El mito de la diferencia y la igualdad de g¨¦nero
Se utiliza el mito de las diferencias biol¨®gicas para explicar la ausencia de mujeres en posiciones de liderazgo, pero m¨¢s que la biolog¨ªa, lo que cuenta es la socializaci¨®n
De acuerdo con el informe de Naciones Unidas m¨¢s reciente (de 2015), la representaci¨®n de las mujeres en los parlamentos de todo el mundo es de un 22%. Mientras que s¨®lo un 18% son ministras (la mayor¨ªa de ellas con carteras relacionadas con temas sociales) y un 19% del total de Tribunales Supremos est¨¢n presididos por mujeres. M¨¢s de la mitad de las compa?¨ªas que trabajan en el sector industrial y de la construcci¨®n no tienen ni una mujer en sus consejos de administraci¨®n. ?Por qu¨¦ hombres y mujeres no est¨¢n igualmente representados en las posiciones de liderazgo pol¨ªtico y econ¨®mico? ?Por qu¨¦ la segregaci¨®n ocupacional por sexo es tan alta?
Las explicaciones m¨¢s recurrentes se centran en las diferencias biol¨®gicas entre sexos. Por ejemplo, abundan los argumentos que defienden que hombres y mujeres priorizan cosas distintas en su vida: mientras que las mujeres priorizan las relaciones personales, la empat¨ªa, y el cuidado, los hombres dan mayor relevancia al bienestar econ¨®mico, al liderazgo, a la competici¨®n. Como consecuencia, deber¨ªamos aceptar este hecho y no preocuparnos en exceso por los desequilibrios de g¨¦nero se?alados, ya que los mismos ser¨ªan el reflejo natural de la diferencia de prioridades entre sexos. Otras explicaciones parecidas aluden a la falta de ambici¨®n de las mujeres, a la menor confianza en sus propias capacidades en comparaci¨®n con los hombres. Sin embargo, este razonamiento no tiene base cient¨ªfica. No es m¨¢s que un mito. Entonces ?por qu¨¦ est¨¢ tan extendida esta idea?
Hace menos de un siglo los hombres ten¨ªan el monopolio de la autoridad legal, el poder pol¨ªtico y civil y derecho a la propiedad
Los medios de comunicaci¨®n han contribuido a que este razonamiento se popularice, convirti¨¦ndose en una especie de verdad absoluta que se acepta sin discusi¨®n. T¨ªtulos como Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus, Tu no me entiendes o G¨¦nero y discurso han disfrutado de una difusi¨®n editorial y de una publicidad inmensa. Sin embargo, ninguno de estos grandes ventas son libros con una base cient¨ªfica. Ninguno muestra con evidencia rigurosa que hombres y mujeres tengan capacidades intelectuales o psicol¨®gicas distintas, simplemente se limitan a presentar algunas generalizaciones sobre el modo supuestamente diferente de comunicarse de hombres y mujeres.
Estudios cient¨ªficos que han pasado desapercibidos para las grandes editoriales y para los medios en Espa?a muestran que las diferencias entre sexos destacadas por los superventas son sencillamente un mito. Los mitos son creencias falsas que contribuyen a que las personas interpreten la realidad a trav¨¦s de ellas, rechazando cualquier contraejemplo que no encaje con sus expectativas. Los mitos alimentan los estereotipos y los prejuicios. Y es as¨ª como un mito (las diferencias biol¨®gicas) es el argumento que m¨¢s a menudo se utiliza (o variantes del mismo) para explicar la ausencia de mujeres en posiciones de liderazgo o el alto nivel de segregaci¨®n ocupacional por sexo.
Aunque a¨²n no se hayan traducido al castellano (y no creo que sea casualidad), reivindico la difusi¨®n de obras como Cerebro rosa, cerebro azul: c¨®mo peque?as diferencias se convierten en brechas insalvables y qu¨¦ podemos hacer al respecto, de la profesora de Neurociencia Lise Eliot. O El mito de Marte y Venus: ?Hablan hombres y mujeres lenguajes distintos? de la profesora y ling¨¹ista Deborah Cameron. Estas autoras sugieren que las diferencias psicol¨®gicas y de comportamiento entre sexos se deben mucho m¨¢s probablemente a la forma en la que los padres criamos a nuestros hijos, la manera en que las escuelas los educan y la influencia que los medios de comunicaci¨®n tienen en la formaci¨®n de valores y creencias de ni?os y ni?as sobre el papel que les corresponde en la sociedad. En pocas palabras: la socializaci¨®n parece contar m¨¢s que las diferencias biol¨®gicas.
Luchemos contra la inercia del pasado. Cambiemos un sistema forjado y desarrollado por y para los hombres
Claro que hombres y mujeres son distintos. Pero no porque su cerebro o capacidades sean distintas sino porque su sexualidad es diferente y ello tiene consecuencias f¨ªsicas y sociales. Pero sobre todo como resultado de interminables siglos de injusto trato desigual. Recordemos que hace menos de un siglo los hombres ten¨ªan el monopolio de la autoridad legal, el poder pol¨ªtico y civil, el derecho exclusivo de la propiedad.
Luchemos contra la inercia del pasado. Cambiemos un sistema forjado y desarrollado por y para los hombres. Fomentemos el equilibrio de g¨¦nero tanto en nuestros hogares como en nuestro lugar de trabajo. Cambiemos el modo en que gestionamos nuestros roles en las dimensiones p¨²blica e ¨ªntima: hombres y mujeres tienen que ser igualmente capaces y estar dispuestos a participar en la misma medida en las dos dimensiones. Fomentemos la idea que hombres y mujeres tienen que compartir de forma equilibrada las posiciones de poder y de decisi¨®n en los gobiernos, en el mundo de los negocios, y en todos los sectores econ¨®micos. Porque sencillamente no es eficiente que menos de un 20% del total de las mujeres tengan acceso a esas posiciones. La estabilidad y la sostenibilidad de nuestras sociedades necesita del equilibrio de g¨¦nero. Porque una sociedad justa no puede seguir permiti¨¦ndose el lujo de desaprovechar la inteligencia y la creatividad de millones de mujeres.
?Marta Fraile pertenece al Instituto Universitario Europeo-SPS y al CSIC. marta.fraile@eui.eu
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