Lo que no valen las piedras de Palmira

Aunque Palmira haya sido recuperada por el Ej¨¦rcito sirio de las garras del Estado Isl¨¢mico, y todos nos preocupemos por c¨®mo han quedado sus ruinas, ya es para siempre un lugar maldito. Y lo es porque el ISIS ha profanado uno de los lugares hist¨®ricos m¨¢s admirados por la humanidad con un refinamiento y una crueldad dif¨ªciles de igualar. Y no se trata de las estatuas decapitadas, ni de los arcos derribados ni de las columnas abatidas. Al fin y al cabo se trata de piedras destinadas a durar mucho m¨¢s que una vida pero igualmente condenadas a perecer.

Se trata del asesinato ritual ¡ªretransmitido a todo el mundo hace casi un a?o¡ª de 25 personas en el teatro romano, el mismo escenario donde hace ya veinte siglos se representaron algunas de las obras cumbre de la creaci¨®n humana. Una burda mofa de una de las ceremonias sociales que distinguen a una sociedad civilizada: el teatro. Un sacrilegio donde las v¨ªctimas mostraban el rostro sereno de los hombres que saben que est¨¢n a punto de cruzar el Umbral, con may¨²scula, de su existencia y donde los verdugos eran ni?os. Los v¨ªdeos del ISIS son repugnantes. Todos. Pero este va mucho m¨¢s all¨¢ de la relamida exhibici¨®n de un asesinato porque trata de escenificar la muerte de una civilizaci¨®n. De la civilizaci¨®n.

Para la mayor¨ªa de nosotros, Palmira es como esos objetos que uno tiene en casa y no reciben demasiada atenci¨®n hasta que se extrav¨ªan. Pero en la guerra contra el Estado Isl¨¢mico puede ser muy importante, porque los invencibles guerreros que se jactan del asesinatos de personas indefensas ¡ªya est¨¦n encerradas en una jaula o en la cola de un aeropuerto¡ª han huido ante soldados que les han hecho frente. Han perdido la ciudad que hace casi 1.800 a?os fue testigo de c¨®mo una mujer, Zenobia, hizo frente a los dos imperios de la ¨¦poca que le toc¨® vivir: el romano y el sas¨¢nida. El ISIS ha huido y esto merece mucha m¨¢s publicidad que el da?o material que hayan podido causar sus secuaces por grande o peque?o que sea.

Porque aunque Palmira haya sido liberada, para sus piedras, en pie o desperdigadas por el suelo, esto no es nada nuevo. Han visto pasar a tantos conquistadores y libertadores durante tantos siglos que cada uno de ellos no representa m¨¢s que otra ola en la costa que se desvanecer¨¢ en cuanto llegue la siguiente. Tal vez ahora estar¨¢n a salvo de quienes odian todo lo que representa un modo de vida, incluyendo la creaci¨®n art¨ªstica, pero esto no las puede hacer m¨¢s valiosas. El dinamitado Arco del Triunfo de Palmira no vale la vida de un ni?o cristiano asesinado por un suicida en un parque infantil en Lahore este pasado domingo. Ninguna estatua milenaria desfigurada vale las heridas de un pasajero del metro de Bruselas. Es preciso recordar lo obvio para ser conscientes de qui¨¦n es verdaderamente irrepetible. Son los hombres los que crean el arte. La materia no puede crear a los hombres. Eso s¨ª, un servidor da gracias todos los d¨ªas por la existencia del Museo Brit¨¢nico.