Una Europa de la solidaridad
Existen dos concepciones de la solidaridad: la moralista y la c¨ªnica. Ambas tienen en com¨²n una falta de autorreflexi¨®n acerca de lo que est¨¢ en juego en la UE, una instituci¨®n que es a la vez heterog¨¦nea e interdependiente
Su reiterada invocaci¨®n indica, por defecto, que nos referimos a un valor m¨¢s bien escaso. Europa se desgarra a causa de la incapacidad de pensar y actuar conforme a la unidad que de hecho tiene, por la ineficiencia de quienes la componen cuando act¨²an por separado, por la irresponsabilidad de quienes creen que no tienen nada que ganar respetando las reglas comunes, por la insolidaridad de los Estados que han dejado de considerar a otros como parte de los suyos. ?Es posible todav¨ªa identificar y defender un ¡°bien com¨²n europeo¡±, aquel ¡°amplio inter¨¦s com¨²n¡± del que hablaba Jean Monnet?
Se est¨¢ asentando en la Uni¨®n Europea una mentalidad de ¡°suma cero¡±: el miedo a la transfer union en los pa¨ªses prestatarios se corresponde con la contestaci¨®n contra las pol¨ªticas de austeridad en los pa¨ªses deudores, es decir, la dificultad de pensar al mismo tiempo responsabilidad y solidaridad, mientras contin¨²a creciendo la divergencia econ¨®mica entre esos dos tipos de pa¨ªses. El resultado es una insuficiente solidaridad intraeuropea en asuntos econ¨®micos, pero tambi¨¦n en lo relativo a otras crisis como la de los refugiados, porque ambas cosas se refieren a deberes comunes a los que nos hemos comprometido en diversos tratados, a riesgos que compartimos y a oportunidades que podemos entender como comunes en cuanto superemos la miop¨ªa del espacio y el tiempo, es decir, la fijaci¨®n en el inter¨¦s propio inmediato y en el corto plazo.
Otros art¨ªculos del autor
Con frecuencia se afirma que el problema de Europa es la falta de solidaridad, lo que en buena parte es cierto, pero requiere una clarificaci¨®n acerca de qu¨¦ entendemos por solidaridad y c¨®mo ponerla en juego. Algunos malentendidos acerca de lo que este valor significa no ayudan nada a defenderla. La primera dificultad procede de que evoca un concepto que exige demasiado, que irresponsabiliza a los actores y que no tiene ninguna relaci¨®n con el principio de realidad. Una concepci¨®n ¡°moralista¡± de la solidaridad da a entender que los agentes pol¨ªticos no tienen intereses propios y que la sociedad se regula por relaciones de generosidad. Entendidas as¨ª las cosas, no carece de l¨®gica que los pa¨ªses deudores carezcan de est¨ªmulos para cumplir sus compromisos (como los relativos al d¨¦ficit, especialmente si hay elecciones a la vista) y que los prestatarios sean cada vez m¨¢s reacios a cualquier tipo de transferencia. Una concepci¨®n tan vaporosa de la solidaridad termina promoviendo la falta de responsabilidad por el conjunto al que se pertenece.
Por otra parte tendr¨ªamos lo que podr¨ªa denominarse la concepci¨®n ¡°c¨ªnica¡± de la solidaridad, que subraya los l¨ªmites supuestamente ¡°naturales¡± de la solidaridad para no tomar en consideraci¨®n los intereses de los otros, pero ¡ªlo que es peor¡ª impidi¨¦ndose a s¨ª mismo la percepci¨®n de los propios intereses. Me refiero a quienes consideran que no puede haber solidaridad entre aquellos que no comparten un demos, una ¡°identidad redistributiva¡±.
