Da gracias a tus michelines por tu cerebro
Los humanos tienen un consumo energ¨¦tico muy superior a otros hom¨ªnidos y una mayor capacidad para acumular grasa con la que mantener este ¨®rgano
Los animales suelen adaptarse a unas normas en sus estrategias de supervivencia. Consumen la energ¨ªa que obtienen dependiendo de su tama?o, su crecimiento, lo que dedican a la reproducci¨®n y a mantenerse con vida. Los ratones son peque?os, pero se reproducen mucho y con los elefantes sucede lo contrario. Cada uno tiene sus ventajas. Adem¨¢s, cuando un animal grande se reproduce m¨¢s r¨¢pido de lo que deber¨ªa, lo paga teniendo una vida m¨¢s breve porque la energ¨ªa que encomienda a la reproducci¨®n se echa en falta en el mantenimiento. Sin embargo, si comparamos a los humanos con sus parientes m¨¢s cercanos, chimpanc¨¦s, gorilas y orangutanes, se observa que somos unos privilegiados. Los Homo sapiens se reproducen m¨¢s que estos otros hom¨ªnidos y sus beb¨¦s son de mayor tama?o, y, adem¨¢s, viven m¨¢s y son capaces de mantener un cerebro insaciable que consume hasta el 25% de la energ¨ªa que necesita un cuerpo.
Esta peculiaridad humana se ha tratado de explicar a trav¨¦s de cambios anat¨®micos y tambi¨¦n culturales. Nuestra locomoci¨®n es m¨¢s eficiente que la de otros primates y nuestro intestino, de menor tama?o, consume menos energ¨ªa. Adem¨¢s, la introducci¨®n de la cocina permite asimilar m¨¢s calor¨ªas a partir de la misma cantidad de comida. Sin embargo, varios estudios han planteado que esas transformaciones no son suficientes para cubrir las necesidades de la m¨¢quina humana y otros rasgos culturales de nuestra especie, como las largas caminatas diarias de los cazadores recolectores, dilapidan el ahorro energ¨¦tico. As¨ª que hay que buscar otras explicaciones.
Las mujeres tienen un mayor porcentaje de grasa que los hombres por cuestiones reproductivas
Esta semana, en un estudio liderado por Herman Pontzer, investigador del Hunter College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, que se publica en la revista Nature, un grupo internacional de cient¨ªficos ha ofrecido una explicaci¨®n alternativa. Su punto de partida es la tasa metab¨®lica basal (TMB), que es la energ¨ªa que gasta el organismo en reposo y viene determinada por grandes ¨®rganos como el cerebro, el h¨ªgado o los intestinos. Para tratar de comprobar si ese ritmo de consumo energ¨¦tico b¨¢sico era mayor en humanos que entre sus parientes m¨¢s cercanos, analizaron el gasto total de energ¨ªa de bonobos, chimpanc¨¦s, gorilas y orangutanes. Sus resultados indican que consumimos de media 400 kilocalor¨ªas diarias m¨¢s que los bonobos y los chimpanc¨¦s, 635 m¨¢s que los gorilas (aunque el mayor consumo era el de machos gorilas de m¨¢s de 160 kilos) y 820 m¨¢s que los orangutanes.
El aspecto m¨¢s interesante de este elevado consumo de energ¨ªa es que permite mantener un cerebro muy exigente, si se lo compara con el de otros hom¨ªnidos. Esa m¨¢quina de alto consumo ha tenido adem¨¢s algunos efectos secundarios sobre nuestra anatom¨ªa. Para asegurar que no se queda sin combustible en caso de escasez, los cuerpos humanos desarrollaron una gran capacidad para acumular grasa. Comparando con chimpanc¨¦s, los investigadores observaron que los humanos tienen mayores porcentajes de grasa corporal, incluso cuando aquellos viven en cautividad y tienen una vida poco activa. Este sistema permitir¨ªa proteger a los sapiens de problemas temporales de suministro. En particular, la acumulaci¨®n de grasa es un mecanismo m¨¢s presente en las mujeres, que presentaron un 41,1% de grasa corporal frente al 22,9 % de los hombres. Este porcentaje, mayor en las mujeres que en los hombres por necesidades como la menstruaci¨®n, la gestaci¨®n o la lactancia, es m¨¢s elevado entre los participantes en el estudio que la media normal, que supone alrededor del 31% para las mujeres y 24 % para los hombres, debido a que las voluntarias en este estudio pesaban 80 kilogramos de media.
Los chimpanc¨¦s no acumulan grasa, ni siquiera cuando llevan una vida muy sedentaria
Ana Mateos, responsable del Grupo de Paleofisiolog¨ªa y Ecolog¨ªa del Centro Nacional de Investigaci¨®n sobre la Evoluci¨®n Humana, especialista en este tipo de investigaci¨®n, considera que estos resultados, mostrando las diferencias entre el gasto energ¨¦tico de humanos y otros primates, son importantes. No obstante, se?ala que para ella el aspecto m¨¢s importante de esta distinci¨®n es la TMB, ¡°lo que un organismo gasta solo por estar encendido, que es el 60% del total¡±. ¡°Nosotros hemos visto que una persona entrenada, con m¨¢s masa magra y un esqueleto potente con buenas inserciones, tiene una tasa metab¨®lica basal, un consumo energ¨¦tico b¨¢sico, muy elevado¡±, a?ade.
Estos resultados tienen implicaciones en dos ¨¢mbitos. En primer lugar, siguen dando informaci¨®n sobre el camino que llev¨® a la aparici¨®n del ser humano. Pontzer y sus colegas comentan en el art¨ªculo que satisfacer las elevadas necesidades energ¨¦ticas de nuestra especie fue posible debido a un alto grado de cooperaci¨®n, que inclu¨ªa compartir comida. Esa capacidad para colaborar, junto a las reservas de grasa para cuando ven¨ªan mal dadas, permiti¨® a los humanos sobrevivir primero y convertirse despu¨¦s en la m¨¢s exitosa de las nuevas especies de monos que poblaban ?frica hace m¨¢s de diez millones de a?os.
Por ¨²ltimo, los autores del estudio sugieren que su trabajo para desentra?ar las presiones evolutivas y los mecanismos fisiol¨®gicos que han moldeado las distintas estrategias metab¨®licas de los hom¨ªnidos puede ayudar a reparar los problemas metab¨®licos de nuestras sociedades industrializadas, donde la capacidad para acumular grasa que nos salv¨® en la sabana africana se ha convertido en una amenaza para nuestra salud. ¡°Por ejemplo, los chimpanc¨¦s, nuestros parientes m¨¢s cercanos, no acumulan grasa incluso cuando son muy sedentarios, en lugares como los zoos. Si podemos averiguar c¨®mo lo hacen, podr¨ªamos utilizar ese conocimiento para reducir la acumulaci¨®n de grasa en humanos¡±, concluye.
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