Prop¨®sitos colectivos o pol¨ªtica del miedo
Son muchos los que se han beneficiado de la globalizaci¨®n, pero tambi¨¦n ha habido v¨ªctimas
Hay un recurso del que se abusa demasiado en estas ¨¦pocas de tribulaci¨®n, el de rasgarse las vestiduras. Todo el mundo lo hace, ya sea para despotricar de los abusos de los poderosos o para lamentar la banalidad de una sociedad fascinada por las nuevas tecnolog¨ªas. La crisis econ¨®mica ha dejado quebradas a las clases medias, y a las m¨¢s fr¨¢giles, todav¨ªa m¨¢s. As¨ª que resulta de una l¨®gica aplastante que la gente se plante y ponga en escena sus desgarros, y proclame que esto es un desastre impepinable.
En una situaci¨®n de esas caracter¨ªsticas cuantos sospechan de oscuras maniobras en la sombra gozan de indudable predicamento. Y la globalizaci¨®n, m¨¢s que un proceso complejo en el que intervienen m¨²ltiples factores (para bien y para mal), se termina por ver como una conspiraci¨®n que han manejado cuatro espabilados para enriquecerse. As¨ª que toca protegerse. Levantar muros, replegarse hacia casa, cerrar todas las fronteras. E identificar con claridad al enemigo.
Al recurso de rasgarse las vestiduras le sigue un fulminante proceso de cargarse de raz¨®n. Cuanto ha ocurrido tiene unos responsables que conviene identificar. Para algunos son los banqueros, y de ese modo pasan a la categor¨ªa de apestados. Otros se inclinan, en cambio, por echarle la culpa a los migrantes que llegan a sus respectivos pa¨ªses en busca de una oportunidad. Ya saben lo que est¨¢ ocurriendo con los partidos de extrema derecha en Europa y con Trump en Estados Unidos. El enemigo viene de fuera, proclaman, habr¨¢ que levantar unas cuantas alambradas. Los otros usan f¨®rmulas m¨¢s alambicadas pero vienen a parar en lo mismo: andan intentando disfrazar el m¨¢s rancio proteccionismo inyectando un poco de modernidad a una vieja palabra manchada con la sangre de muchas guerras, la patria.
A ese talism¨¢n se le piden prodigios, del mismo modo que los otros creen tener la soluci¨®n en expulsar a quienes no tengan el mismo color de piel. Tanta simpleza produce asombro. Las cosas no han salido bien, as¨ª que son muchos los que reclaman no tanto argumentos como hacer pi?a detr¨¢s de una bandera: un ratito para rasgarse las vestiduras y otro ratito en el que cargarse de raz¨®n.
La globalizaci¨®n tiene que ver con el desarrollo de unas fuerzas econ¨®micas que van eliminando barreras para sacar partido de unos mercados cada vez m¨¢s interconectados. Son muchos los que se han beneficiado de ese proceso. Pero tambi¨¦n ha habido v¨ªctimas. El tratado de comercio que andan discutiendo Estados Unidos y la Uni¨®n Europea, por ejemplo: deber¨ªa explicarse y luego tendr¨ªa que discutirse cada detalle. Nada de vestiduras rasgadas y de p¨ªldoras ideol¨®gicas de consumo instant¨¢neo. El dilema que toca ahora, dec¨ªa el historiador Tony Judt, es el de elegir entre ¡°una pol¨ªtica de la cohesi¨®n social basada en unos prop¨®sitos colectivos o la erosi¨®n de la sociedad mediante la pol¨ªtica del miedo¡±. Es lo segundo lo que persiguen los populismos. Y deber¨ªamos, m¨¢s bien, inclinarnos por la primera opci¨®n.
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