El hartazgo de Gambia pisa la calle
Manifestaci¨®n el pasado 16 de abril en Banjul, Gambia. / AFP
La muerte de un opositor la pasada semana a manos de la Polic¨ªa cuando estaba detenido (y la sospecha de que pudiera haber otras dos j¨®venes en coma o tambi¨¦n fallecidas) ha vuelto a mostrar la ferocidad represiva del r¨¦gimen de Yahya Jammeh y, de paso, ha sacado de las catacumbas informativas a Gambia, un peque?o pa¨ªs africano de apenas dos millones de habitantes situado en la costa atl¨¢ntica famoso por sus playas y su turismo sexual. Y sin embargo en los ¨²ltimos a?os los gambianos son actores principales del ¨¦xodo africano hacia Europa, movidos tanto por una econom¨ªa agarrotada como por un r¨¦gimen opresivo y asfixiante que persigue a opositores, homosexuales y periodistas cr¨ªticos con igual inquina, tal y como recoge el ¨²ltimo informe de Human Rights Watch sobre este pa¨ªs.
Todo empez¨® el pasado jueves 14 de abril. El opositor Partido Democr¨¢tico Unido (UDP) hab¨ªa organizado una manifestaci¨®n en la capital del pa¨ªs para reclamar la partida del presidente Yahya Jammeh, en el poder desde 1994 y aspirante a un quinto mandato, y la puesta en marcha de una reforma electoral. Sin embargo, el r¨¦gimen reaccion¨® con su habitual mano dura y dispers¨® la protesta mediante el uso de las fuerzas de seguridad. Decenas de opositores fueron golpeados y 23 detenidos. Entre ellos se encontraba una de las cabezas visibles de este partido, Solo Sandeng, quien, seg¨²n aseguran desde la propia UDP, falleci¨® posteriormente en dependencias policiales a causa de los malos tratos y la tortura.
Dos d¨ªas m¨¢s tarde, a medida que la noticia de la muerte de Sandeng corri¨® por Banjul,
Todo este revuelo ha tenido lugar en ausencia del presidente, que se encontraba en Turqu¨ªa de viaje oficial en una reuni¨®n de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n Isl¨¢mica (OCI). A su regreso el pasado domingo y recibido en loor de multitudes como casi siempre, Yahya Jammeh no pudo ser m¨¢s claro: ¡°La paz reinar¨¢ siempre en Gambia. La comunidad internacional nos habla de democracia mientras ella mata como quiere. No dejaremos la seguridad nacional de Gambia en manos de los perros¡±. El lunes, la UDP hab¨ªa vuelto a llamar a una manifestaci¨®n pero en esta ocasi¨®n las fuerzas de seguridad se desplegaron por los principales puntos de la ciudad, abortando todo intento de reuni¨®n.
Sin embargo, la magnitud de los incidentes vividos en Gambia esta semana ha llevado al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, a reclamar la inmediata liberaci¨®n de los manifestantes detenidos, as¨ª como a mostrar su preocupaci¨®n por el excesivo uso de la fuerza por parte de las autoridades gambianas. El m¨¢ximo responsable de la ONU tambi¨¦n ha pedido que se lleve a cabo una investigaci¨®n ¡°r¨¢pida, profunda e independiente¡± sobre la muerte de Solo Sandeng y, si se confirma, de las otras dos j¨®venes miembros del UDP en dependencias policiales.
Campa?a por la liberaci¨®n de Alagie Ceesay
Entre los hechos que han animado estas protestas in¨¦ditas en Gambia se encuentra el grave estado de salud del periodista Alagie Ceesay, que se encuentra en prisi¨®n desde hace nueve meses y se enfrenta a un juicio por sedici¨®n e informaci¨®n falsa. De hecho, el pasado 11 de abril salt¨® la noticia de que Ceesay tuvo que ser ingresado por segunda vez en pocas semanas en el hospital Edward Francis de la capital gambiana, a donde fue trasladado desde la c¨¢rcel Mile 2. El Gobierno ha negado toda visita al responsable de la emisora de radio Taranga FM, as¨ª que la inquietud domina a sus amigos y familiares.
