Claire

Para los que pasamos la granulosa adolescencia en los 2000, con pantalones de campana, camisetas de las Spice Girls y gargantillas de pl¨¢stico, esa se?ora llamada Robin Wright Penn era poca cosa al lado de ese se?or llamado Sean Penn que forraba algunas carpetas ¡ªes cierto que las menos: era la ¨¦poca de la cruenta batalla Pitt-DiCaprio¡ª. Ella era una rubia mona, l¨¢nguida, a la que relacion¨¢bamos con La princesa prometida (favorita de una generaci¨®n anterior, de culto para algunos de la posterior) o quiz¨¢ con Forrest Gump.

Hasta ayer. Hasta Claire. Robin se cort¨® el pelo, el Penn y el largo de la falda y le dijo que s¨ª a Netflix y a Frank Underwood para ser Claire, la mujer del pol¨ªtico (y hasta aqu¨ª puedo leer, no espoilearemos) m¨¢s maligno y maravilloso de Washington y del planeta ¡ªella no se queda atr¨¢s, ojo¡ª en House of Cards.

La lista no solo es Claire. La lista es Robin. Acaba de contar su historia, con 50 a?os reci¨¦n cumplidos: decidi¨® cuidar de sus hijos, ser madre a tiempo completo, y su carrera se resinti¨®. La de una de las mejores actrices de su generaci¨®n. La de una entre las mujeres m¨¢s bellas del planeta. Por tener hijos. ?C¨®mo no van a tener miedo muchas? ?C¨®mo no vamos a hiperventilar todas?

Ella misma lo ha solventado. A los cuarenta y tantos lleg¨® la oportunidad con la que aferrarse al triunfo. Tampoco ha sido sencillo: se enter¨® (muchas ni lo saben) de que no le pagaban tanto como a Kevin Spacey, su coprotagonista. Se plant¨®, dijo que lo har¨ªa p¨²blico, que quer¨ªa medio mill¨®n por cap¨ªtulo (?toma ya!) o lo contaba. Qu¨¦ lista es. No solo lo ha conseguido: lo ha contado. Claire for president!