Brexit: pragmatismo frente a la falacia
El pacto de Cameron y el Consejo europeo merecer¨¢ la pena si el Reino Unido permanece en la Uni¨®n Europea sin obstaculizar las reformas pendientes. Para los brit¨¢nicos, las ventajas de la permanencia superan en mucho a los inconvenientes
La incertidumbre que se cierne sobre el Reino Unido si decide abandonar la UE y sus serias repercusiones sobre el resto de Europa a?aden dramatismo a un panorama europeo plagado de graves problemas no resueltos: la crisis de los refugiados, los embates del terrorismo yihadista, una crisis econ¨®mica que extiende sus efectos al terreno social y a la esfera pol¨ªtica. La EU pasa por un momento extraordinariamente dif¨ªcil. Las instituciones de la Uni¨®n est¨¢n atenazadas por el miedo de los Gobiernos nacionales a ser desbordados por los argumentos populistas. En los ¨²ltimos tiempos ha cundido la tentaci¨®n del ¡°s¨¢lvese quien pueda¡± pese a que cada vez que alg¨²n pa¨ªs intenta tomar iniciativas aisladas al margen del marco comunitario genera conflictos con sus socios sin ofrecer a cambio soluciones eficaces.
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Si gana el S¨ª a la permanencia en la UE, y el tradicional pragmatismo brit¨¢nico prevalece finalmente sobre los mensajes emocionales y nost¨¢lgicos que a?oran el ¡°espl¨¦ndido aislamiento¡±, se producir¨¢ un gran alivio en casi todo el mundo. El pacto entre Cameron y sus colegas del Consejo Europeo suscrito en febrero tiene indudables aristas ¡ªalgunas de las cuales pueden llegar a rozar la incompatibilidad con principios b¨¢sicos de la Uni¨®n¡ª y varios de sus elementos son dif¨ªciles de asumir por los partidarios de seguir avanzando en la integraci¨®n. Aunque por motivos opuestos, el acuerdo gusta a¨²n menos a los euroesc¨¦pticos. Pero, probablemente, es el menos malo de los acuerdos posibles.
No obstante, el precio elevado de ese acuerdo habr¨¢ merecido la pena si a cambio se consigue que el Reino Unido permanezca en la UE sin obstaculizar las decisiones que se requieren para abordar el futuro europeo sobre bases s¨®lidas: la reforma de Schengen y de la legislaci¨®n de asilo y refugio, el impulso de la acci¨®n exterior y en materia de seguridad, las reformas pendientes de la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria y la profundizaci¨®n del mercado interior en ¨¢reas como la energ¨ªa, lo digital o los mercados de capitales.
No es admisible que los euroesc¨¦pticos culpen a la UE de descoordinaci¨®n frente al terrorismo
El acuerdo de febrero reconoce de manera expl¨ªcita lo que el Reino Unido ha ido persiguiendo paso a paso desde el Tratado de Maastricht: convertirse en un caso excepcional y ¨²nico en cuanto al nivel de su integraci¨®n y de sus ambiciones como miembro de la UE. Lo que hasta ahora era una realidad de facto pasa ahora a ser reconocido formalmente. Ning¨²n otro Estado miembro ocupa una posici¨®n tan ¡°perif¨¦rica¡±, ni podr¨¢ hacerlo en el futuro. Pero, a pesar de todo, es asumible. Alguien tan poco sospechoso de tibieza europe¨ªsta como el Instituto Jacques Delors-Notre Europe afirma en un an¨¢lisis que el acuerdo acent¨²a la diferenciaci¨®n del Reino Unido pero no rompe nada esencial, aunque haya que vigilar de cerca su aplicaci¨®n.
