Golpe de tim¨®n
Si Europa quiere sobrevivir a las crisis que afronta necesita un cambio urgente
La Uni¨®n Europea parece a la deriva, sin rumbo ni timonel. Si no se impone a s¨ª misma un cambio radical de direcci¨®n, el proyecto europeo naufragar¨¢, dejando tras de s¨ª unas sociedades consumidas por el populismo, la xenofobia y el nacionalismo. Los fracasos de esta Europa, marco imprescindible para la convivencia, son demasiado numerosos, demasiado paralelos en el tiempo y demasiado importantes como para ser pasados por alto.
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Primero fue el pacto con Turqu¨ªa para devolver a los refugiados, un acuerdo chapucero cuyo objetivo era tapar la incompetencia y las divisiones en la crisis de asilo y refugio. Luego, los fallos de inteligencia que han llevado a un atentado en Bruselas que muchos creen que se pod¨ªa haber evitado si los Estados hubieran estado a la altura de las circunstancias tras los atentados de Par¨ªs de noviembre. Antes vivimos una capitulaci¨®n en toda regla de los principios b¨¢sicos que inspiran a la UE ante el chantaje brit¨¢nico para no marcharse de la UE. A ello se suma el recuerdo de un enfrentamiento con Grecia en el que, tras a?os de p¨¦sima gesti¨®n de la crisis del euro, se ense?¨® la puerta de salida a un pa¨ªs con una poblaci¨®n en situaci¨®n de emergencia. Todo ello en un contexto de muy d¨¦bil crecimiento econ¨®mico, desempleo cr¨®nico y amenazas deflacionistas.
Ante cada uno de los problemas de los ¨²ltimos a?os, el denominador com¨²n de la reacci¨®n europea ha sido el miedo, la improvisaci¨®n o la falta de solidaridad. Los responsables de tal estado de cosas son, en primer lugar, los gobiernos nacionales. Constituidos en gobierno permanente de la Uni¨®n al amparo de una serie de tan improvisados como in¨²tiles Consejos Europeos extraordinarios, han arrinconado a la Comisi¨®n y al Parlamento. Alemania, Francia, Italia y Espa?a, que podr¨ªan impulsar el proyecto europeo, s¨®lo comparecen para exigir soluciones a sus problemas o para acusar a los dem¨¢s de interferir en sus asuntos. Otros, desde el Reino Unido a Polonia, pasando por Hungr¨ªa o Dinamarca, simplemente han ca¨ªdo en manos populistas, mediocres o nacionalistas.
Pero la Comisi¨®n y el Parlamento tampoco carecen de responsabilidad: en las pasadas elecciones europeas prometieron un gobierno que mereciera tal nombre y un parlamento que lo sostuviera con sus votos. La realidad ha sido bien distinta: los dos proyectos estrella del presidente Juncker ¡ªel plan de inversiones destinado a relanzar la econom¨ªa europea y el programa de realojo de refugiados¡ª han fracasado. Que los Estados humillen al presidente de la Comisi¨®n e ignoren al Parlamento Europeo se ha convertido en algo habitual desde la Comisi¨®n Delors. Pero aceptar ese papel de comparsa y limitarse a gesticular, como hacen Juncker y el Parlamento estos d¨ªas, no dice mucho de aquellos que tienen que hablar en nombre de Europa.
Esta generaci¨®n de europeos va a estar marcada por el estancamiento econ¨®mico, el auge de los populismos y el desaf¨ªo del terrorismo yihadista. Tendr¨¢ que hacer frente a todo ello en un entorno de inestabilidad y conflictos que se extiende desde el ?rtico hasta el Magreb, pasando por Oriente Pr¨®ximo y el Golfo P¨¦rsico. Ninguna de las crisis tiene soluciones m¨¢gicas ni autom¨¢ticas. Su complejidad exige voluntad pol¨ªtica y determinaci¨®n de actuar unidos y a largo plazo. Si Europa quiere sobrevivir a la concatenaci¨®n de crisis que sufre necesita un gran pacto transversal que la impulse. El proyecto europeo tiene muchos enemigos, dentro y fuera. Pero la peor amenaza que enfrenta Europa es su propia inacci¨®n. La falta de liderazgo europeo ha convertido a la UE en un ente vulnerable e ineficaz. Si quiere sobrevivir, necesita cambiar de rumbo, y hacerlo urgentemente.
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