Bailan los nombres
Muere Johan Cruyff y circula la propuesta de rebautizar con su nombre el campo de f¨²tbol del Bar?a. Cuesta disentir de una iniciativa motivada por el cari?o y la gratitud. Por suerte, nadie ha pedido mi opini¨®n. Hace unos d¨ªas, de regreso de un viaje en avi¨®n, oigo que el aeropuerto de Madrid, que para m¨ª se llamaba Barajas, ahora se llama Adolfo Su¨¢rez. La misma reacci¨®n. Con mayor desaz¨®n advierto que la estaci¨®n de metro de Sol ha engrosado su nombre con el de una marca comercial, como si se hubieran casado, un cambio que no parece provenir de impulsos tan nobles como los anteriores. Signo de los tiempos: vac¨ªas las arcas del Estado, hay que buscar subvenci¨®n donde la haya, y la publicidad parece ser un caldero de oro. Total, que instalaciones deportivas, culturales y de todo tipo, llevan el nombre de su patrocinador.
Con desaz¨®n advierto que la estaci¨®n de metro de Sol ha engrosado su nombre con el de una marca comercial, como si se hubieran casado
En mi infancia circulaban por las calles unos hombres-anuncio, encuadernados entre dos carteles sujetos por unos tirantes. Hoy los espacios p¨²blicos desempe?an la misma funci¨®n. En un mundo tan revuelto, estos detalles m¨ªnimos tienen muy poca importancia, pero no dejan de ser sintom¨¢ticos. ?Estamos preparados para aceptar con naturalidad la Puerta de Alcal¨¢-Nespresso, la Giralda-Repsol o la Sagrada Familia-Victoria¡¯s Secret? Por otra parte, el fen¨®meno no es nuevo. El calendario romano ten¨ªa diez meses, el primero de los cuales era marzo y coincid¨ªa, con m¨¢s l¨®gica que el nuestro, con el inicio de la primavera.
Con el paso del tiempo y varias guerras, el quinto y el sexto mes tuvieron que renunciar a sus nombres originales (quintilis, sextilis, respectivamente) para adquirir el de dos ilustres patrocinadores de la ¨¦poca, y pasaron a llamarse julio y agosto en honor de Julio C¨¦sar y de su sucesor, Octavio C¨¦sar Augusto, de resultas de lo cual quedaron descolgados los meses siguientes: el s¨¦ptimo (septiembre), el octavo (octubre), el noveno (noviembre) y el d¨¦cimo (diciembre). Unos siglos m¨¢s tarde, la revoluci¨®n francesa volvi¨® a cambiar, esta vez sin ¨¦xito, os nombres del calendario d¨¢ndoles otros supuestamente relacionados con el ciclo natural: brumario, termidor o germinal, que no est¨¢n mal, o nivoso, ventoso y pluvioso, que son muy poco imaginativos, y eso sin contar con el hecho de que el calendario no ten¨ªa en cuenta que otros pa¨ªses disfrutan de un clima distinto del de Par¨ªs.
En fin, que no hay nada nuevo bajo el sol, hasta tanto no se cambie el nombre del sol por el de T¨ªo Pepe, lo que dar¨ªa a la aurora de rosados dedos un aire menos po¨¦tico, pero m¨¢s alegre. Con los nombres de las calles ocurre algo parecido: hay una tendencia a eliminar los de personas o hechos hist¨®ricos cuyo recuerdo resulta ingrato. Algo as¨ª como la memoria hist¨®rica al rev¨¦s. Aqu¨ª es dif¨ªcil generalizar. La dictadura franquista usurp¨® los nombres tradicionales de las principales arterias urbanas para rebautizarlas con los de algunos personajes triunfantes.
Los nombres de la mayor¨ªa de calles y plazas no significan nada para quien las transita y esta neutralidad permite adscribirles recuerdos personales.?Nombres y recuerdos bailan juntos
Su intento, dicho sea de paso, no tuvo ning¨²n ¨¦xito entre los usuarios, y es normal que se corrija una anomal¨ªa que pertenece m¨¢s al mundo de lo rid¨ªculo que al de la toponimia. Pero no hay que pasarse. A menudo los nombres de lugares significan cosas. Cuenta Casanova en sus memorias que los madrile?os acud¨ªan a la puerta del Sol, entonces llamada plaza, a calentarse en los d¨ªas fr¨ªos del invierno, y algo de esa ben¨¦vola funci¨®n sobrevive incluso en el caos que es hoy. Otros lugares, calles o incluso ciudades dejan de tener significado con el paso del tiempo. Cuando uno visita San Francisco, rara vez piensa en el bondadoso fraile de As¨ªs, y Los ?ngeles es m¨¢s Hollywood que un conjunto de seres celestiales.
Los nombres de la mayor¨ªa de calles y plazas no significan nada para quien las transita y esta neutralidad permite adscribirles recuerdos personales. A menudo el nombre de la calle donde uno naci¨® o donde vivi¨® un episodio intenso evoca im¨¢genes que nada tienen que ver con un personaje hist¨®rico o un accidente geogr¨¢fico. Nombres y recuerdos bailan juntos.
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