?Y si los robots finalmente no asaltan la Bastilla?
La inminente revoluci¨®n tecnol¨®gica puede ser desastrosa o suponer un progreso sin parang¨®n
Est¨¢ siendo menos rom¨¢ntica ¡ªy menos violenta¡ª que la francesa y mucho m¨¢s limpia que la industrial. Pero aunque no huela a p¨®lvora ni a carbonilla, vivimos inmersos en una de las mayores revoluciones de ese corto per¨ªodo que llamamos historia y que ¡ªaunque nos parezca largu¨ªsimo especialmente en el bachillerato¡ª, apenas abarca una ¨ªnfima parte del tiempo que el hombre que lleva sobre la Tierra. En pocos a?os la vida de millones de personas cambiar¨¢ radicalmente con la robotizaci¨®n de multitud de tareas que hasta ahora est¨¢n realizadas por personas. Y esa transformaci¨®n posiblemente obligue a realizar algunas transformaciones sociales.
Las dos anteriores frases podr¨ªan haber sido escritas perfectamente durante la industrializaci¨®n. Posiblemente las conversaciones de los conductores de coches de caballos de Londres mientras observaban los primeros autom¨®viles subiendo por Regent Street no fueran muy diferentes de las que puedan mantener hoy los 3,9 millones de conductores de veh¨ªculos pesados de Estados Unidos ante las pruebas de veh¨ªculos sin conductor que realizan Alphabet, Tesla o General Motors. Bueno, s¨ª. Var¨ªan en una cosa que es fundamental y que conviene no perder de vista para no dejarse deslumbrar por el brillo de las pantallas extraplanas ni las manzanas con mordisco incorporado: caballo o coche van dirigidos por un humano; el coche o cami¨®n aut¨®nomo, no.
Este es el principal desaf¨ªo que plantea esta nueva revoluci¨®n: la ausencia del hombre. Ya no es necesario el librero que nos observa, nos conoce y nos recomienda qu¨¦ podemos leer. Ni el taxista que elige el recorrido ¡ªseg¨²n ¨¦l, m¨¢s corto, para nosotros, sospechosamente largo¡ª, ni nadie que cobre el peaje de la autopista, ni personal que atienda las llamadas en grandes empresas, ni cobre en la caja en los supermercados, ni conductores en trenes de los aeropuertos... Y esto apenas es un esbozo de todo lo que viene.
?Supone este dr¨¢stico e inminente cambio una amenaza? Depende de c¨®mo se gestione. Lo ideal ¡ªque casi nunca sucede¡ª ser¨ªa que se planteara un debate serio sobre el profundo cambio social que se avecina. Porque cuando todo un espectro de trabajos, con decenas de millones de empleados, desaparezcan, los nuevos trabajos ¡ªimpensables todav¨ªa¡ª ?ser¨¢n capaces de absorber a los antiguos? ?Se crear¨¢ una brecha insalvable entre aquellos que tienen trabajo ¡ªy por tanto fuente de ingresos¡ª y aquellos que se han quedado al otro lado del foso digital? ?Ser¨¢ una revoluci¨®n con los robots asaltando la Bastilla de la organizaci¨®n social que conocemos o viviremos en la ¡°Atenas digital¡± que preconiza el profesor Erik Brynjolfsson donde podremos prescindir del trabajo y dedicarnos al ocio? ?Es necesario redistribuir la riqueza considerando como tal no solo al beneficio del trabajo sino al trabajo mismo?
Son preguntas nuevas y a la vez viejas. Tom¨¢s Moro en el siglo XV ya hablaba de establecer una renta b¨¢sica. Y los siracusanos ten¨ªan una fe infinita en las m¨¢quinas de Arqu¨ªmedes. Al final, siempre se trata de saber en d¨®nde queda el hombre.
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