Sin educaci¨®n ni salud, ?qu¨¦ recogemos?
Nos quejamos de las olas migratorias, pero mientras en los pa¨ªses de origen no mejoren las condiciones de vida, estas ser¨¢n una constante
Atender los sistemas educativos y de salud, evitar la malnutrici¨®n y el hambre, garantizar el acceso al agua potable son objetivos vinculados a las necesidades m¨¢s b¨¢sicas, a derechos humanos elementales y, a pesar de ello, parece redundante, por no decir in¨²til, insistir en que no se hace lo suficiente al respecto.
Por doquier en Europa, ¨¦stas no son las prioridades que se exponen p¨²blicamente cuando los focos se dirigen a los pa¨ªses m¨¢s pobres y desafortunados. Ahora se dice, ya sin pudor alguno, que somos los europeos quienes nos encontramos amenazados por ellos, pues debemos enfrentarnos a oleadas migratorias, al fanatismo, al terrorismo yihadista, a la barbarie m¨¢s virulenta e irracional. Como si todo ello no lo padecieran los pueblos m¨¢s indefensos en mayor medida.
Gobiernos y centros de reflexi¨®n se concentran en esas amenazas y se articulan mecanismos para contrarrestarlas. Pero, ?habr¨¢ alguna contenci¨®n duradera si no se aumenta la inversi¨®n en educaci¨®n, salud y, en fin, en justicia social en dichos pa¨ªses?. Cuando los sistemas p¨²blicos abandonan estos sectores las consecuencias son mucho m¨¢s amplias que las consideradas habitualmente.
Por un lado, otros actores ocupan el vac¨ªo dejado por los Estados y la cooperaci¨®n occidental. En ?frica del norte, en la franja saheliana y cada vez m¨¢s hacia el sur y al este del continente, la financiaci¨®n procedente de pa¨ªses del Golfo P¨¦rsico, iniciada en los a?os ochenta, atiende, a trav¨¦s de ONG, de entidades religiosas o de fondos institucionales, parte de la demanda de la poblaci¨®n. A cambio, se transmiten valores y arraigan pr¨¢cticas en muchos casos ajenas, hasta entonces, a las culturas y tradiciones religiosas locales. Esas nuevas ideas contrastan asimismo con principios heredados de las metr¨®polis colonizadoras o defendidos por ellas en las ¨²ltimas d¨¦cadas, en relaci¨®n con lo que deber¨ªa ser una democracia o respecto a ciertos derechos fundamentales y a la igualdad de g¨¦nero. Sin olvidar que la limitada efectividad real de esos principios y derechos ha contribuido a que las poblaciones no se hayan apropiado de ellos, no los hayan defendido y lleguen a considerarlos instrumentos de dominaci¨®n por parte de otros.
Cuando los Estados prestaban mayor atenci¨®n a estas necesidades exist¨ªa una red de solidaridad vertical o jer¨¢rquica
Cuando los Estados, a¨²n en su modestia, prestaban mayor atenci¨®n a estas necesidades exist¨ªa una red de solidaridad vertical o jer¨¢rquica. Los Gobiernos financiaban y manten¨ªan sencillas escuelas y b¨¢sicos puestos de salud para una poblaci¨®n relativamente poco numerosa. Al desaparecer estas redes, tomaron su lugar redes horizontales, para hacer frente a estas necesidades. Las actuales redes horizontales recuerdan mucho a las tradicionales de base cultural y comunitaria. Requieren un concepto muy extenso de familia pues cuantos m¨¢s lazos se establezcan mayor es la posibilidad de que sumando esfuerzos y fracciones menores se puedan atender las principales carencias de sus miembros. Los efectos de esta solidaridad son positivos pero tambi¨¦n se producen consecuencias que lo son menos.
Ese requisito de contar con una amplia red de individuos es un factor que incentiva la natalidad, para alcanzar un n¨²mero elevado de hijos. Por otro lado, las redes horizontales exigen mucha inversi¨®n econ¨®mica en ritos que confirman y consolidan los v¨ªnculos que las conforman: bautizos, iniciaciones, bodas, funerales, conmemoraciones de eventos relacionados con los or¨ªgenes de esa familia, etc. Cualquiera de sus miembros debe hacer lo posible por sufragarlos y quien pueda hacerlo en mayor medida dirigir¨¢ a este fin sus recursos econ¨®micos. Lo har¨¢ incluso cuando deba endeudarse para ello, si est¨¢ en condiciones que lo permitan; o en detrimento de sus ahorros personales, previstos para una futura inversi¨®n de la que podr¨ªa beneficiarse el ¨¢mbito familiar nuclear. Mediante estos y otros modos, las redes horizontales contribuyen al igualitarismo, al reparto de los recursos pero tambi¨¦n impiden la acumulaci¨®n de capital para que, individualmente, se supere ese estado de pobreza relativa. Dicho de otro modo, en estos estadios de desarrollo econ¨®mico, cuando el estado garantiza ciertos servicios, libera a los individuos de cargas familiares e incentiva la iniciativa personal o, si se quiere, privada.
Muchas comunidades viven gracias al dinero que env¨ªan sus emigrantes
Otro fen¨®meno que ilustra esto mismo es el destino de las remesas de los emigrantes. Un estudio del Banco Central de ?frica Occidental publicado en 2015 sobre las remesas en los pa¨ªses franc¨®fonos de la subregi¨®n indica en qu¨¦ las utilizan las familias. El 54,6% de lo que reciben se destina al consumo en el hogar familiar, 6,4% a gastos en educaci¨®n y 3,4% a gastos sanitarios; a las ceremonias religiosas y celebraciones familiares, el 8,7%; el 15,8% se destina a inversi¨®n inmobiliaria y 5,5% a otras inversiones. Respecto a los gastos que hacen las familias, las remesas suponen el 40,4% del total de su consumo corriente, el 22,3% del total de sus gastos en educaci¨®n y el 16,5% de sus gastos de inversi¨®n.
Estos porcentajes nos se?alan que el consumo es el destino principal de las remesas. Muchas comunidades viven gracias al dinero que env¨ªan sus emigrantes. Viven, pero poco queda disponible para inversiones productivas, lo cual relativiza el potencial del concepto de "codesarrollo", mediante el cual los agentes de la cooperaci¨®n internacional apoyan y complementan la contribuci¨®n de los migrantes al desarrollo en origen. En consecuencia, mientras en estos pa¨ªses, en esas comunidades, no mejoren las condiciones de vida, las oportunidades de empleo y los servicios sociales p¨²blicos, la migraci¨®n ser¨¢ una constante. Y se incrementar¨¢ con el crecimiento demogr¨¢fico.
Alberto Virella Gomes es diplom¨¢tico
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