Brasil: no a la pizza
Las maniobras en el Consejo de ?tica del Congreso de Brasil para salvar a su presidente, el enemigo de Rousseff, son preocupantes.
?Qui¨¦n no ha ido alguna vez con amigos a cenar a una pizzer¨ªa? Salvo en ambientes muy elegantes, esta clase de restaurantes invita a comer mucho y sin cubiertos, de forma que hasta los grupos m¨¢s estirados terminan la velada en un esp¨ªritu de informalidad y camarader¨ªa. Por eso en Brasil se dice que los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n desactivados por un contubernio pol¨ªtico ¡°acaban en pizza¡±: alrededor de la mesa, los rivales pol¨ªticos se ensucian las manos y hacen las paces. El ¨²nico perjudicado es el ciudadano, que ve c¨®mo los que les gobiernan salen impunes de sus fechor¨ªas.
La m¨¢s que probable destituci¨®n de la presidenta Dilma Rousseff no cerrar¨¢ los casos de corrupci¨®n que minan el sistema de partidos, aunque la tumultuosa y hasta cierto punto rid¨ªcula sesi¨®n de la C¨¢mara de Diputados que la promovi¨® parec¨ªa darlo a entender as¨ª. Por el contrario, la crisis se ha precipitado en el momento en el que las investigaciones del caso Lava Jato estaban apuntando a los m¨¢s altos escalones de los principales partidos, no solo el PT de Rousseff, sino el PMDB del vicepresidente Temer e, incluso, el PSDB del candidato opositor en las pasadas elecciones, A¨¦cio Neves.
Ante esta situaci¨®n, preocupan las maniobras en el Consejo de ?tica de la C¨¢mara baja para salvar a su presidente y principal articulador del juicio a Rousseff, Eduardo Cunha, al que las investigaciones de Lava Jato y las denuncias de delatores colocan en una posici¨®n comprometida. Cunha est¨¢ siendo juzgado tras haber mentido a la C¨¢mara: neg¨® tener cuentas en el extranjero que, m¨¢s tarde, fueron descubiertas por el juez S¨¦rgio Moro. Si fuese condenado por el Consejo, perder¨ªa su fuero y pasar¨ªa a los tribunales ordinarios. No obstante, cabe la posibilidad de que la oposici¨®n, en agradecimiento por la destituci¨®n de la presidenta, logre articular una mayor¨ªa que salve a Cunha negando el desafuero.
Una maniobra as¨ª no solo da?ar¨ªa mortalmente cualquier autoridad moral que la oposici¨®n a Rousseff pueda tener en el combate contra la corrupci¨®n (autoridad ya de por s¨ª no precisamente s¨®lida), sino que abrir¨ªa la puerta a algo m¨¢s siniestro: el potencial de una intervenci¨®n m¨¢s activa por parte del nuevo Ejecutivo para desactivar las investigaciones abiertas.
Para muchos brasile?os, que salieron a las calles hartos de la podredumbre, ser¨ªa la en¨¦sima decepci¨®n. M¨¢s decepcionante a¨²n ser¨ªa para la imagen internacional del pa¨ªs. En medio de una grav¨ªsima crisis econ¨®mica, lo ¨²nico que Brasil puede a¨²n sacar de los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n es la imagen de un pa¨ªs en el que la fiscal¨ªa y los jueces pueden meter mano en una mara?a que llega hasta el palacio presidencial; algo inconcebible hasta hace unos a?os y que distingue claramente a Brasil de otros pa¨ªses emergentes en los que el Poder Judicial es t¨ªtere del Ejecutivo. En un mundo en el que el capital extranjero es tan importante, cualquier acto que refuerce el Estado de derecho dar¨¢ garant¨ªas a los inversores internacionales; y al contrario, todo lo que lo debilite ser¨¢ decepcionante. Si Brasil quiere sacar algo positivo de esta debacle, la sociedad no puede permitir que, una vez m¨¢s, en Brasilia se cene pizza.
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