Un capitalismo sin alternativa
Antes, la lucha quedaba planteada entre los defensores-beneficiarios del orden socioecon¨®mico establecido y los que pretend¨ªan sustituirlo por otro m¨¢s ajustado a sus intereses. Hoy, esa concepci¨®n se ha evaporado
Desde la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, va a hacer ya un cuarto de siglo, y desaparecidos pr¨¢cticamente los sistemas de producci¨®n tradicionales, el capitalismo se ha universalizado sin que se divise una alternativa. La sedicente China comunista es ya un pa¨ªs capitalista, aunque manejado desde el poder concentrado en el partido.
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Desde el capitalismo comercial que se consolida en el siglo XIV, pasando por el industrial que comienza a finales del XVIII, hasta el financiero que con car¨¢cter dominante avanza desde los a?os 80 del siglo pasado, la novedad consiste ¡ªaunque no se haya recalcado lo suficiente¡ª en que el capitalismo en esta ¨²ltima etapa no se enfrenta ya a un orden socioecon¨®mico alternativo, como en la pasada centuria lo hiciera al socialismo. Ni siquiera a uno en su forma socialdem¨®crata menos dr¨¢stica, convertida ya en el capitalismo de nuestro tiempo.
En un mundo globalizado ¡ªal menos en el futuro que cabe atisbar¡ª, pocos dudan de que el capitalismo no sea nuestro ¨²nico destino. Afirmar que navegamos en un barco del que ya no cabe bajarse parece algo tan obvio como trivial. No tanto porque hayan menguado los inconvenientes que le atribuimos: el mayor, la enorme desigualdad social que lleva en su entra?a; ni porque sean menos atractivas sus ventajas, la principal, la enorme din¨¢mica productiva que pone en marcha.
Desde los que detentan el poder, la idea fuerza es proclamar el bien com¨²n como el v¨ªnculo que une a todos los miembros de una comunidad pol¨ªtica organizada. Si la nave es la vieja met¨¢fora del Estado, todos navegamos en el mismo barco. En cambio, para los que aspiran a conquistarlo, es indispensable distinguir entre los que lo poseen y los que lo pretenden.
Qu¨¦ quiere decir entonces izquierda, si se define, o al menos se defin¨ªa, por aspirar a un nuevo orden social m¨¢s igualitario y justo; y hoy muchos coinciden en que dentro del orden establecido cabr¨ªa alcanzar esta meta por la v¨ªa democr¨¢tica. Al dejar de confrontarse como dos ¨®rdenes socioecon¨®micos opuestos, los conceptos de izquierda y de derecha han perdido gran parte de su sentido, aunque con matices ideol¨®gicos propios cada una a¨²n retenga a un p¨²blico fiel.
Los partidos tradicionales han perdido buena parte de su base social y se multiplican las fracciones
Lo m¨¢s llamativo es que tomar conciencia de ello no ha modificado el comportamiento ni el lenguaje pol¨ªtico, necesitados ambos de contraponer ellos a nosotros; si se quiere, rememorando a Carl Schmitt, el enemigo al aliado. En cuanto lo pol¨ªtico se define como lucha por el poder, implica siempre una contienda entre bandos enemistados.
En el marco en que se daba por supuesto que el capitalismo se contrapon¨ªa al socialismo, la lucha quedaba planteada entre los defensores-beneficiarios del orden socioecon¨®mico establecido y los que pretend¨ªan sustituirlo por otro que se ajustase mejor a sus intereses.
Ahora bien, desde la percepci¨®n hoy mayoritaria, el socialismo se muestra tan difuso como poco atractivo. De hecho, se ha evaporado como alternativa deseable, y con ella se ha desmoronado la anterior construcci¨®n ideol¨®gica, montada sobre las ventajas de uno y otro sistema.
Antes se aspiraba al poder para defender, o para sustituir, el orden socioecon¨®mico vigente. Pero cuando se ha aceptado el capitalismo como un destino ineludible, el combate no reside ya en sustituirlo, sino en conquistarlo. Permanece la lucha entre la minor¨ªa que lo detenta y la mayor¨ªa que aspira al poder ¡ªes un combate inacabable¡ª, pero se ha desplomado la anterior construcci¨®n ideol¨®gica, montada en la oposici¨®n capitalismo-socialismo y en sopesar las ventajas de un sistema u otro.
