ex¨¦gesis cr¨ªtica del Cor¨¢n; menos propenso a esta tarea es el islam fundamentalista, siempre volcado en la interpretaci¨®n literal del texto sagrado; y ajeno a las fatigas de la interpretaci¨®n hist¨®rico-cr¨ªtica es el fundamentalismo isl¨¢mico, de triste actualidad por los fines bastardos con los que lee y aplica determinados pasajes del Cor¨¢n. No existe, pues, un ¨²nico islam, como tampoco existe un solo cristianismo o un ¨²nico juda¨ªsmo. Ser¨ªa injusto no diferenciar cuidadosamente.
En segundo y ¨²ltimo lugar: a todas las religiones les cuesta separar lo sagrado de lo profano. Muchos musulmanes defienden que, por el honor de Al¨¢, no deber¨ªa haber zonas francas seculares. Sin embargo, los estudiosos del islam est¨¢n convencidos de que en algunos pa¨ªses musulmanes el islam est¨¢ evolucionando y terminar¨¢ percat¨¢ndose, como le ocurri¨® al cristianismo, de que en la vida no todo es religi¨®n.
Al comienzo de este siglo, profetas de mal ag¨¹ero aseguraron que el siglo XXI ser¨ªa ¡°el siglo de Jes¨²s contra Mahoma¡±. Es de esperar que a¨²n estemos a tiempo de evitarlo. Y el mejor camino es el de la aproximaci¨®n mutua, serena y reflexiva, m¨¢s atenta a lo que une que a lo que separa. En su viaje a Centro¨¢frica el papa Francisco acudi¨® a una gran mezquita musulmana a orar. En realidad, as¨ª fue al principio. Las cr¨®nicas narran que, tras cuatro meses de asedio, el califa Omar (632) conquist¨® Jerusal¨¦n sin ning¨²n g¨¦nero de violencia. Entr¨® como un peregrino, a lomos de un camello y vistiendo un manto usado. A la hora de la oraci¨®n, el patriarca de Jerusal¨¦n, Sofronio, le ofreci¨® su iglesia para que rezase en ella; pero Omar declin¨® la invitaci¨®n con estas o parecidas palabras: mejor no, no sea que el d¨ªa de ma?ana, despu¨¦s de mi muerte, alg¨²n musulm¨¢n te la arrebate diciendo: ¡°Aqu¨ª or¨® Omar¡±. Un comienzo de di¨¢logo prometedor.
Manuel Fraij¨® es catedr¨¢tico em¨¦rito de la Facultad de Filosof¨ªa de la UNED.
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