El monstruo es el clima
Los cambios en las condiciones meteorol¨®gicas han tenido profundas consecuencias en hechos hist¨®ricos
No es f¨¢cil renunciar a la idea de que, desde la ca¨ªda del Imperio Romano, Europa entr¨® en una era de tinieblas de la que comenz¨® a resurgir lentamente despu¨¦s de unos siglos oscuros. Pese a la gran reivindicaci¨®n de Georges Brassens ¡ª"Soy jodidamente medieval", era el estribillo de una de sus canciones m¨¢s famosas¡ª, la Edad Media siempre ha sido asociada a desgracias, plagas, persecuciones de herejes, calles embarradas, dientes podridos, supersticiones y bosques interminables que engull¨ªan a los viajeros. La realidad es diferente.
Geoffrey Parker escribi¨® un documentado volumen sobre el efecto del clima en las cat¨¢strofes del XVII
"Me exaspera esa idea que se repite cada vez que se produce una cat¨¢strofe de que 'parece que hemos vuelto a la Edad Media", explicaba en una entrevista reciente el medievalista franc¨¦s Michel Pastoureau. "En Europa, el periodo en el que las poblaciones fueron m¨¢s desdichadas no es el medievo, sino el siglo XVII. Y no hay forma de corregir ese prejuicio", prosigue este historiador. Preguntado por el motivo, responde contundente: "A causa del cambio clim¨¢tico y de las guerras de religi¨®n. En Francia decimos el gran siglo por Luis XIV, pero es el siglo m¨¢s desdichado. Nunca la esperanza de vida cay¨® tanto como en 1640, hasta los 27 o 28 a?os; nunca la estatura de los hombres fue tan peque?a. Se vive mucho m¨¢s en el siglo XIII que en el XVII".
El historiador estadounidense Geoffrey Parker escribi¨® un documentado y apasionante volumen de casi 1.200 p¨¢ginas sobre el efecto del clima en las cat¨¢strofes del XVII que llam¨® El siglo maldito (Planeta). Ese tiempo coincide con uno de los picos de fr¨ªo de lo que se denomina la Peque?a Edad de Hielo: el enfriamiento global que padeci¨® el mundo entre los siglos XIV y XIX, despu¨¦s del periodo c¨¢lido medieval, del X al XIV. Parker habla de "una crisis general" durante la que estallaron "m¨¢s conflictos que en cualquier ¨¦poca anterior a la I Guerra Mundial", con una especial concentraci¨®n de revueltas entre 1635 y 1666, justo cuando el clima fue especialmente crudo.
"El siglo XVII no s¨®lo vivi¨® acontecimientos clim¨¢ticos extremos, sino tambi¨¦n una inusual concentraci¨®n de ellos", escribe Parker. "Dos hechos de estos a?os siguen reflejando con extraordinaria claridad el clima inusualmente fr¨ªo que los marc¨®. En primer lugar, las anormales heladas y nevadas dieron lugar al popular g¨¦nero de los paisajes invernales entre los pintores holandeses. En segundo, la madera de la parte trasera de los incomparables violines fabricados por Antonio Stradivari de Cremona muestran claramente unos anillos de crecimiento muy estrechos, lo que indica una ins¨®lita sucesi¨®n de veranos fr¨ªos durante el siglo XVII que atrofiaron el crecimiento de los ¨¢rboles". Este siglo maldito estuvo marcado por la muerte y la violencia, pero tambi¨¦n por los mejores violines que un luthier haya construido nunca.
No es f¨¢cil establecer una relaci¨®n determinista entre el clima y los acontecimientos hist¨®ricos, los cambios gigantescos en sociedades complejas nunca tienen una sola explicaci¨®n, pero es indudable que las transformaciones bruscas en las condiciones meteorol¨®gicas tuvieron consecuencias devastadoras, sobre todo en periodos tan documentados como el siglo XVII o el a?o sin verano de 1816. Autores como John L. Brooke en su ambicioso ensayo Climate Change And The Course Of Global History. A Rough Journey (Nueva York, Cambridge University Press, 2014), que ofrece una perspectiva global sobre la historia humana y el clima, o Brian Fagan en La peque?a Edad de Hielo (Gedisa) ¡ªambos escriben en estas mismas p¨¢ginas¡ª lo han estudiado a fondo. Las lecciones para el presente son claras: entonces no se sab¨ªa lo que estaba ocurriendo y, desde luego, no se conoc¨ªan las causas (no se estableci¨® un lazo entre la erupci¨®n del volc¨¢n Tambora en Indonesia con la desaparici¨®n del verano): ahora s¨ª. Ser conscientes del sufrimiento que los periodos de fuertes variaciones en el clima han causado no hace m¨¢s que aumentar nuestra responsabilidad como la ¨²ltima generaci¨®n que tiene la capacidad de cambiar el curso de los acontecimientos, de detener el cambio clim¨¢tico desatado por la humanidad desde el principio de la era industrial.
El s¨ªmbolo de esta amenaza puede ser un monstruo, que surgi¨® durante la noche del 16 de junio de aquel a?o sin verano de 1816, hace ahora dos siglos, cuando Lord Byron y un grupo de amigos, bloqueados por el mal tiempo en Villa Diodati, a orillas del lago Lem¨¢n, decidieron inventarse historias de terror. En el pr¨®logo de Frankenstein, Mary Shelley describe aquel verano como "h¨²medo y riguroso" y se?ala que "la incesante lluvia" les "confin¨® a menudo durante d¨ªas". El colombiano William Ospina explica en la novela que escribi¨® sobre aquel extra?o periodo, El a?o del verano que nunca lleg¨® (Random House, 2015), que "los p¨¢jaros y los mapaches, los osos, los ciervos y las ardillas parec¨ªan correr sin rumbo por los campos". "En los ¨²ltimos d¨ªas de julio, el paisaje segu¨ªa tan desolado como a comienzos de marzo, con el agravante de que los d¨ªas de invierno suelen ser luminosos y de cielos azules y este fue un julio de cielos cerrados con nubarrones plomizos", agrega.
En aquel ambiente, Mary Shelley confiesa que quiso escribir "una historia que hablase a los miedos misteriosos de nuestra naturaleza". Gonzalo Su¨¢rez rod¨® una versi¨®n personal de la creaci¨®n de aquel monstruo, Remando al viento (1988), que se convirti¨® en uno de los mayores ¨¦xitos del cine espa?ol (aunque est¨¢ rodado en ingl¨¦s). Una parte de la historia transcurre en los espacios helados del norte de Noruega. En estas tres d¨¦cadas, el hielo en el que V¨ªctor persegu¨ªa al monstruo ha cambiado completamente de sentido, su desaparici¨®n en los polos encarna la amenaza m¨¢xima para el planeta. El significado del monstruo es otro.
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