Virginia Barber, una espa?ola en la c¨¢rcel m¨¢s siniestra de Nueva York
Hay m¨¢s enfermos mentales que en ning¨²n otro lugar de Nueva York, pero no es un centro psiqui¨¢trico. Rikers Island es la segunda c¨¢rcel m¨¢s grande de Estados Unidos. Es el limbo en el que 10.000 internos aguardan la resoluci¨®n de sus causas pendientes con la justicia, custodiados por 9.000 guardias y distribuidos en 10 edificios. Un asesino como Mark David Chapman, que dispar¨® contra John Lennon; un acosador como Dominique Strauss-Kahn o un detenido por posesi¨®n de drogas como el rapero Lil Wayne, todos ellos, antes de recibir su sentencia, han pasado por esta isla pr¨®xima al aeropuerto de LaGuardia que ocupaba el puesto n¨²mero 10 en la clasificaci¨®n de peores c¨¢rceles de Estados Unidos que elabor¨® la revista Mother Jones?en 2013. La media de estancia de los detenidos es de 175 d¨ªas, pero, si finalmente hay juicio, los casos, y la estancia en Rikers, pueden prolongarse durante a?os. En EE UU, un 95% de los casos se resuelven por medio de acuerdos. Si todos los acusados se negaran a aceptarlos y fueran a juicio, el sistema se colapsar¨ªa.
La doctora en psicolog¨ªa forense Virginia Barber (Lanzarote, 1977) asume en los pr¨®ximos d¨ªas el cargo de directora de salud mental de este c¨¦lebre centro de detenci¨®n. Tras dirigir juzgados de salud mental de varios distritos de Nueva York y formar parte del equipo cl¨ªnico de la unidad forense del hospital Bellevue, esta canaria que imparte clases en la Universidad de Nueva York y ha formado parte del comit¨¦ de expertos que el alcalde Bill de Blasio convoc¨® para tratar de identificar los principales problemas del sistema judicial de la ciudad estar¨¢ al frente de un equipo de 250 psic¨®logos, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales y de salud mental, adem¨¢s de 150 psiquiatras y enfermeras. Su reto es disminuir los niveles de violencia y velar por la salud mental en este centro, objeto de una constante presi¨®n medi¨¢tica, especialmente desde la muerte de un reo en 2014 que hizo saltar, una vez m¨¢s, las alarmas.
Sentada en un caf¨¦ de Brooklyn, Barber habla con tranquilidad de su trabajo. Cuesta pensar que ha pasado la mayor parte de su carrera tratando a violadores o asesinos, tambi¨¦n a gente vulnerable atrapada en un complejo sistema, determinando si sufren o no una enfermedad mental y cu¨¢l es la mejor manera de tratarlos. El mal tiene un rostro dolorosamente humano para esta doctora. ¡°La gente a menudo me pregunta c¨®mo puedo tener este trabajo y dormir tranquila por las noches. La verdad es que no siempre duermes tranquila. Los a?os no te de?sensibilizan, pero te ense?an a aceptar que casi todo est¨¢ fuera de tu control y que lo importante es hacer bien lo que est¨¢ en tu mano. Aun as¨ª, siempre hay pacientes, ?situaciones, discriminaciones, injusticias¡¡±. Despu¨¦s de casi dos d¨¦cadas en esta ciudad, a la que lleg¨® sin apenas hablar ingl¨¦s, la visi¨®n que Barber tiene de Nueva York est¨¢ cargada de realismo y de piedad, de templanza y de constante lucha por mejorar un sistema que hace agua y que ahora est¨¢ inmerso en un proceso de cambio.
?C¨®mo lleg¨® a la psicolog¨ªa forense? Estudi¨¦ psicolog¨ªa en Madrid y me interes¨® la relaci¨®n entre esta disciplina y el derecho; un profesor me habl¨® del John Jay College de Nueva York. Pero, si hago memoria, creo que todo empez¨® con unos heroin¨®manos que ve¨ªa cada d¨ªa camino de la escuela en Lanzarote, no entend¨ªa qu¨¦ les pasaba. Hice mis pr¨¢cticas durante la carrera en un centro de drogodependencia y all¨ª vi que estaban constantemente dentro y fuera de las c¨¢rceles, y que muchos de ellos eran tambi¨¦n enfermos mentales.
Tiene una larga experiencia en programas alternativos a la encarcelaci¨®n y ahora empieza su tarea en una de las prisiones m¨¢s complicadas de Estados Unidos. Estos programas en los que he trabajado son parte del ¨¢rea de justicia terap¨¦utica. El concepto lo desarroll¨® el abogado David Wexler. Su idea era conseguir que toda la relaci¨®n con los tribunales desde la detenci¨®n hasta la condena fuese terap¨¦utica en lugar de antiterap¨¦utica. A partir de esta teor¨ªa se desarrollaron los juzgados especializados en drogodependencia y tambi¨¦n los de salud mental.
