Cuidado con el amor ciego hacia nuestros hijos (o padres)
No todos las formas de amar son sanas. Cuando los dos crecemos, es saludable. El problema surge cuando quieres y quieres, pero es a costa de perder una parte de ti mismo importante. Ese es un amor ciego, que nos lleva a espirales que pueden llegar a ser autodestructivas para ti o para la otra persona. En el caso de la pareja, lo reconocemos f¨¢cilmente cuando uno est¨¢ tan ¡°coladito¡± por alguien que le lleva a perder la cabeza (menos mal que el enamoramiento tiene sus hormonas oscilantes que pasado un tiempo nos hacen recuperar la raz¨®n). El problema surge en espacios mucho m¨¢s sutiles, m¨¢s controvertidos, como son la relaci¨®n entre padres e hijos. Hay padres que quieren a sus hijos profundamente, con toda la buena fe del mundo, pero sin embargo, est¨¢n creando relaciones que no son positivas para ninguno de los protagonistas. Querer y querer pero sacrificando todo cuanto tenemos, es un flaco favor que nos hacemos como padres y que le hacemos a nuestro hijo. Es un tipo de amor ciego, muy dif¨ªcil de reconocer en uno mismo y, como siempre, muy f¨¢cil de ver en otros y sobre todo en quien se ha separado o al que no le va bien la relaci¨®n con su pareja. Veamos cu¨¢ndo vivimos el riesgo de caer en el amor ciego:
- Cuando te va mal en la pareja y proyectas de manera inconsciente la falta de cari?o en uno de tus hijos. Se genera un v¨ªnculo muy especial, pero hay dos riesgos: no dejas espacio a reconstruir tu vida con una nueva pareja (el espacio que no le corresponde lo ocupa tu hijo) y segundo, se corre el riesgo de que ese hijo crea que sus futuras parejas no est¨¢n a la altura del cari?o que le dio su pap¨¢ o su mam¨¢ (lo que llamamos vulgarmente enmadrado o empadrado, solo que ya con pelo en pecho). Y seguro que conocemos a m¨¢s de uno con un v¨ªnculo excesivo a sus padres y posiblemente sea por un amor ciego entre su progenitor y ¨¦l o ella. Si alguien est¨¢ muy empadrado o enmadrada o ¡°hijodrado e hijadrada¡± (perd¨®n por el vocablo inventado) es dif¨ªcil que tenga espacio para una relaci¨®n de pareja saludable.
- Cuando vives una separaci¨®n y por culpa o por soledad, colocas a tu hijo en el absoluto epicentro de tu vida a costa de sacrificar cualquier proyecto personal y profesional. Es una variante de la anterior, que ocurre much¨ªsimo en las separaciones y, en especial, en el progenitor que ha perdido la custodia (normalmente, el padre). Los hijos se convierten en una obsesi¨®n, muy superior a cuando incluso viv¨ªan juntos en familia, y vuelven a colocar en ellos un amor ciego que no les corresponde con un alt¨ªsimo sacrificio personal.
- Cuando como padre le recuerdas una y otra vez lo dur¨ªsimo que fue haberle tenido, la cantidad de sacrificio que te supuso, las renuncias que tuviste que hacer y etc¡ Se busca un constante reconocimiento absurdo. Seamos sinceros: la decisi¨®n es personal. Si tenemos un hijo no es porque ¨¦l nos haya escrito una carta pidi¨¦ndonos nacer o ser adoptados. Lo hemos decidido (o hemos asumido un riesgo sabiendo cu¨¢l podr¨ªa ser la consecuencia). ?Cu¨¢l es el precio desde esta actitud que le hacemos pagar a nuestro hijo? La culpa. Desde la culpa hacemos muchas tonter¨ªas, como rechazar al padre que te repite la misma cantilena de lo mucho que sufri¨® o evitar tener hijos o tantas otras decisiones inconscientes, que pueden ser tambi¨¦n igualmente absurdas.
- Cuando esperas que tu hijo cumpla con tus sue?os no conquistados por ti mismo. Otra tonter¨ªa inconsciente que nos lleva a sobredimensionar la agenda extraescolar de los ni?os y a hacerles vivir una vida que ellos no han escogido. No olvidemos que los hijos, sobre todo de peque?os, buscan agradar a sus padres y pueden estar dispuestos a sacrificar sus propios deseos en aras de sus progenitores¡ y esa decisi¨®n de adultos les puede pasar factura a la relaci¨®n.
- Cuando te va mal en la pareja y proyectas de manera inconsciente la falta de cari?o en uno de tus hijos. Se genera un v¨ªnculo muy especial, pero hay dos riesgos: no dejas espacio a reconstruir tu vida con una nueva pareja (el espacio que no le corresponde lo ocupa tu hijo) y segundo, se corre el riesgo de que ese hijo crea que sus futuras parejas no est¨¢n a la altura del cari?o que le dio su pap¨¢ o su mam¨¢ (lo que llamamos vulgarmente enmadrado o empadrado, solo que ya con pelo en pecho). Y seguro que conocemos a m¨¢s de uno con un v¨ªnculo excesivo a sus padres y posiblemente sea por un amor ciego entre su progenitor y ¨¦l o ella. Si alguien est¨¢ muy empadrado o enmadrada o ¡°hijodrado e hijadrada¡± (perd¨®n por el vocablo inventado) es dif¨ªcil que tenga espacio para una relaci¨®n de pareja saludable.
- Cuando vives una separaci¨®n y por culpa o por soledad, colocas a tu hijo en el absoluto epicentro de tu vida a costa de sacrificar cualquier proyecto personal y profesional. Es una variante de la anterior, que ocurre much¨ªsimo en las separaciones y, en especial, en el progenitor que ha perdido la custodia (normalmente, el padre). Los hijos se convierten en una obsesi¨®n, muy superior a cuando incluso viv¨ªan juntos en familia, y vuelven a colocar en ellos un amor ciego que no les corresponde con un alt¨ªsimo sacrificio personal.
- Cuando como padre le recuerdas una y otra vez lo dur¨ªsimo que fue haberle tenido, la cantidad de sacrificio que te supuso, las renuncias que tuviste que hacer y etc¡ Se busca un constante reconocimiento absurdo. Seamos sinceros: la decisi¨®n es personal. Si tenemos un hijo no es porque ¨¦l nos haya escrito una carta pidi¨¦ndonos nacer o ser adoptados. Lo hemos decidido (o hemos asumido un riesgo sabiendo cu¨¢l podr¨ªa ser la consecuencia). ?Cu¨¢l es el precio desde esta actitud que le hacemos pagar a nuestro hijo? La culpa. Desde la culpa hacemos muchas tonter¨ªas, como rechazar al padre que te repite la misma cantilena de lo mucho que sufri¨® o evitar tener hijos o tantas otras decisiones inconscientes, que pueden ser tambi¨¦n igualmente absurdas.
- Cuando esperas que tu hijo cumpla con tus sue?os no conquistados por ti mismo. Otra tonter¨ªa inconsciente que nos lleva a sobredimensionar la agenda extraescolar de los ni?os y a hacerles vivir una vida que ellos no han escogido. No olvidemos que los hijos, sobre todo de peque?os, buscan agradar a sus padres y pueden estar dispuestos a sacrificar sus propios deseos en aras de sus progenitores¡ y esa decisi¨®n de adultos les puede pasar factura a la relaci¨®n.
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