Casa del ¨¢rbol: cr¨®nica de un fracaso
Recibo la sugerencia de dedicar este art¨ªculo al dise?o, el interiorismo y concretamente a una mirada a Ikea como un estimulante reto. Mi idea del interiorismo es que en casa me dejen colocar un cocodrilo disecado en la mesa del sal¨®n. En cuanto a Ikea, he estado s¨®lo una vez y tuve un ataque de ansiedad. Mi relaci¨®n con Ikea es como con el Kamasutra: todo lo que veo me parece interesante pero dudo que sepa hacerlo.
Y la verdad es que un hombre que se precie y que se tenga por aventurero no puede vivir ajeno al dise?o y el bricolaje, como prueba, por ejemplo, David Crockett. Hacer cosas con las propias manos (y pienso en Ikea, no en el Kamasutra), construir, ensamblar, amueblar, edificar, incluso, son labores de las que hemos tenido que ocuparnos desde que abandonamos las cuevas (cuyo interiorismo, por cierto, dejaba mucho que desear). Hay algo que se remueve en nosotros al contemplar escenas como la de Harrison Ford y una multitud entusiasta de amish levantando el tejado de un granero en ?nico testigo (tambi¨¦n se nos remueve algo en el momento en que baila Wonderful world con Kelly McGillis, pero afecta a otra ¨¢rea).
Mi idea del interiorismo es que en casa me dejen colocar un cocodrilo disecado en la mesa del sal¨®n. En cuanto a Ikea, he estado s¨®lo una vez y tuve un ataque de ansiedad. Mi relaci¨®n con Ikea es como con el Kamasutra: todo lo que veo me parece interesante pero dudo que sepa hacerlo
Somos, los hombres, un g¨¦nero constructor, de mentes que anhelan planos y croquis y manos que claman por sierras, hachas, destornilladores y, en mi caso, por lo visto, astillas. En The lost lore of a man¡¯s life (La sabidur¨ªa popular de la vida de un hombre, 1997), subtitulado Lots of cool stuff guys used to know but forgot about the great outdoors (Varias cosas geniales que los t¨ªos sol¨ªan saber pero olvidaron sobre vivir al aire libre), libro que no deber¨ªa faltar en la mesa de noche de ninguno, sobre todo si ha de cambiar la bombilla de la lamparita, Denys Boyles, un autor con lo que hay que tener e incluso probablemente con el carn¨¦ de socio fundador de la Asociaci¨®n Nacional del Rifle, recuerda que construirse sus propias cosas no s¨®lo ha hecho del hombre lo que es (sea lo que sea), sino que est¨¢ ¨ªntimamente ligado al concepto de la Virilidad, del Hero¨ªsmo e incluso del Honor.
En El patriota, recordar¨¢n, Mel Gibson masacraba a toda una columna de casacas rojas, pero lo que de verdad le pon¨ªa era hacerse una mecedora. Vale el tomahawk, pero que viva la ebanister¨ªa. Todo esto me lleva inexorablemente a El Gran Fracaso De Mi Vida (de una larga lista), que no es otro que la incapacidad de construir una casa en un ¨¢rbol. Desde ni?o y en conjunci¨®n con el sue?o arquet¨ªpico de la balsa y la caba?a ¨Cy el pantal¨®n del peto, ya tratado en esta misma secci¨®n¨C, he querido tener una casita arb¨®rea. Es el deseo de intimidad y escapada, sostienen David y Jeanie Stiles en su animosa obra de referencia de 1998 Tree houses you can actually build (Casas en ¨¢rboles que puedes de verdad construir), y tambi¨¦n cierto sentido po¨¦tico de elevaci¨®n, por no hablar de la necesidad de escondite cuando serv¨ªan espinacas.
Mis intentos han acabado siempre en frustraci¨®n. No consegu¨ªa m¨¢s que clavar unas tablas, alguna en mi propia mano. Es verdad que mis referentes eran ambiciosos: la casa de Tarz¨¢n (incluso pose¨ªa un rudimentario ascensor accionado por Tembo, el elefante) y Treetops, el hotel edificado sobre una higuera en el parque nacional Aberdare en Kenia. Pens¨¦ que la llegada de mis hijas dar¨ªa el empuj¨®n definitivo a mis proyectos. Ellas tendr¨ªan lo que yo siempre so?¨¦, e incluso un sitio para librarse de m¨ª. Pero ya pasan las dos de los 20 a?os, han dejado de querer una casita ¨Cprefieren un piso¨C y yo sigo al pie del ¨¢rbol sopesando por d¨®nde empezar y d¨®nde instalar¨¦ la escalera, el puente, el mirador y la tirolina. Hay tantas casas en los ¨¢rboles como personas, dijo alguien, quiz¨¢ Thoreau. Yo no s¨¦ c¨®mo ser¨¢ finalmente la m¨ªa (y de mis nietos) pero s¨ª que, tarde lo que tarde, no dejar¨¦ morir en el suelo mis elevados sue?os.
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