?Cualquier detenido puede ir a estos tribunales especializados? Nadie que tenga un cargo por asesinato puede acogerse a estos programas. Tambi¨¦n quedan fuera aquellos casos en los que se demuestra que quien cometi¨® un determinado crimen ten¨ªa s¨ªntomas psiqui¨¢tricos graves en ese momento; estos acusados son declarados inimputables y siguen otra trayectoria.
?C¨®mo funciona el programa? Los acusados se declaran culpables, el juez entonces dicta que tienen que seguir un tratamiento durante un determinado tiempo reinsertados en la comunidad, y esto implica tomar una medicaci¨®n, hacer terapia y seguir una serie de controles m¨¦dicos. Si cumplen con todos esos pasos, pasado el tiempo establecido, el caso queda sobrese¨ªdo; si no, hay una sentencia alternativa de encarcelamiento.
?Un violador puede quedar libre? Ah¨ª entran las valoraciones de riesgo de violencia general, sexual y dom¨¦stica. Si es un agresor sexual con una parafilia, no puede formar parte del programa. Solo se aceptan acusados que tienen unos niveles de riesgo que se considera que pueden ser gestionados dentro de la comunidad: es un equilibrio entre sacar a gente de la c¨¢rcel y mantener la seguridad p¨²blica. Pero m¨¢s del 90% de los enfermos mentales no cometen un delito violento en toda su vida. Las agresiones son fruto de otros factores, como el uso de drogas, las experiencias traum¨¢ticas o los trastornos de la personalidad, sobre todo el trastorno antisocial.
?Eso no es una enfermedad mental? No se considera una enfermedad mental, sino un trastorno de la personalidad, una forma de inadaptaci¨®n. Empieza en la infancia y la adolescencia, y sin tratamiento se perpet¨²a durante toda la vida. Son actitudes violentas, tendencias procriminales, cogniciones antisociales; conductas que la cultura carcelaria o la asociaci¨®n con bandas callejeras enfatizan. La diferencia es que una enfermedad mental es epis¨®dica: hay brotes que, si son tratados, remiten. El trastorno antisocial de la personalidad o una psicopat¨ªa es algo constante, es una forma de ser.
Panor¨¢mica de la temible c¨¢rcel de Rikers Island. En la segunda imagen, un veh¨ªculo abandonando el penal. ANA NANCE
En Estados Unidos se calcula que hay un 40% de enfermos mentales en las c¨¢rceles, una cifra apabullante. Ese dato refleja el n¨²mero de gente encarcelada con un diagn¨®stico en torno a su salud mental, que puede ser, por ejemplo, la depresi¨®n, pero solo el 7% tiene una enfermedad mental grave. Sigue siendo una cifra mucho mayor de lo que encontramos fuera de la c¨¢rcel, que es un 3%. En Espa?a, seg¨²n el estudio que realiz¨® Mercedes Gallizo cuando era directora de Instituciones Penitenciarias, los presos con enfermedades mentales graves representan un 25%.
?C¨®mo le ha ayudado hablar espa?ol para desarrollar su carrera en EE UU? La mayor¨ªa de la gente que est¨¢ en las c¨¢rceles es afroamericana o hispana. Las cosas est¨¢n mejorando lentamente, pero hay muchos en las prisiones sin ninguna causa penal. Por ejemplo, conozco el caso de un hombre que fue detenido hace m¨¢s de una d¨¦cada por estar borracho en la calle. Pas¨® tres d¨ªas arrestado y 15 a?os despu¨¦s, ya casado y con hijos, Inmigraci¨®n le detuvo y estuvo dos a?os en prisi¨®n. Mucha de esa gente no tiene derecho a abogado, y entre ellos hay un n¨²mero notable de enfermos mentales. Tambi¨¦n he trabajado en casos de trastorno postraum¨¢tico con refugiados.
Se especializ¨® en valoraci¨®n de riesgo de violencia y reincidencia criminal. ?Qu¨¦ nivel de confianza se puede depositar en los test y evaluaciones? Hay un margen de error porque las predicciones del comportamiento humano nunca son perfectas. La historia de la creaci¨®n de los test es fascinante. Cuando simplemente se hac¨ªa una evaluaci¨®n y, en funci¨®n de la experiencia del psic¨®logo, este decid¨ªa si la persona era peligrosa o no, la fiabilidad no superaba el 50%. Ahora estamos en torno al 70%.
