Culpables y responsables
Una parte de la ciudadan¨ªa ha compadreado, por acci¨®n y omisi¨®n, con las tropel¨ªas pol¨ªticas
En pol¨ªtica, lavarse las manos supone ensuci¨¢rselas. Y eso tambi¨¦n alcanza a la ciudadan¨ªa, no solo a nuestros representantes. Todos libramos un papel pol¨ªtico del que toca responsabilizarse. Esa suma de papeles a veces resulta encomiable, y a veces deriva en papel¨®n. Pero en ambos casos, todos habremos contribuido a perfilar la calidad (mayor, menor, ausente) del paisaje democr¨¢tico que nos envuelve.
En tanto que haya un m¨ªnimo de opci¨®n para elegir entre lo que existe, y un m¨ªnimo de opci¨®n para crear algo nuevo que hasta entonces no exist¨ªa, los ciudadanos somos corresponsables de lo que ocurre en el escenario pol¨ªtico. Y somos corresponsables tanto para lo bueno como para lo malo. Lo que pasa es que a los logros nos apuntamos pronto, y ante los estropicios acostumbramos a escurrir el bulto.
En redes sociales, y en el desenredado d¨ªa a d¨ªa, es habitual encontrar un indiscriminado despotrique hacia los pol¨ªticos. Parecer¨ªa que ¨¦stos son alien¨ªgenas golpistas que, de la noche a la ma?ana, acarrearon este desaguisado del que la sociedad civil es completamente ajena. Aunque le pese al discurso populista de unos lados y otros del espectro ideol¨®gico, ser¨ªa razonable reconocer lo evidente: hay ciudadan¨ªa que ha compadreado (por acci¨®n y omisi¨®n) con las tropel¨ªas pol¨ªticas que nos envuelven.
¡°?Qu¨¦ hemos hecho los espa?oles para merecernos esto?¡±, preguntaba un personaje de M¨¢ximo en los a?os noventa. ¡°Nada. Y por eso nos lo merecemos¡±, respond¨ªa su interlocutor. Esa fant¨¢stica vi?eta, publicada en EL PA?S, conserva plena vigencia. Sin embargo, ahora y entonces, cabr¨ªa establecer una l¨®gica puntualizaci¨®n.
Cada vez que fue mermada la independencia de la Justicia; cada vez que fueron okupadas de forma partidista las Cajas de Ahorros; cada vez que se permiti¨® que el voto de las personas no valiese lo mismo; cada vez que se juguete¨® con el nacionalismo para forjar privilegios (frente a derechos) y nativos (frente a ciudadanos); cada vez que se menoscabaron los mecanismos de control y contrapeso que requiere todo Estado de derecho; cada vez que se extendieron obscenas redes clientelares; cada vez que se instrumentalizaron instituciones para que mutaran en chiringuito particular; cada vez que se tergiversaron vocablos de forma enga?osa y torticera (sean los ¡°hilitos de plastilina¡± con los que Rajoy nos describi¨® la cat¨¢strofe del Prestige, sea la ¡°Champions League¡± con la que Zapatero quiso darnos cuenta de una ficticia situaci¨®n econ¨®mica, sea la consideraci¨®n de ¡°preso pol¨ªtico¡± con la que Iglesias ha querido presentar a Otegi), etc¨¦tera.
Escudarse en que ¡°todos los pol¨ªticos son iguales¡± sirve para todo¡ menos para corregir lo corregible
Cada vez que todo eso ha pasado, ha habido millones de personas que s¨ª han hecho algo: votar a los causantes, o abstenerse de votar, que tambi¨¦n es un modo de seguir reafirmando los comportamientos deplorables. De hecho, escudarse en esas prejuiciosas nader¨ªas de que ¡°todos los pol¨ªticos son iguales¡±, y enga?arse con esas demag¨®gicas proclamas de que ¡°el pueblo nunca se equivoca¡±, sirve para todo¡ menos para corregir lo corregible.
Por eso, aunque se entiende lo expresado por M¨¢ximo, no puede negarse lo obvio: algunos se habr¨¢n cruzado de brazos; algunos habr¨¢n incurrido en injustas generalizaciones; algunos se habr¨¢n rasgado las vestiduras de forma sectaria y maniquea; algunos se habr¨¢n hecho c¨®mplices del desfalco econ¨®mico e institucional; algunos habr¨¢n cultivado una labor democr¨¢tica de mayor madurez y calibre... Cada cual tendr¨¢ que responsabilizarse de lo que le corresponda, pero en conjunto, como sociedad, claro que hemos hecho.
Las tragaderas de quita y pon, y la indignaci¨®n a tiempo parcial son dos caminos en los que lo relevante no es lo acontecido, sino la autor¨ªa de lo que acontece. Y esos h¨¢bitos no solo se estilan en el seno de tal o cual partido, sino que tambi¨¦n se frecuentan entre aquella ciudadan¨ªa que decidi¨® ejercer de hooligan (contra el adversario) y de clac (ante los que cataloga como suyos). Llevarse las manos a la cabeza solo ante las siglas ajenas, y mirar para otro lado cuando el desbarre es de los propios, resulta la ant¨ªtesis de lo c¨ªvico.
Por supuesto que es preciso distinguir entre culpables y responsables. No es lo mismo robar, que votar a ladrones, por poner un ejemplo. Y no es lo mismo votar a alguien del que desconocemos su desempe?o il¨ªcito, que reincidir en el voto cuando ya se ha constatado su palabrer¨ªa o su abyecci¨®n. Siempre hay gradaciones, s¨ª. Pero lo innegable es que a la ciudadan¨ªa tambi¨¦n le salpica una responsabilidad. Puede resultar muy pinturero eludir nuestras responsabilidades; pero esos escapismos¡ nunca pintan bien.
?scar S¨¢nchez-Alonso es doctor en Comunicaci¨®n Pol¨ªtica, autor del libro El servicio postventa de la pol¨ªtica, y profesor de la Facultad de Comunicaci¨®n (UPSA).
@osanchezalonso
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