Todo es campa?a
En el ambiente febril del ¡®politiqueo¡¯ se ha visto afectado cualquiera con una proyecci¨®n p¨²blica
La frase del momento es que ha empezado la campa?a. La escucho, la leo, y no doy cr¨¦dito, porque en mi opini¨®n vivimos atrapados en el d¨ªa de la marmota de las campa?as desde que los medios televisivos se olieron el fil¨®n del politiqueo y pasaron del coraz¨®n a estos asuntos, convenciendo al ciudadano de que estar comprometido era dejarse contagiar por el clima bronco, de bulla gritona, en que consiste eso que denominan debates. Cuando lleg¨® la verdadera campa?a, la del 20D, ya estaban todos muy vistos, as¨ª que la cosa tuvo que aderezarse con actuaciones en solitario. Los l¨ªderes deb¨ªan demostrar que sab¨ªan bailar, cantar, ser ingeniosos, simp¨¢ticos aunque Dios no les hubiera adornado con ese don, mostrar su lado m¨¢s humano y llamar a cada periodista por el nombre de pila, una de esas cosas a las que no acabo de acostumbrarme aunque s¨¦ que aquellos tiempos de las distancias decorosas ya no han de volver. Les vimos hacer de todo, en algunos casos hasta el rid¨ªculo, con la esperanza de que el show tocar¨ªa a su fin en cuanto se formara un nuevo gobierno y a otra cosa mariposa. En el ambiente febril de ¡°todo es campa?a¡±, que vino a abaratar la vieja frase de ¡°todo es pol¨ªtica¡±, se vio afectado cualquiera que tuviera una proyecci¨®n p¨²blica, y es que no ha habido entrevista a un escritor, a una actriz o cantante en la que libros, obras, pel¨ªculas o conciertos pasaran a un segundo plano para cederle el terreno a lo ¨²nico que parec¨ªa merecer un titular: ?Y t¨² de qui¨¦n eres? ?Con qui¨¦n est¨¢s? ?Qui¨¦nes son tus camaradas y qui¨¦nes tus enemigos?
Tomar partido es tan democr¨¢tico y leg¨ªtimo como tortuoso acaba siendo para un particular entrar en campa?a, y as¨ª hemos visto que, sin pretenderlo, eran lanzadas a la arena personas que, en el noble ejercicio de promocionar su obra, se ve¨ªan envueltas en una pol¨¦mica de tantas que hay ahora, de las que no conducen a ninguna parte. Con el poco espacio que se concede en estos tiempos a la cultura qu¨¦ injusto es que eso suceda. As¨ª le pas¨® hace unos d¨ªas al actor Pepe Sacrist¨¢n a ra¨ªz de una entrevista en la que criticaba la ya c¨¦lebre referencia de Iglesias a la cal viva en el Congreso. De pronto, Sacrist¨¢n fue calificado de facha por quienes no aceptan que los ciudadanos den su opini¨®n y por quienes seguramente ignoran su trayectoria. ?Sacrist¨¢n facha? ?Perdona? Pero lo que verdaderamente produce desaz¨®n es que un comentario cr¨ªtico hacia un pol¨ªtico borre (para algunos) de un plumazo una trayectoria rica, intensa, reveladora de lo que ha sido el cine en nuestro pa¨ªs. El comentario pol¨ªtico, ese en concreto, acaparaba tal protagonismo que dejaba sepultado lo verdaderamente importante: este se?or de 78 a?os est¨¢ encima de un escenario con una pasi¨®n, un talento y una energ¨ªa que son ejemplares para cualquiera, vote al partido que vote. Mientras Al Pacino ha tropezado en Broadway con un texto, Mu?eca de Porcelana, que parece que Mamet hubiera escrito para que cualquier gran actor se desplomara, Sacrist¨¢n consigue domar una obra, en mi opini¨®n, innecesariamente retorcida, y est¨¢ brillante, asombra, provoca esa admiraci¨®n rendida que a nada se parece y que uno experimenta cuando algo sublime ocurre encima de un escenario.
Pero parece que el veneno de la campa?a sin tregua ha infectado el ambiente. Ya nadie puede decir, as¨ª, sin m¨¢s, porque est¨¢ en su derecho, lo que piensa. ?Les preocupa eso a los pol¨ªticos por cuanto se trata de una merma de la libertad de expresi¨®n o, muy al contrario, les conviene para que todos nos entreguemos sin sentido cr¨ªtico a un discurso?
La campa?a no ha empezado. La campa?a contin¨²a. Pero mi sensaci¨®n es que algunos de nosotros (no s¨¦ qu¨¦ porcentaje, una siempre habla intuitivamente de lo que percibe a su alrededor) ya nos hemos apeado de ella. Todo lo que se escuche a partir de ahora, los reproches y las acusaciones, ya se han hecho p¨²blicas. Los chistes y las habilidades art¨ªsticas de los l¨ªderes ya no tienen gracia. Ni bailar ni cantar a?adir¨ªa nada, al contrario, la sobreactuaci¨®n a estas alturas puede resultar irritante. En realidad, lo que ten¨ªamos que ver ha ocurrido ante nuestros ojos durante cuatro largos meses. ?Qu¨¦ m¨¢s informaci¨®n nos pueden aportar? Me declaro profundamente aburrida. Pongo la radio por las ma?anas y s¨¦ que mis colegas andan d¨¢ndole vueltas al asunto. No es culpa suya, est¨¢n condenados a lo que toca, pero estoy convencida de que tambi¨¦n quisieran dedicar tiempo a otros aspectos de la realidad y entrevistar a otros seres humanos que pelean a diario no para sacar m¨¢s votos sino para salir adelante.
Hasta en las conversaciones entre amigos la vehemencia verbal ha ido desapareciendo por agotamiento. Algunos no queremos estar en campa?a. Tal vez ellos no se han enterado de que lo que tienen que gestionar ahora es nuestro hartazgo.
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