?Pasa miedo en las evaluaciones? Por lo general no, llego con una idea bastante aproximada de en qu¨¦ momento se encuentra psiqui¨¢tricamente el evaluado, miro los expedientes m¨¦dicos y criminales y veo qu¨¦ desencadena la agresividad. Adem¨¢s, dependiendo del caso, puede haber fuertes medidas de seguridad durante la evaluaci¨®n. Pero cuando paso miedo, sobre todo con historiales de manipulaci¨®n o psic¨®patas, y creo que algo puede suceder, termino la entrevista. Me f¨ªo de mi instinto.
Las cifras alt¨ªsimas de poblaci¨®n encarcelada vienen en buena parte de las leyes antidroga. En la llamada guerra contra las drogas, por posesi¨®n de coca¨ªna te ca¨ªan 15 a?os de c¨¢rcel y los jueces no ten¨ªan margen para rebajar las penas. Ahora estamos en un momento de reforma del sistema judicial y criminal muy potente.
Pero los problemas y las elevadas cifras de poblaci¨®n carcelaria persisten. S¨ª. Aunque en Nueva York los programas alternativos a la encarcelaci¨®n est¨¢n muy avanzados, es brutal el volumen de presos. El servicio de salud mental p¨²blico no es suficiente para ayudar a los enfermos que tratamos de reinsertar: est¨¢ el tema de los seguros y asuntos como el precio de la vivienda que complican las cosas. Por mucho que se saque a la gente de las c¨¢rceles, si luego en la comunidad no hay servicios adecuados, el sistema falla. Los retos en Nueva York son grandes, hay un nivel de inmigraci¨®n muy alto y diferencias culturales enormes.
?C¨®mo se ataja esto? El dinero debe ir a los tratamientos p¨²blicos de los enfermos reinsertados y a los programas de asistencia. Se debe formar a m¨¢s gente que est¨¦ capacitada para tratar a estas personas con comportamientos tendentes a la impulsividad, la agresi¨®n y el suicidio, que a veces son resultado de una historia de trauma y drogodependencia y no de una enfermedad mental. Cuando empec¨¦ en esto prestaba mucha atenci¨®n a los trastornos psiqui¨¢tricos graves, pero me he dado cuenta de que ese no es el problema: tiene mucho m¨¢s que ver el contexto, la falta de socializaci¨®n.
Ah¨ª entran otros factores, como las causas econ¨®micas. En general, si de lo que se trata es de que no se cometan delitos y que esta poblaci¨®n no tenga comportamientos, digamos, complicados, estabilizar a los enfermos mentales es algo relativamente f¨¢cil si tienes un buen equipo de tratamiento. Lo que complica las cosas es que mucha gente puede que no cumpla los requisitos para recibir un diagn¨®stico de trastorno de la personalidad, pero tienen unos rasgos que provocan niveles de impulsividad muy elevados, con cero tolerancia a la frustraci¨®n y una p¨¦sima gesti¨®n de la ira. Todo esto es fruto de las desigualdades a las que se han visto expuestos desde que nacen.
?Qu¨¦ diagn¨®stico reciben? Es un tipo de trastorno de estr¨¦s postraum¨¢tico complejo. Con el regreso de los veteranos de Vietnam (tambi¨¦n con gente quemada y v¨ªctimas de una violaci¨®n) se vio que hab¨ªa un conjunto de s¨ªntomas que quedaron catalogados como estr¨¦s postraum¨¢tico (hipervigilancia, flash-backs¡). Entre la poblaci¨®n que comete delitos detectas que muchos no cumplen con todo esto, porque ese trastorno qued¨® estipulado para definir un tipo de trauma espec¨ªfico. Pero la gente que ha sufrido un trauma repetido en el desarrollo, que desde la infancia ha estado expuesta a la violencia y no ha habido nadie en su vida con quien haya tenido un v¨ªnculo estable, es m¨¢s proclive a la impulsividad, a la agresividad, a la hostilidad. Esto es el estr¨¦s postraum¨¢tico complejo, que a¨²n no est¨¢ incluido en el Manual Diagn¨®stico y Estad¨ªstico de Trastornos Mentales.
?C¨®mo est¨¢ siendo definido? Hay unos s¨ªntomas muy complejos que te hacen muy susceptible a cometer delitos porque tienes problemas con la autoridad, gritas a la gente, si te arrestan respondes con agresividad. Y adem¨¢s, una vez dentro del sistema judicial, es muy dif¨ªcil que cumplan con los requisitos de los juzgados de salud mental o la libertad condicional. Sufren una desregulaci¨®n de la capacidad afectiva, pasan del 0 al 100 muy r¨¢pidamente y no tienen mecanismos para regularse de nuevo. Es un cuadro recurrente en gente que est¨¢ encarcelada.
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