Sin campanas

No estuvieron en capilla. No sonaron campanas de boda. No pasaron por el altar, ni por la vicar¨ªa. Probablemente, la novia no lleg¨® tarde y, tambi¨¦n probablemente, ni se tir¨® el ramo ni se cort¨® la corbata ni ¡ªmucho menos¡ª la liga. Se?ores, asum¨¢moslo: la boda del a?o ha pasado por delante de nuestras narices y ni nos hemos enterado.

Bueno, s¨ª, pero llegamos con diez d¨ªas de retraso y sin una triste foto del vestido de la novia (dicen que llev¨® vestido, pero tampoco se sabe a ciencia cierta). Iker y Sara (ahorremos tinta en apellidos, ya saben cu¨¢les son) han dado la campan¨¢ precisamente por no darla.

Seamos sinceros. Lo que ha hecho la pareja m¨¢s popular de Espa?a hoy (pese a ni trabajar ni vivir en Espa?a) es lo m¨¢s normal del mundo. Bienvenidos al siglo XXI. M¨¢s de dos tercios de las bodas ya son as¨ª, sencillas, quiz¨¢ m¨¢s aut¨¦nticas, menos copete y m¨¢s al l¨ªo: casamientos civiles, y desde el a?o pasado ante notario, como los propios Carbonillas (perd¨®n, es que est¨¢ tan a huevo¡­). Estos chicos son eso, chicos, millennials (palabro tan feo como definitorio), gente nueva con su historia, su vida com¨²n y un par de cr¨ªos, o cr¨ªo y medio, en este caso. ?Megaboda por una fiesta, un vestido, un viaje? No les faltan. Como a casi ninguno de esos millennials. As¨ª que a firmar y listo, que el papel es lo que cuenta.

No venden su vida, aunque aprovechen su imagen para sacarse un dinerillo: si usted fuera joven, guapo, famoso y medianamente listo, ?no lo har¨ªa? No les interesa una exclusiva, ni una foto. Ya tienen Instagram para publicarlas ellos. ?Bodorrio? No, gracias. Aunque ya s¨ª que hay excusa perfecta para llamarles Carbonillas.