Un Congreso ocurrente
La celebraci¨®n del cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes no es una tarea propia del Parlamento
Sus se?or¨ªas disfrutaron el jueves en el Congreso de una catarata de propuestas para celebrar el cuarto centenario de la muerte de Cervantes. Una serie de impecables profesionales sirvi¨® en bandeja al cl¨¢sico y los diputados se ofrecieron encantados a protagonizar una ceremonia que nada tiene que ver con las tareas que la Constituci¨®n encomienda a las C¨¢maras.
Craso error. En ninguna parte est¨¢ escrito que deba promocionarse a los cl¨¢sicos de la literatura en el Congreso de los Diputados y resulta cuanto menos chocante, si creemos el mensaje de fondo, que Cervantes se prestara a una tarea tan poco edificante. Porque lo que el jueves se quiso transmitir desde la sede de la soberan¨ªa nacional es que en este pa¨ªs el poder y la cultura sintonizan que da gusto, y que todo ese ruido que tantas ampollas levant¨® sobre el desinter¨¦s de los pol¨ªticos por Cervantes ¡ªfrente al que muestran, por ejemplo, los pol¨ªticos ingleses por Shakespeare¡ª es cosa del pasado. Otro lamentable error de responsabilidades que solo sirve para sacar a la luz la inconsistencia de los actuales representantes de los ciudadanos.
Si existe una responsabilidad de los pol¨ªticos respecto a la cultura es la de velar porque se faciliten las condiciones para acceder, favorecer y contribuir a un mayor conocimiento y disfrute de cuantas iniciativas se produzcan en el campo de la creaci¨®n. Y el espect¨¢culo del otro d¨ªa nada tiene que ver con esto.
Leer es siempre una actividad personal, y el poder deber¨ªa ocuparse de garantizar que exista esa habitaci¨®n propia ¡ªa la manera de Virginia Woolf¡ª en la que cada cual se encuentra con los cl¨¢sicos (y los no tan cl¨¢sicos). El resto no es sino algarab¨ªa gratuita y propaganda, dos aspiraciones leg¨ªtimas que no forman parte de los cometidos del Congreso. Deber¨ªan saberlo los diputados. Flaco favor le hacen al pa¨ªs si perseveran en ese af¨¢n de convertir la pol¨ªtica en una serie de felices ocurrencias para simbolizar sus buenas intenciones.
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