?En qu¨¦ argumentos se ha de apoyar entonces la actual pretensi¨®n de alcanzar el poder? ?Desde qu¨¦ postulados y con qu¨¦ objetivos una mayor¨ªa organizada disputa el poder a los que lo detentan?
La dificultad radica en que todos los contendientes acuden a los mismos argumentos, aunque modulando mejor o peor sus aspectos m¨¢s demag¨®gicos. El empe?o es encontrar algunos que les sean propios, pero todos pasan por enfrentar la mayor¨ªa ¡ªque representar¨ªan ellos¡ª a la minor¨ªa en el poder.
Desprendida de su ra¨ªz capitalista, la c¨²pula del poder pol¨ªtico, social y econ¨®mico queda desvirtuada. Resulta dif¨ªcil identificar a los de arriba, la casta, sin vincularla al sistema socioecon¨®mico vigente. Pero es exactamente lo que ocurre cuando se asume el capitalismo como un factor permanente, definitivo y, por tanto, se deja de tomar en consideraci¨®n.
Nuestra pertenencia a la UE, aunque cada vez m¨¢s decepcionante, permite abrigar esperanzas
La antigua estructura en clases sociales se comprime en una mayor¨ªa, como si formara un solo bloque, gente, cuando, en realidad, sucede lo contrario: las clases han perdido consistencia, pero por haber sido pulverizadas en grupos sociales tan variados como poco homog¨¦neos. Una parte creciente de la poblaci¨®n queda aislada, desintegrada, dif¨ªcilmente recuperable para un movimiento pol¨ªtico unitario.
En este contexto, los partidos tradicionales ¡ªmucho m¨¢s evidente en la izquierda que en la derecha¡ª han perdido buena parte de su base social, multiplic¨¢ndose el n¨²mero de fracciones pol¨ªticas, con la consiguiente fragilidad institucional. Fraccionamiento social que conlleva el pol¨ªtico, que a su vez repercute en la d¨¦bil estabilidad institucional.
Si a esta coyuntura pol¨ªtica vinculamos la infraestructura socioecon¨®mica, tan diversa seg¨²n las regiones y con una cong¨¦nita debilidad ocupacional ¡ªuna tasa alta de desempleo es el primer rasgo de nuestra estructura productiva¡ª y a?adimos el bajo nivel cultural de nuestra poblaci¨®n, que se perpet¨²a con un sistema educativo harto deficiente en sus tres niveles de la ense?anza (primaria, secundaria y universitaria) es dif¨ªcil avanzar un pron¨®stico demasiado optimista; pese a algunos factores, como nuestra situaci¨®n geogr¨¢fica entre dos continentes y el mar Mediterr¨¢neo y el oc¨¦ano Atl¨¢ntico, con un clima, unas costas y una red hotelera que permiten augurar un futuro brillante a la industria tur¨ªstica, m¨¢xime cuando nuestros competidores (T¨²nez, Egipto, Turqu¨ªa) se enfrentan a graves problemas internos.
Nuestra pertenencia a la Uni¨®n Europea, aunque cada vez m¨¢s decepcionante, permite, sin embargo, abrigar esperanzas a mediano plazo, as¨ª como otros factores coyunturales, como el bajo precio del petr¨®leo o el incremento de nuestras exportaciones.
Pero el factor decisivo es la capacidad que tenga la sociedad espa?ola de conducir el proceso, aprovechando los factores externos que en un sentido o en otro, seg¨²n como se traten, o dejen de hacerlo, son siempre retos que nos abren nuevas posibilidades. Ahora bien, son tantos y tan distintos que cualquier pron¨®stico resulta harto arriesgado. El lenguaje de los pol¨ªticos es aventurar un futuro dichoso si se les hace caso. Callar la respuesta de los prudentes, a la vez que animar a no permanecer ociosos, porque no hacer nada suele ser el peor de los comportamientos.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa.
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