Asimismo, otro dato clave para entender estas protestas es que nos encontramos en a?o electoral y la oposici¨®n ¡°est¨¢ harta de no poder participar en condiciones igualitarias en el juego pol¨ªtico¡±, seg¨²n asegura un periodista local. Fue el pasado mes de febrero cuando Yahya Jammeh, que lleva 22 a?os en el poder, fue investido una vez m¨¢s candidato por su partido, la Alianza para la Reorientaci¨®n y la Construcci¨®n Patri¨®tica (APRC), a las presidenciales que tendr¨¢n lugar el 1 de diciembre de 2016. Todo apunta a que la intenci¨®n de Jammeh de eternizarse en el poder, al que lleg¨® tras un golpe de estado en 1994, sigue intacta e incluso va m¨¢s all¨¢: en octubre de 2014 se convirti¨® por obra y gracia de un decreto presidencial en Babili Mansa, que en lengua manden significa, El Rey que desaf¨ªa a los R¨ªos.
¡°Estamos en democracia y hay quienes hablan de limitaci¨®n de mandatos. A cualquier otro jefe de Estado o dirigente internacional que venga a hablarnos de limitaci¨®n de mandato en Gambia, ya ver¨¢ lo que le digo", dijo Jammeh durante su proclamaci¨®n como candidato en tono amenazante, ¡°durante mil a?os hemos estado sometidos a la ideolog¨ªa occidental que nos ha hecho retroceder¡±. Asimismo asegur¨® que la oposici¨®n pod¨ªa boicotear el proceso electoral si era su deseo, pero que no iba a permitir ning¨²n tipo de desestabilizaci¨®n.
Yahya Jammeh, presidente de Gambia desde 1994. / AFP
Pese a la reducida dimensi¨®n del pa¨ªs, Gambia ocupa el quinto lugar en la lista de pa¨ªses emisores de emigrantes a Europa en 2015, seg¨²n el ACNUR. Sueldos de miseria, una econom¨ªa controlada por el propio presidente y su familia y la falta total de libertad empujan a los j¨®venes al Back Way, como llaman aqu¨ª al viaje a Europa a trav¨¦s del desierto y el infierno libio. Sin embargo, pocos se atreven a quejarse. El temor a la Agencia Nacional de Inteligencia, la temible NIA en cuyas dependencias falleci¨® Sandeng la pasada semana, as¨ª como a los paramilitares progubernamentales llamados Jungulers no anima a abrir mucho la boca, ni siquiera en privado. ¡°Este pa¨ªs tiene orejas¡± asegura un periodista local.
Lo que pase en los pr¨®ximos d¨ªas, semanas o meses es una inc¨®gnita. Si, por un lado, es cierto que Gambia no est¨¢ acostumbrada a vivir protestas como las de los ¨²ltimos d¨ªas, tambi¨¦n hay que destacar que no fueron seguidas masivamente y que el r¨¦gimen se limit¨® a seguir el gui¨®n de siempre: represi¨®n, violencia y torturas en comisar¨ªa. Nada nuevo bajo el sol. Sin embargo, esta reacci¨®n s¨ª apunta en la direcci¨®n de que buena parte de gambianos, los m¨¢s concienciados de la necesidad de un cambio, est¨¢n muy hartos del contexto pol¨ªtico, social y econ¨®mico en el que viven. En los ¨²ltimos a?os han surgido algunos t¨ªmidos movimientos ciudadanos, tanto en la clandestinidad como en la di¨¢spora, con la aspiraci¨®n de imitar a grupos como Y¡¯en a marre (Senegal) o Balai Citoyen (Burkina Faso). Siguen trabajando en la sombra.
El intento de golpe de estado de diciembre de 2014, el m¨¢s serio habido hasta ahora en Gambia, ha provocado un incremento de la represi¨®n, seg¨²n HRW, en un pa¨ªs donde las detenciones o intimidaci¨®n contra periodistas considerados d¨ªscolos por el r¨¦gimen u opositores son el pan nuestro de cada d¨ªa. Convertido en blanco de las cr¨ªticas por las organizaciones de Derechos Humanos, aislado de un Occidente que le empieza a dar la espalda, Jammeh se ha vuelto hacia el mundo ¨¢rabe, de ah¨ª la declaraci¨®n del pa¨ªs como rep¨²blica isl¨¢mica el a?o pasado. Es curioso que mientras esto est¨¢ pasando en Gambia algunos ciudadanos sigan hablando de calma y normalidad, un indudable ¨¦xito de casi todas las dictaduras que acaban por asentar sus pilares en los rincones m¨¢s profundos de algunos cerebros.
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