No tiene ning¨²n sentido esperar altruismo de los Estados nacionales, como de cualquier actor pol¨ªtico
Estas dos concepciones de la solidaridad, la moralista y la c¨ªnica, tienen en com¨²n una falta de autorreflexi¨®n acerca de lo que est¨¢ en juego en esta Europa caracterizada por la heterogeneidad, pero tambi¨¦n por la interdependencia. Nos encontramos en una situaci¨®n hist¨®rica en la que resulta especialmente necesaria la reflexi¨®n acerca del inter¨¦s propio y su redimensionamiento extensivo. Propongo que consideremos una tercera concepci¨®n de la solidaridad como ¡°reflexividad¡±, que nos llevar¨ªa a entenderla como institucionalizaci¨®n del ¡°inter¨¦s propio ilustrado¡± o del inter¨¦s de largo plazo en Europa, m¨¢s all¨¢ de las concepciones altruistas que parecen evocar una generosa autoaniquilaci¨®n y de las c¨ªnicas que nos impiden caer en la cuenta de que a veces nuestros intereses inmediatos no coinciden con nuestros verdaderos intereses
Pongamos un par de ejemplos para concretar este principio. Aunque los antagonismos econ¨®micos en la Uni¨®n Europea parezcan muy poco modificables, tal vez Alemania nos depare alguna sorpresa y no tanto por un arranque de generosidad como por un nuevo c¨¢lculo de los intereses. Alemania es el pa¨ªs que m¨¢s tiene que perder con el retroceso de la UE: tiene m¨¢s relaciones comerciales que ning¨²n otro con el resto de los pa¨ªses de la Uni¨®n y es tambi¨¦n el que tiene m¨¢s fronteras con los otros Estados miembros. Si no fuera porque su opini¨®n p¨²blica ha sido bombardeada desde hace mucho tiempo con una visi¨®n muy excluyente de lo que le interesa, no ser¨ªa inveros¨ªmil aventurar un giro europe¨ªsta en la identificaci¨®n de sus intereses.
Alemania es el pa¨ªs que m¨¢s tiene que perder con el retroceso de la Uni¨®n
Otro ejemplo de solidaridad por reflexi¨®n: pensemos en el hecho de que los pa¨ªses que, como consecuencia de la crisis del euro, han necesitado ser rescatados no han sido salvados tanto por razones de solidaridad como para llevar a cabo una pol¨ªtica de estabilidad que era un objetivo bueno para todos. Debemos explorar las posibilidades de institucionalizar una mayor solidaridad entre los Estados miembros sin olvidar que ser¨¢ siempre un valor fr¨¢gil y contestado, un asunto de reflexividad compartida y discutible, porque la identificaci¨®n de los intereses no se realiza desde una posici¨®n abstracta y as¨¦ptica. Adem¨¢s, no tiene ning¨²n sentido esperar altruismo de los Estados nacionales, como de cualquier actor pol¨ªtico. De lo que se trata es de despertar el inter¨¦s propio por la cooperaci¨®n y apoyarlo en s¨®lidos argumentos.
?Qu¨¦ hacer entonces con esta heterogeneidad del espacio econ¨®mico europeo cuando la divergencia acent¨²a los intereses particulares, cuando el tr¨¢nsito a nuevas etapas de cooperaci¨®n implicar¨ªa decisiones que tocan a ciertos compromisos profundamente inscritos en la particularidad de cada Estado y sus respectivos contratos sociales? Efectivamente, es dif¨ªcil pedir a los contribuyentes alemanes, por ejemplo, soportar las consecuencias de la falsificaci¨®n de las cifras griegas que les permitieron beneficiarse de los tipos de inter¨¦s muy bajos o facilitar la liquidez de la banca irlandesa cuando todos sabemos que su espectacular despegue de los a?os noventa se debe a las ayudas europeas pero, sobre todo, a un dumping fiscal no coordinado con el resto de Europa. Tan dif¨ªcil al menos como conseguir que sean aceptadas las pol¨ªticas de austeridad en los pa¨ªses del sur cuando buena parte de los beneficios de sus burbujas inmobiliarias est¨¢n en bancos alemanes y franceses.
La solidaridad en la Uni¨®n Europea avanzar¨¢ al ritmo al que lo haga la convergencia de sus econom¨ªas. Y no se trata de dictaminar aqu¨ª si es antes el huevo o la gallina. Es preferible entender que entre solidaridad y convergencia existe un juego de mutua realimentaci¨®n que concebirlas como valores incompatibles que nos obligan a elegir uno a expensas del otro. La crisis econ¨®mica tal vez nos haya servido para aprender que los salvamentos excepcionales son siempre peores que una actuaci¨®n habitual de previsi¨®n para evitar crisis futuras.
Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica e investigador Ikerbasque en la Universidad del Pa¨ªs Vasco y candidato de Geroa Bai al Congreso de los Diputados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.