La victoria del No tendr¨ªa costes muy significativos para Reino Unido tanto en el orden econ¨®mico como en el pol¨ªtico, fuese cual fuese la alternativa elegida para ubicarse fuera de la Uni¨®n. Se barajan diferentes posibilidades, desde la integraci¨®n en el Espacio Econ¨®mico Europeo (Noruega), hasta la firma de un conjunto de acuerdos bilaterales con la UE (Suiza), la negociaci¨®n de un acuerdo bilateral de libre cambio (Canad¨¢) o la simple remisi¨®n a las normas de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio. Todas ellas implican serios retrocesos respecto de la situaci¨®n actual sin aportar a cambio las ventajas que proclaman los antieuropeos. Poco a poco, las falacias que han venido utilizando los partidarios del No van quedando al descubierto. El Reino Unido deber¨¢ optar por seguir sometido a las regulaciones de Bruselas sin poder incidir en sus decisiones, o aceptar alternativamente su exclusi¨®n del mercado ¨²nico. A la City le ser¨¢ imposible en uno u otro caso gozar del pasaporte exigible para operar en los mercados del continente. Y junto a la p¨¦rdida inevitable de mercados en la UE y de capacidad de atracci¨®n de inversiones extranjeras habr¨ªa que sumar la consiguiente p¨¦rdida de influencia brit¨¢nica tanto en Europa como en el resto del mundo.
M¨¢s all¨¢ de la econom¨ªa, en un asunto tan serio como la lucha contra el terrorismo, no es admisible el intento de los euroesc¨¦pticos de culpar a la UE de los fallos derivados de la falta de cooperaci¨®n entre los diferentes servicios policiales y de inteligencia nacionales por parte de quienes se han negado a participar en los sistemas de coordinaci¨®n existentes, por imperfectos que ¨¦stos sean. En cuanto al tema de la inmigraci¨®n, que se ha situado en el centro del debate, los hechos contradicen a quienes tratan de esgrimirlo como ariete antieuropeo. No hay tensiones apreciables derivadas de un exceso de mano de obra procedente del exterior, con una tasa de paro cercana a una situaci¨®n de pleno empleo. Y la presi¨®n sobre el gasto social de los inmigrantes y sus familias se mantiene en niveles perfectamente asumibles.
La inmigraci¨®n no avala el antieurope¨ªsmo; no hay tensiones derivadas del exceso de mano de obra
Por supuesto, los dem¨¢s europeos tambi¨¦n nos jugamos mucho con el resultado del refer¨¦ndum del 23 de junio. No podemos participar activamente en una campa?a que pertenece a quienes van a ejercer su derecho al voto en menos de tres meses, pero los l¨ªderes de los otros 27 Estados miembros y los m¨¢ximos responsables de la Comisi¨®n y del Parlamento europeos est¨¢n obligados a expresar su opini¨®n, como est¨¢n haciendo Barack Obama y otras voces relevantes en Estados Unidos ¡ªrecordando que la ¡°relaci¨®n especial¡± entre Washington y Londres dejar¨ªa de tener sentido en caso de Brexit¡ª y en el resto del mundo.
Pese a la incomodidad generada por las condiciones que Cameron ha arrancado en el acuerdo de febrero, conviene reconocer sin ambages que las ventajas de la permanencia del Reino Unido en la UE superan claramente a los inconvenientes de seguir contando con un Estado miembro especial, que no comparte algunos de los objetivos del proyecto de integraci¨®n europea que muchos consideramos m¨¢s deseables. Pero como dice el estudio del Instituto Jacques Delors al que me he referido antes: ¡°Para estar en la UE no es imprescindible ser europe¨ªsta, basta simplemente con preferir estar dentro que fuera¡±.
Por ¨²ltimo, un alto responsable europeo puso el dedo en la llaga al manifestar que ¡°tras cuarenta a?os de presencia problem¨¢tica en la UE, Reino Unido ha agotado la mayor parte, si no la totalidad, del capital pol¨ªtico que tuvo en el pasado de cara a sus socios¡±. Habr¨¢ que tenerlo muy en cuenta tras el 23-J tanto al poner en pr¨¢ctica los puntos acordados para acomodar al Reino Unido en el marco comunitario tras la victoria del S¨ª, como en caso de tener que negociar el futuro estatus del Reino Unido tras el triunfo del Brexit.
Joaqu¨ªn Almunia es exvicepresidente de la Comisi¨®n Europea
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