Un cambio de ¨¦poca
Nunca antes hab¨ªa circulado tanta informaci¨®n y nunca hubo tantas inc¨®gnitas
Los macrodiagn¨®sticos sobre esta ¨¦poca envejecen al minuto. Es como si algo estuviese por venir y no sabemos qu¨¦, mientras que el presente tan huidizo est¨¢ sobrecargado de s¨ªntomas contradictorios, en busca de una f¨®rmula definitoria para lo que se avecina. En buena manera, somos sociedades que van pasando por el esc¨¢ner y el electrocardiograma, por la radiolog¨ªa econ¨®mica, por los ¨ªndices de transparencia y de inestabilidad. Esa tal vez sea parte del problema, como el de un convaleciente conectado a tantos detectores de temperatura, estr¨¦s, metabolizaci¨®n, presi¨®n arterial o densidad sangu¨ªnea que por fuerza ha de acusar alg¨²n nuevo mal. D¨ªa s¨ª d¨ªa no el Fondo Monetario Internacional revisa sus previsiones y en el actual ensayismo el porcentaje de profec¨ªas fallidas tiene algo de tragicomedia intelectual. Nunca hab¨ªa circulado tanta informaci¨®n y nunca hubo tantas inc¨®gnitas. Deseamos ensanchar las perspectivas y nos quedamos en el selfie.Chocan las civilizaciones y a la vez convergen.
Cuando uno se queda desconcertado ante tantas fosilizaciones repentinas y giros tan bruscos que dan v¨¦rtigo, ser¨ªa hora de decirse: ¡°Es otra ¨¦poca, est¨²pido¡±. Anteriormente, los grandes ciclos se acompa?aban de una nueva concepci¨®n del arte, del rom¨¢nico al g¨®tico o al barroco. Esa una diferencia de la ¨¦poca que da signos de comenzar: la desintegraci¨®n del arte, la devaluaci¨®n de la continuidad civilizatoria. Al mismo tiempo, aquellas fases sol¨ªan solaparse en el inicio y al final. Hoy hemos decidido no acumular tradiciones. Ah¨ª est¨¢ el panorama de una Uni¨®n Europea que es una creaci¨®n institucional tit¨¢nica y sin embargo, por un hiperdiagn¨®stico fatalista, entra a menudo en fases man¨ªaco-depresivas, hasta el punto que los nuevos populismos reclaman su desmantelamiento y extinci¨®n.
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?Cu¨¢ndo damos por finalizada la secuencia de una ¨¦poca y logramos intuir los paradigmas de otra? El optimismo racional choca con la descripci¨®n de tantos declives nacionales y de civilizaci¨®n. De repente, todos los lideratos son delicuescentes, regresivos, ¨¢tonos o catastr¨®ficos. A pocos minutos de un bombardeo, pasan unos drones, fotograf¨ªan la ciudad humeante y ya tenemos en titular de los informativos de televisi¨®n. Es como si huy¨¦ramos de los patrones familiares, al modo de quien salta del buque encallado. El tatuaje pretende otra belleza, otra forma del deseo. La cocina deconstructiva nos desliga de antiguos sabores. Nos negamos a repetir el pasado y al mismo tiempo las modas son retro. Al fin y al cabo, ?qui¨¦n pod¨ªa suponer que el h¨¦roe de la nueva derecha dura europea fuese un hombre fuerte del KGB como es Putin?
?Es eso una sociedad civil o una sociedad de cada vez m¨¢s inarticulada, inconexa? Es otra ¨¦poca, est¨²pido. Vivimos un nuevo mix de identidades. La anti-pol¨ªtica est¨¢ negando la sociedad civil. En 1840, al analizar la democracia en Am¨¦rica, Tocqueville habla de nuevo despotismo, una forma de tiran¨ªa que es una fuerza tranquila que no rompe con las voluntades sino que las ablanda. La conexi¨®n de ego¨ªsmos perturba la idea de un bien com¨²n. Seremos ajenos al destino de los dem¨¢s. No hay conciudadanos o no los vemos, no queremos conocerles. Es el riesgo de despotismo soft, el monstruo dulce. Pueden ser otros estilos de vida, pero tambi¨¦n anomia, desconcierto, repliegue narcisista y la afirmaci¨®n de las pol¨ªticas del ilusionismo, tan atractivas a primera vista tal vez porque ofrecen soluciones para lo que no las tiene o, al menos soluciones que no resuelven nada sino que lo empeoran.
El mantra es la democracia participativa. Vemos tres aproximaciones muy distintas, antit¨¦ticas: seg¨²n la primera, la pol¨ªtica al uso est¨¢ condenada y hay que sustituirla, por el asamble¨ªsmo popular, la video-democracia, la gran deliberaci¨®n digital. Otra aproximaci¨®n es que la democracia participativa contribuye de modo complementario a la regeneraci¨®n de la vieja pol¨ªtica. En tercer lugar est¨¢ la posibilidad de que la democracia participativa altere los fundamentos de la democracia posible. En la Uni¨®n Europea estamos ante un retorno al apego a las soberan¨ªas nacionales por parte de sectores de la poblaci¨®n que se sienten sobrepasados por la sospecha de que fuerzas impersonales controlan su destino, menguan su capacidad adquisitiva y destruyen autoestima nacional con errores de escenificaci¨®n tan aparatosos como los hombres de negro de la troika que viene a corregir las cuentas. No sabemos todav¨ªa si ese es un s¨ªntoma pasajero o un nuevo paradigma. Seguimos con el term¨®metro puesto, a disposici¨®n del esc¨¢ner, en una ¨¦poca escrutada al nanosegundo.
Valent¨ª Puig es escritor.
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