Espa?a, ?un invento chapucero?
En el relato sobre la construcci¨®n y permanencia hist¨®ricas de Espa?a como naci¨®n existen dos lugares comunes que los historiadores, sobre todo los inclinados al inventivismo, nos han repetido hasta la saciedad, y que me atrever¨ªa a poner en cuesti¨®n desde la levedad de este art¨ªculo.
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El primero es el de que Espa?a fue poco construida en el momento en que tocaba, es decir, en la segunda mitad del XIX. La debilidad estructural del Estado liberal de entonces y su pobre desarrollo hicieron que no llevara a cabo (a trav¨¦s de la educaci¨®n p¨²blica) una labor de asimilaci¨®n cultural eficiente sobre las masas campesinas e incipientemente urbanas, de manera que para el habitante medio de la Pen¨ªnsula eso de Espa?a qued¨® muy borroso. Aqu¨ª no habr¨ªa tenido lugar el envidiado fen¨®meno de la III?Rep¨²blica francesa que, tras la derrota de Sedan, dedic¨® su escuela a transformar a los campesinos en franceses. Aqu¨ª, por el contrario, la debilidad de la construcci¨®n identitaria espa?ola fue aprovechada por los nacionalismos y localismos competidores para instalar o apuntalar la suya particular.
En el fondo, es el canon recurrente de una forma de entender la historia de Espa?a, se trate de lo que se trate: es el canon del fracaso. Fracaso de la reforma protestante, de la revoluci¨®n liberal, del liberalismo, de la burgues¨ªa, de la industria y, ahora tambi¨¦n, fracaso del esfuerzo nacionalizador. Un canon desmentido por la realidad actual, sin embargo.
Me pregunto si no ser¨ªa m¨¢s ¨²til, cient¨ªficamente hablando, acudir a la experiencia comparada de otros pa¨ªses de desarrollo retrasado o secundario en Europa. No mirar a Francia, nuestra obsesi¨®n, sino a todos esos pa¨ªses que tambi¨¦n sufrieron una tard¨ªa alfabetizaci¨®n y educaci¨®n popular: ?tienen todos ellos una identidad nacional tan vacilante y cr¨ªtica como la espa?ola? Y si no es as¨ª, ?no ser¨¢ otra la raz¨®n de la especificidad espa?ola? Por otro lado, la educaci¨®n y la implantaci¨®n identitaria s¨ª funcion¨® en el XIX para las ¨¦lites acomodadas y burguesas, por reducidas que fueran: ?por qu¨¦ entonces son esas ¨¦lites las que m¨¢s dudan del invento? ?No ser¨¢ que en Espa?a la naturalidad localista ha tenido desde antiguo una fuerza sin parang¨®n en otros pa¨ªses, de manera que la espa?ola ha sido para muchos una de segundo nivel? ?Y es ello un fracaso o una insuficiencia? ?No estar¨¢ m¨¢s bien el desatino en una historiograf¨ªa que empieza por poner el ideal teleol¨®gico espa?ol en una identidad fuerte y exclusiva para luego levantar acta del fallo? Sin embargo, un pa¨ªs con una identidad compartida y borrosa en amplias capas de poblaci¨®n no es un pa¨ªs fracasado, simplemente es un pa¨ªs que plantea sus ¨¦lites rectoras una peculiar exigencia: la de saber generar y mantener discursos y lealtades duales compartidas, sin caer en el centralismo o en la centrifugaci¨®n.
No veo a los alemanes, los italianos, los portugueses o los japoneses de hoy con una identidad nacional d¨¦bil
El otro lugar com¨²n es que el franquismo contamin¨® y dej¨® hecha unos zorros la identidad nacional espa?ola, de manera que la actual inseguridad y falta de autoestima del espa?ol medio en relaci¨®n con su nacionalidad deriva de ese pasado. De nuevo salta la duda emp¨ªrica. ?Y por qu¨¦ tal efecto de debilitaci¨®n y p¨¦rdida de autoestima no ha sucedido en otros pa¨ªses que han padecido reg¨ªmenes autoritarios o totalitarios henchidos de nacionalismo m¨¢s pringosos y deplorables incluso que el espa?ol? No veo a los alemanes, los italianos, los portugueses o los japoneses de hoy con una identidad nacional acomplejada y d¨¦bil. Y, adem¨¢s, ?c¨®mo ser¨ªa que en m¨¢s de treinta a?os no nos hubi¨¦ramos limpiado un poco de esa contaminaci¨®n, que las generaciones m¨¢s j¨®venes ni siquiera conocieron?
Quiz¨¢ convendr¨ªa volver los ojos a nuestra historia previa al franquismo y comprobar que la autoestima nacional espa?ola ha sido siempre bastante baja en nuestras ¨¦lites culturales y pol¨ªticas, siempre morbosamente acomplejadas ante Europa. Que el esc¨¢ndalo que provoc¨® en ellas la leyenda negra, en un momento, o la Enciclopedia de Masson de Morvilliers en otro, son sintom¨¢ticos precisamente de esa inseguridad. Quiz¨¢s suceda, como escribe Tom¨¢s P¨¦rez Vejo, que al final el problema sea el de la espantosa indigencia intelectual y pol¨ªtica de unas ¨¦lites que carecen de un relato propio de lo que es esta naci¨®n y, sobre todo, de un proyecto pol¨ªtico para ella.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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