Reducir la prostituci¨®n
La soluci¨®n adoptada por Francia de penalizar al cliente va en la direcci¨®n correcta
Francia acaba de sumarse al campo de los pa¨ªses que luchan por estrechar el mercado de la prostituci¨®n. Tras dos a?os y medio de debates parlamentarios, ya es definitiva la ley que introduce cambios fundamentales: suprime la penalizaci¨®n de las prostitutas por ofrecer sus servicios y castiga hasta con 1.500 euros al que compra ¡°un acto sexual¡±, multas que se elevan sensiblemente en caso de reincidencia. Adem¨¢s, prev¨¦ permisos de estancia para las personas ¡ªmayoritariamente extranjeras¡ª dedicadas a esa actividad y que acepten dejarla, junto con una ayuda econ¨®mica.
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La norma se funda en una cuesti¨®n de g¨¦nero, considerando que la prostituci¨®n es ejercida esencialmente por mujeres y que casi todos los clientes son hombres. Durante a?os se ha mantenido el debate sobre si lo conveniente es abolir la prostituci¨®n o regularla. Cada vez resulta m¨¢s dif¨ªcil a sus defensores sostener que se trata de un oficio ejercido libremente, y que como tal debe contribuir al beneficio colectivo con impuestos y cotizaciones sociales. La prostituci¨®n es un infame negocio, basado en gran parte en la trata de seres humanos. Desde ese punto de vista, la decisi¨®n francesa no es un paso decidido hacia la abolici¨®n del comercio sexual, pero s¨ª hacia su reducci¨®n.
Es cierto que la penalizaci¨®n del cliente, una medida de inspiraci¨®n sueca, ataca solo la parte visible de la prostituci¨®n y no los contactos que se efect¨²an m¨¢s discretamente a trav¨¦s de Internet. Tampoco ser¨¢ f¨¢cil aplicarla, porque el cliente habr¨¢ de ser sorprendido ¡°en flagrante delito¡±. Aun con estos matices, la soluci¨®n adoptada va en la direcci¨®n correcta. Conviene que tomen nota los pa¨ªses vecinos de Francia que mantienen todav¨ªa una amplia tolerancia hacia el ejercicio de la prostituci¨®n; y que, como en el caso de Espa?a, obscenamente pueden beneficiarse del incremento del turismo sexual que provoque el prohibicionismo franc¨¦s.
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